Es como volver al «cole» y que te pillen fumando a escondidas. Los tres trabajadores de la «unidad de información» de Cruces recorren a diario las dependencias del hospital en busca de «fumadores clandestinos» para pedirles que apaguen sus cigarrillos. Esta unidad es la última medida -los responsables de Cruces creen que la «definitiva»- de una campaña iniciada en el año 2000 para erradicar el consumo de tabaco en el centro sanitario.
Las «brigadas antitabaco» funcionan todos los días, de 8 de la mañana a 10 de la noche. Los miembros de los equipos -empleados de los servicios de información- llevan unos botes de plástico con agua donde apagan los cigarrillos incautados en el hospital, ya que en el centro no hay ceniceros desde hace más de dos años. Su labor de rastreo se centra en la escalera de caracol acristalada de Cruces, la zona donde sorprenden a diario a la mayoría de los fumadores.
Begoña, Pilar y Víctor componen una de esas unidades y, ademas de botes, están cargados de grandes dosis de paciencia y amabilidad. Utilizan tácticas. Suben a los pisos más altos y desde allí descienden por la escalera de caracol. En cada uno de los descansillos, junto a la máquina de café y bebidas, siempre hay alguna visita o un paciente con el cigarrillo en la mano, que muchas veces trata de ocultar cuando ve al grupo antitabaco.
El primero en «caer» es Pedro. Está sentado en una silla de ruedas y, aunque fuma con disimulo un cigarrillo rubio, no tiene escapatoria. Los trabajadores se acercan a él y le indican que debe apagarlo, que en el hospital no se puede fumar. «Llevo diez días ingresado y es el primer cigarro que me fumo. También es mala suerte», se lamenta sin perder el buen humor. Pedro tuvo un accidente laboral y está a la espera de ser sometido a una intervención quirúrgica. «Es muy difícil para un fumador aguantar sin tabaco tantos días», añade.
Con disimulo
Dos pisos más abajo pillan «in fraganti» a una mujer que tiene a su madre ingresada desde hace días. Fuma con disimulo de cara a la ventana, casi oculta tras la máquina de bebidas. Pero el humo la delata. «Ya sé que no se puede fumar, pero me arriesgo. Son muchas horas en el hospital y no hay quien aguante», se justifica. «Pero si puede ir a la cafetería, que está a unos minutos», le comentan los miembros de la unidad de información. La cafetería es el único recinto en el que se permite fumar.
Muchas de las personas sorprendidas reclaman zonas en el recinto sanitario donde se pueda fumar. «Nosotros les explicamos que el tabaco es perjudicial para la salud y que no sería lógico reservar un área para fumadores en un hospital», comenta Víctor.
Tampoco es una cuestión de falta de información. Pacientes, trabajadores y visitas conocen la prohibición, ya que hay carteles por todo el hospital. Además, los miembros de la «unidad de información» de Cruces reparten a primera hora de la mañana unos folletos en los que se recuerda que el recinto sanitario es un espacio sin tabaco.
Las brigadas funcionan desde hace apenas un mes y ya han conseguido resultados. «Hay cada vez menos gente que fuma en el recinto hospitalario. Aún así la unidad sorprende cada día entre veinte y cincuenta fumadores. Entre ellos, algunos médicos. Cruces ha creado el equipo con intención de mantenerlo de forma permanente. «En un principio se hicieron experiencias que duraban unas semanas, pero cuando desparecía la unidad, volvía el problema», explican los responsables del centro.