Cuando escuchamos conversaciones o relatos acerca de personas que se han visto involucradas en problemas relacionados con el consumo de drogas (accidentes automovilísticos, detenciones policíacas, fracasos escolares, separaciones o incluso muerte por sobredosis), pensamos que somos afortunados porque eso no sucede en nuestra familia o entre nuestros familiares y amigos. Desde luego que este tipo de pensamiento es un reflejo fiel de nuestros mejores deseos y del cúmulo de afectos y sentimientos amorosos que tenemos hacia ellos. Aunque muchas veces la realidad se impone, y contraria a esos nobles deseos, cuando reflexionamos sobre el comportamiento real de nuestros seres queridos, reconocemos que el riesgo puede estar muy próximo, y que su conducta y responsabilidad frente al consumo de drogas podría implicar un factor de alto riesgo para establecer una adicción al tabaco, al alcohol, o a otras drogas. A partir de ese momento consideramos la posibilidad de que ese problema —aparentemente del otro o de los otros ajenos a mí— se convierta en algo probable y cercano a mí, muy distinto a la actitud cómoda y defensiva que con frecuencia expresamos o bien escuchamos decir: «eso no nos pasa» o «no nos va a suceder a nosotros».

¿Qué tal? ¿No le parece que ésta es una actitud más deshonesta, soberbia e inútil hacia un problema social tan difundido, el de las drogas, su abuso y adicción a ellas? No podemos ignorarlo o pensar que es un problema que sólo afecta al vecino; sería más prudente considerar el siguiente dicho popular: «si ves las barbas de tu vecino recortar, pon las tuyas a remojar».

En este sentido, la corresponsabilidad es una actitud necesaria para enfrentar el problema en nuestra familia, o en nuestra escuela o colonia, en nuestro centro de recreo o trabajo, en los poblados o ciudades en las que vivimos o sobrevivimos. Asumir tal actitud permitirá que cambiemos la posición contemplativa y estática por un comportamiento activo, en la medida en que nos sintamos amenazados o afectados por éste fenómeno social de las drogas; dicho de otra manera, asumir una actitud corresponsable logrará que nuestro pensamiento pase de creer que el problema del consumo de drogas y las adicciones surge por generación espontánea; también nos llevaría a dejar de lado el escudo de la ignorancia cómoda que no es otra cosa que hacer como que no pasa nada porque no me intereso y por lo tanto no me enfermo o a mí no me pasará eso y por lo tanto no hablo de ello, etcétera.

Para protegerme y proteger a mis seres queridos de la angustia que me genera el tener conocimiento de causa, y conciencia de los alcances y de las características del fenómeno de las drogas y de forma singular el de las adicciones, del mismo modo nuestro comportamiento de inmovilidad tenderá a ser proactivo, es decir, dispuesto y preparado para la acción responsable.

Por tanto, actuar de manera corresponsable implica en primer término aceptar nuestra vulnerabilidad humana y reconocer que aun no siendo personas activas dentro de la cadena mórbida del problema (producción, distribución y consumo de droga) no estamos exentos de su influencia o del impacto de los factores causales del mismo; es a partir de ello que estaremos en mejores condiciones para comprender que quienes formamos parte de una sociedad en la que está presente el fenómeno de las drogas todos cuantos vivimos en ella seremos blanco propicio para su incidencia mediante uno u otros factores de riesgo o bien de aprovechar el cobijo de un mayor o menor número de factores protectivos, que como un sistema inmunológico social nos ponen a salvo de desarrollar una dependencia hacia las sustancias psicotrópicas de abuso.

Ahora bien, saberse corresponsable frente a un problema social como el que nos ocupa no es suficiente; requiere pasar de hacer conciencia a la acción como padres de familia, maestros, profesionales de la salud y ciudadanos. Es decir, a que las acciones preventivas en contra del uso de drogas con fines de intoxicación; de lo contrario estaríamos repitiendo aquello que dice la canción de Joan Manuel Serrat: «harto ya de estar harto ya me cansé de preguntarle al mundo por qué y por qué».

En la prevención de las adicciones ser corresponsable es muy diferente a mostrarse preocupado o interesado en la problemática de las drogas; tampoco es esperar a que los otros, —por su sensibilidad, su grado de compromiso social, su actividad laboral, su interés de investigación, o por su altruismo— realicen las tareas preventivas. Por el contrario, nuestra corresponsabilidad tendrá que llevarnos a participar, decididamente, en las diversas actividades preventivas que se ejecuten en nuestra comunidad. Con ello no queremos decir que usted tenga que ser el Quijote de la prevención de las adicciones; la corresponsabilidad también obliga a reconocer que los integrantes de nuestra comunidad tienen que asumir su propia corresponsabilidad; cada quién habrá de responder de acuerdo a la función social que desempeñe; en otras palabras, si una persona es padre de familia y trabaja en una fábrica en donde es miembro de la comisión de seguridad e higiene y en su colonia lo designaron como representante vecinal del multifamiliar en donde vive, entonces su actitud de corresponsabilidad hacia el problema de las drogas lo motivaría lo suficiente para que en cada uno de esos espacios sociales participe y se involucre en el quehacer preventivo. Por ejemplo: en su hogar podría proponer a su esposa la búsqueda de información y orientación sobre las causas de las adicciones, y así, a su vez, orientar e informar a sus hijos; en la fabrica en la que labora podría proponer la realización de actividades de fomento a la salud, cómo platicas informativas sobre los riesgos del consumo de bebidas alcohólicas en el lugar de trabajo, o bien sobre beber en forma responsable entre otros temas; como representante vecinal, podría invitar a los vecinos a que conminen a los dueños y encargados de las tiendas cercanas para que no vendan cigarrillos ni bebidas alcohólicas a menores de edad, como establece la ley como una medida preventiva para controlar la disponibilidad de sustancias con efectos psicotrópicos entre los niños y jóvenes.

Corresponsabilidad significa entonces adoptar una conducta que corresponda con acciones que propicien y contribuyan a desalentar el uso indebido de drogas, acciones que estén dentro de nuestras posibilidades y capacidades, además de que puedan ser ejecutadas dentro del hogar, comunidad o espacio laboral; de preferencia, que se realicen dentro de un plan de acción bien definido, es decir, que se dirijan a un grupo determinado y bajo un programa de actividades calendarizadas, y coordinadas por algún grupo o institución que trabaje en el ámbito comunitario. Si no fuera así, por lo menos que la corresponsabilidad y las actividades preventivas se centren en la familia. Como se podrá inferir de lo anterior, aunque quisiéramos, no sabemos todo y tampoco podemos hacer todo y mucho menos solos; esto es más evidente cuando se piensa y actúa en ámbitos comunitarios muy amplios. Aquí surge otro concepto preventivo útil y que está emparentado con el de corresponsabilidad, nos referimos al de concertación, que alude a la posibilidad de establecer acuerdos que impliquen la participación con recursos humanos, materiales, financieros o logísticos que permitan la realización de las actividades de prevención. Con la concertación, además de evitar la duplicidad de acciones, se evita el dispendio de recursos los cuales, dicho sea de paso, siempre serán limitados o escasos para atender las necesidades de las tareas de prevención. Ahora más que nunca, cuando las tendencias del consumo de psicotrópicos en nuestro país van en aumento, no es posible que como padres de familia, maestros, o bien como ciudadanos comunes continuemos esperando las acciones de papá gobierno o mamá iglesia o escuela para proteger de las drogas y de otros problemas a nuestras niñas y niños, a nuestros jóvenes; problemas que ponen en entredicho su desarrollo personal, familiar y social. Por lo tanto, creo que ya es tiempo de dejar atrás la ignorancia cómoda y la negación de la realidad para asumir la tan necesaria corresponsabilidad social, tan escasa en estos tiempos en México, si no pregunten a los señores diputados y senadores que integran nuestro Congreso de la Unión, y que desde luego se refleja en las acciones con las que se pretende hacer frente al fenómeno social de las drogas y las adicciones. De lo contrario, y a pesar de los cambios de administración, la gravedad del problema se seguirá agudizando, y conste que no es amenaza ni designo, ni mucho menos chantaje, sino la pura realidad.

Firmado: Jesús García Rosete

Artículo publicado en Liberaddictus nº57