Carnaval ya está aquí. En medio del agobio cotidiano, desinflados por la inflación, tensados por la inseguridad, ocupados en salir de la desocupación, deseosos de librarse de cargas estresantes, para muchos venezolanos esos días sirven para liberar tensiones, disfrutar horas de alegría, irse a alguna playa o montaña, visitar el pueblito natal en que una máscara amparó el primer baile con la noviecita inolvidable.
Los jóvenes alistan sus tablas para surfear, chequean la batería del Ipod, revisan la carpa y el ‘eslipin’. Las que pueden compran el traje de baño de moda, quizá copia china del modelo exhibido en la madrileña pasarela de la Cibeles o el que conforman tres o cuatro hilos y tres minúsculas flores, visto por Internet en el cuerpo de la nieta de aquella muchacha de Ipanema, la “coisa mais linda / mais cheia de graça / é ela menina / que vem e que passa / num doce balanço / caminho do mar”, que en 1962 alborotó suavemente el genio musical de Jobim.
Ciertos madres y padres viven ya el placer de estarse con la familia las 24 horas para compensar las tantas de poca comunicación entre los esposos y con sus hijos. Con éstos compartirán el compartir y aprovecharán para enseñarles a cuidarse del lobo que por ahí anda, a sabiendas de que al lunático aullador de siempre se han sumado otros que no aúllan y recorren el mundo ofreciendo con atrayente labia, mil mañas y sentido de la oportunidad, el mayor placer en el menor tiempo y con máxima facilidad, las experiencias más deslumbrantes, la felicidad suprema contenida en sustancias adictivas.
La familia – más las que funcionan bien, pero incluso muchas poco funcionales– es sólido apoyo para la acción preventiva frente a las adicciones. Lástima que en este país de burócratas con mucho oro y poco decoro, si acaso cuatro lochas van en apoyo de dicha acción. La familia entonces ha de buscar dónde conocer qué son las adicciones y cómo enfrentarlas. Saberlo puede evitarle terribles daños y sufrimientos –en nada exagero–, por la caída de alguno de los suyos en consumo descontrolado, adictivo, de cualquier tipo, sobre todo el de drogas, incluidos el cigarrillo y el alcohol. El abuso en el consumo de éstos lleva pronto y fácil a la dependencia. Además, son como puentes que conectan con sustancias más dañinas.
Ante este carnaval, en caso de familias no preparadas para afrontar la amenaza de las drogas, ofrezco como recurso de emergencia el envío gratuito de recomendaciones sencillas para padres y adolescentes. Mi correo es: sortadi@gmail.com. Conviene al grupo familiar comprometerse todos, en acto que refuerza la unión y el amor familiar, a rechazar con enérgico NO a quien llegue ofreciendo sustancias raras. Sea quien sea. Pues incluso otro familiar, o algún amiguito, caído en la trampa del lobo, ahora es pieza de la trampa. ”Hubo una vez en que un lobo se disfrazó de abuelita…”.
Firmado: Silvio Orta Cabrera
Venezolano. Ucevista, Licenciado en Letras. Profesor universitario jubilado. Columnista de prensa.