¿Cuál es el mejor regalo que le podemos hacer a un niño pequeño?

 

—Tiempo exclusivo con cada hijo, a solas y sin pantallas. Treinta minutos cada noche a la llegada del colegio o a la hora de dormir y cuarenta minutos cada semana en un lugar fuera del hogar. Eso hace milagros. Catherine L’Ecuyer. Educadora y Psicóloga

 

La aparición de las TRIC (Tecnologías de la Relación, la Información y la Comunicación) han modificado e intensificado la comunicación y la manera de relacionarse especialmente entre los adolescentes y jóvenes. Ellos las utilizan de forma natural y constituyen una herramienta habitual para la comunicación, el ocio y las tareas escolares. Las encuestas arrojan algunos datos significativos: son ellos, los jóvenes de 16 a 24 años los más activos en las redes sociales (92,6%), y el uso de Internet diario está muy generalizado (el 98,1% lo utiliza). (INE 2022). Así mismo, se cifra en un 20%, el uso compulsivo de Internet, en la franja de 14 a 18 años. (ESTUDES 2021)

Por tanto, en esta tesitura es preciso impulsar acciones para promover hábitos saludables en torno a las pantallas y prevenir su uso problemático. En una sociedad hiperconectada y en constante evolución, los padres y madres, como primeros educadores de sus hijos, se enfrentan al reto de educar y acompañar a los hijos en su aprendizaje digital. Porque esto “no va de tecnología va de educación”. (Maria Zalbidea-Empantallados 2020)

La familia es, por tanto, un elemento determinante en el acompañamiento y orientación de los hijos e hijas para un uso responsable de las pantallas, y por tanto, deben tomar un papel activo en su educación digital.

La influencia que se ejerce sobre ellos puede ser positiva o negativa. Por tanto, es preciso fomentar los factores de protección, que son aquellos atributos, condiciones o características que reducen o atenúan el riesgo y la probabilidad de hacer un uso problemático de las pantallas.  Uno de los objetivos de la prevención es aumentar estos factores de protección.

Factores de protección familiar

  • Vínculos afectivos y comunicación positiva y asertiva
  • Consenso de normas y límites claros y coherentes
  • Fomento de su autoestima y autonomía
  • Modelos de conducta positiva
  • Actividades de ocio en familia
  • Colaboración y seguimiento con la escuela

 

Vínculos afectivos y comunicación positiva y asertiva. Activar una buena comunicación en el seno de la familia favorece la unión y mejora la relación y los vínculos entre sus miembros. Para que los hijos puedan establecer una relación comunicativa positiva con los padres y madres deben sentir que son aceptados y escuchados, que pueden exponer y expresar sus opiniones, sensaciones y sentimientos sin ser censurados o recriminados. Escucharlos con interés y con una escucha activa, como apunta Ferrán Ramón-Cortés, escuchar con los ojos. La comunicación deberá ser bidireccional, si se pretende que cuenten “sus cosas” también padres y madres han de hablar de lo suyo, y promover que tomen parte de las decisiones familiares teniendo en consideración su opinión y argumentos.

Y procurar ejercer la comunicación slow: establecer, el hábito periódico de desconexión digital para cultivar la comunicación cara a cara y para que los momentos de conectividad online sean más productivos y enriquecedores. (Serrano 2014).

 

Consenso de normas y límites claros y coherentes. Las normas son acuerdos compartidos en familia para garantizar un uso responsable de las pantallas. Lo que está permitido y lo que no y las consecuencias de infringirlas. Las normas y los limites se podrán pactar con los hijos y se irán revisando en función de su edad y su capacidad de asumir más autonomía y responsabilidades e incluso se podrán revisar y modificar si aportan argumentos suficientes y válidos. Estas se pueden complementar con otras medidas restrictivas como las herramientas de control parental.

Aunque los expertos coinciden en este aspecto, llama la atención en el último estudio de UNICEF el escaso nivel de supervisión que parecen estar ejerciendo madres y padres, no del todo conscientes de su papel como modelo en el uso de las pantallas, de la necesidad de acompañamiento y de establecer una buena higiene digital. En el hogar se constata una escasa supervisión parental, sólo el 29,1% de adolescentes refiere que sus padres les ponen normas sobre el uso de las TRIC, sólo el 23,9% limitan las horas de uso y el 13,2% los contenidos a los que pueden acceder. (UNICEF 2021)

Un buen recurso para concretar momentos y tiempos de conexión, espacios libres de pantallas…, es dejar constancia de los acuerdos y que queden suficientemente claros por ambas partes a través de la firma de un contrato, ello motivara su responsabilidad y compromiso. (Modelo contrato Hoffman).

 

Algunas buenas pràcticas:

  • No utilizar los dispositivos electrónicos durante las comidas ni después de acostarse, ya que estimulan la actividad mental y dificultan el sueño.
  • Compartir los dispositivos en un lugar común de la casa.
  • Racionalizar el tiempo de uso, priorizando las responsabilidades académicas, domésticas…
  • Educar en el respeto en las redes sociales. Fomentar aspectos como la empatía y el respeto. El uso de las redes sociales se debe de regir por las mismas normas de comportamiento que en la comunicación presencial.
  • Enseñar a proteger los datos personales y la Las familias han de limitar también la publicación de imágenes de sus hijos en las redes sociales, muchas practican el sharenting (la sobreexposición de los hijos en las redes).

Que los progenitores acostumbren a utilizar el móvil en las comidas familiares, además de suponer un mal ejemplo para sus hijas e hijos, se asocia con tasas de uso problemático de Internet y de diferentes prácticas de riesgo sensiblemente mayores. (UNICEF 2021)

Fomento de su autoestima y autonomia personal. El autoconcepto es la imagen que una persona tiene de sí misma. Dentro del autoconcepto está la autoestima, entendida como el sentimiento de valoración positivo o negativo con respecto uno mismo. Es importante valorar a los hijos. Reforzar sus aspectos positivos, generar confianza y crear en ellos expectativas ajustadas a sus capacidades poniendo en valor el esfuerzo. Cuando creemos en alguien le alentamos hacia unos objetivos y le condicionamos y ayudamos a que los alcance. Es lo que llamamos el Efecto Pigmalión. Saber que creemos en él, aumentará su autoestima y el concepto de sí mismo. Cuando los hijos se muestran responsables y cumplen las normas familiares, hay que reconocer, reforzar y alabar dicha conducta. Una persona con una buena autoestima es una persona poderosa, pero con baja autoestima se convierte en una persona vulnerable.

Modelos de conducta positiva. La familia es el ámbito principal de socialización de los hijos. En este contexto, se transmiten e interiorizan actitudes, valores creencias y hábitos que irán configurando su personalidad. La familia ejerce su influencia durante las etapas evolutivas más importantes del desarrollo de los menores: la infancia y la adolescencia. Los padres son un modelo a imitar, por tanto, los hijos aprenden aquello que observan. Aunque no puedan ser perfectos, es importante mantener actitudes y comportamientos coherentes con los valores y normes que se transmiten.

Actividades de ocio en familia. Conocer sus aficiones para planificar y compartir actividades de ocio y tiempo libre de interés común en familia y sin pantallas. Promover también su participación en actividades y trabajos en equipo como asociaciones juveniles, culturales, comunitarias, voluntariado… Sin embargo, también es recomendable compartir momentos de ocio digital con ellos, para ser un interlocutor válido es preciso conocer sus herramientas y los contenidos que consumen, al mismo tiempo, crear un espacio para fomentar su espíritu crítico y tender puentes para hablar de otros temas: riesgos de las redes sociales o necesidad de contrastar la validez de la información.

 

Colaboración y seguimiento con la escuela. Familia y escuela han de trabajar alineados no solo para el seguimiento académico, sino también, para la supervisión de conductas en el aula, la relación con los compañeros y sin duda, la promoción de hábitos saludables entorno a las pantallas. La ventaja que ofrece la escuela es que se puede llegar a un gran número de jóvenes, como se ha dicho en ocasiones, se puede acceder a una población cautiva. Algunos centros escolares se constituyen como “centros libres de móviles” como recientemente, Les Alfabegues de Bétera (Valencia), donde el alumnado no puede usar los móviles, pero el profesorado tampoco!!. Ello se ha complementado con un abanico de actividades durante el recreo para promover la participación grupal: juegos de mesa, mindfulness, talleres, debates… incrementándose exponencialmente la interacción cara a cara entre el alumnado. Para llevar a cabo estas iniciativas es necesario contar con el compromiso y la corresponsabilidad de la familia

Se ha comprobado que buena parte de las prácticas de riesgo online son más frecuentes entre aquellos adolescentes que llevan el móvil a clase todos los días. También son más frecuentes entre aquellos cuyos progenitores acostumbran a hacer uso del móvil durante las comidas. (UNICEF 2021)

Gestión de las emociones.  Facilitar que los adolescentes y jóvenes puedan identificar, manejar, expresar y “navegar” en el mundo de sus emociones agradables y desagradables. Saber identificarlas y regularlas adecuadamente. Toda la familia debe de aprender a expresar sus sentimientos y ser congruentes con el sentir y manera de actuar a través de estrategias adaptativas.  Tener lo que la psicóloga Patricia Ramírez llama un fondo de armario, un abanico de actividades que mejoran el bienestar emocional: meditación, ejercicio físico, relación social….  Y hoy, sin duda, las redes sociales provocan un gran surtido emociones. Internet provoca fundamentalmente emociones positivas en la adolescencia, pero también determinadas situaciones pueden producir un impacto emocional que incida negativamente en su autoestima, estado de ánimo y el bienestar. (UNICEF 2021)

 

REFLEXIÓN FINAL

Según se eduque a los hijos se estará influyendo para convertirse en personas autónomas y responsables, a desarrollar un estilo de vida saludable, y a adquirir recursos y estrategias para afrontar nuevos retos. Para ello, es preciso capacitar a la familia proporcionándole herramientas y recursos para la adquisición de habilidades en el ejercicio de su labor educativa y de acompañamiento, y es aconsejable, que participen en los programas preventivos como sujetos activos generando soluciones que den respuesta a sus necesidades. Sin embargo, en esta aventura preventiva, es imprescindible la implicación y la responsabilidad compartida de otros actores y agentes comunitarios.

No obstante, uno de los retos a los que se enfrenta el campo de la prevención familiar es comprometer a los padres en dichas intervenciones.  (Secades et al. 2011). Algunas estrategias de captación y retención que propone este autor son: invitaciones personales, uso de incentivos, recordatorios, colaboración de otros padres, difusión de material a través agentes comunitarios, utilización de mensajes positivos, organizar sesiones informativas con profesionales de diferentes equipamientos para que deriven familias y especialmente que los centros escolares se impliquen activamente en este tipo de intervenciones.

Es, por tanto, preciso y necesario sensibilizar a padres y madres de su rol activo en la educación digital de hijos e hijas, con el fin último de garantizar un uso responsable y crítico de las pantallas. Estaremos entonces en el camino correcto para lograr algo tan fundamental que apuntaba la doctora en comunicación Charo Sábada en una de sus intervenciones.

“¿Se puede conciliar tecnología y educación? Sí… y tenemos que hacer posible que tecnología y educación se concilien porque es nuestra responsabilidad y de ello depende la felicidad de nuestros hijos.”

 

BIBLIOGRAFIA

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