La etiología desconocida de este trastorno es la razón de este artículo. Manejaremos como hipótesis tres tipos de aproximaciones: sociológicas, carencias afectivas y razones existenciales.
La dependencia a las compras ha recibido nombres como: oniomanía, compra compulsiva, síndrome de las compras, trastorno de la adquisición. En inglés se ha llamado: shopping disorder, pathological spending, dressing disorder, shopaholics, etc.

Lo conceptualizamos como la necesidad tiránica de comprar, la necesidad irrefrenable y abusiva de obtener casi siempre objetos innecesarios, superfluos. Estos objetos se olvidan almacenados en los armarios o en los trasteros, se regalan, se coleccionan o terminan finalmente reciclándose. Estas compras se pueden realizar por Internet, por catálogo, por cualquier medio o soporte.

Si en algo se caracteriza esta dependencia a comprar es precisamente por la repetición insistente (en episodios, generalmente 13 al mes aproximadamente) de la conducta de comprar y el no poder controlar el impulso de comprar. Este trastorno encaja con las dependencias comportamentales o lo que popularmente se entiende por trastornos adictivos, los cuales pueden tomar «diversas caras» ; ésta sería una de ellas.

En una primera fase hay un impulso irresistible a comprar. Se observa una sensación de placer, o una evasión «placentera» a la hora de comprar. Una primera fase eufórica con un evidente refuerzo positivo como factor mantenedor, donde la persona se percibe con el control en la decisión produciendo un alivio sintomático momentáneo. Una sensación de bienestar que generalmente alivia la angustia, el vacío.

En una segunda fase se observa un aislamiento progresivo del sujeto en forma de desvinculación de lo social, donde el sentimiento de culpa se hace más que presente. Se observa un estado de ánimo alterado caracterizado por una amalgama de síntomas tales como la ansiedad, la irritabilidad, el nerviosismo, síntomas depresivos aislados. Insomnio, agitación y una nueva e intensa preocupación por la búsqueda de objetos. Surgen problemas familiares (problemas de pareja) y económicos, ya que en este trastorno como en otros similares hay una supeditación del estilo de vida al mantenimiento de la dependencia. Por último, la duración del episodio de consumo como variable no sería un indicador fiable, sí su intensidad en la pérdida del control.

Desde un punto de vista Epidemiológico se habla de 6 % de personas afectadas en USA. En España, el Ayuntamiento de Madrid puso de manifiesto, en una encuesta presentada en el día mundial del consumidor, que un tercio de las personas reconoce que abusa comprando más de lo que necesita.

Una encuesta realizada por la UCE(*1) en varias regiones europeas, entre ellas Castilla la Mancha, sobre el consumo desmesurado, concluye que un 3% de personas padecen adicción patológica, un 8% jóvenes. Un 33% abusa irreflexivamente. Un tercio de los consumidores tiene problemas de descontrol en la compra y por consiguiente en el gasto, el 34% mujeres y el 32% son hombres.

Christenson (1994) expone la comorbilidad a tener en cuenta en este trastorno: los trastornos de ansiedad, el abuso de sustancias y los trastornos en la alimentación. Otro autor, Schlosser (1994), corrobora ese mismo año, casi a la par estos datos afirmando que la comorbilidad psiquiátrica en más del 60% son los trastornos de ansiedad, los trastornos depresivos, el abuso o dependencia de sustancias y trastornos en la alimentación. Lejoyeux y col (1995) nos habla de la compra compulsiva como conducta asociada a la depresión. El 8 % de las pacientes deprimidas presentaban síntomas de compra compulsiva.

A esta lista otros autores añaden los desórdenes de la imagen, los trastornos de personalidad, y el trastorno de ansiedad generalizado. También se relaciona con haber tenido problemas con el juego y con personas que en su pasado tuvieron problemas con el alcohol. En cuanto al diagnóstico diferencial también se deberá tener en cuenta el trastorno maniaco y la hipomanía.

Recientemente Vega, M. (2003) realizó un estudio piloto donde se encontraron correlaciones muy significativas entre las variables; abuso de las compras y la F14.4x Dependencia de cocaína [304.20] Remisión total temprana DMS IV. Este trabajo también refleja un incremento en la población adolescente y deja una puerta abierta a futuras líneas de investigación.

Según algunos investigadores, todo esto sugeriría que no es un “trastorno”, sino un síntoma complejo. (Como la presunta “anorexia mental” en la histeria). Por ahora dejaremos este interesante debate para futuros artículos.

En cuanto a las características demográficas el 80 % aproximadamente son mujeres según la mayoría de los estudios. El inicio y curso está en torno a los 18 años y la media de edad de los pacientes con problemas de compra compulsiva es, según Scholosser (1994), de 31 años. Según Christenson (1994) de 29.5 años. El nivel cultural es medio alto.

McElroy (1995), coincide con Scholosser (1994), al afirmar que «el 60% son mujeres de curso crónico. Mujeres entre 30 y 40-50 años que viven en ciudades más o menos grandes, de clase media alta», serían en un principio las más afectadas por este síndrome. Se esgrimen teorías explicativas, como por ejemplo que son mujeres que procuran ese placer momentáneo ante situaciones vivenciales displaceteras; el no afrontar las cosas se mezcla con la evasión repetitiva en los consumos (en episodios). Como factores de riesgo predisponentes se han descrito la presión de los medios en general, el culto a la archipresente juventud, a «lo joven», una presión que en un principio es más acentuada en las mujeres. Estos medios de comunicación refuerzan creencias tales como que el objeto se correlaciona con el estatus, creando asociaciones en donde la influencia sobre los demás, el prestigio, depende de los objetos poseídos. También se observa la exposición como aprendizaje (ir de compras relaja). Schiffman y Lazar (2001) comentan en este sentido: «recurrir al auto obsequio (…) como recurso para influir o controlar sus estados de ánimo –—me iré de compras para sentirme mejor—». En la literatura al respecto se ha descrito a estas mujeres con determinados rasgos como: hedonistas, mayor necesidad de activación, crédulas o mudables, expansivas, volubles e insatisfechas. Este colectivo mostraría mayor ansiedad y una alta o baja autoestima. La mayoría de las hipótesis nos llevan a interpretaciones emocionales que se inscriben dentro del comportamiento impulsivo(*2), (DSM-IV 1995) «donde la persona se enfrenta a conflictos emocionales y amenazas de origen interno o externo a través de la acción más que a través de las reflexiones o sentimientos». Una aproximación a dichos sentimientos empezaría con la falta de control en este colectivo de mujeres; hay una conciencia errónea de la actuación, pero también una idea de falta de control de sí mismas que no se percibe.

«Existe un deseo de tener ese control, una parcela de poder, donde ella piense que toma las decisiones, un poder insano disfuncional pero que en definitiva lo tiene y lo controla. Una mezcla entre la venganza, miedo, tentación, placer y poder, que no puede expresar, así canaliza las decisiones que no puede tomar en otros ámbitos. Ella en un momento y situación puede escoger lo que desea (…)»(*3).

En cuanto a los jóvenes, una de las nuevas formas de diversión es irse a los supermercados. Se esgrime frecuentemente la falta de sentido crítico de los jóvenes que abusan del consumir. Un colectivo, en principio, influenciable ante la publicidad. Un colectivo que debe ser más estudiado ya que los pocos estudios que encontramos de esta población son muy significativos en cuanto a su problemática. Jóvenes en general que han tenido problemas previos ya sean de carácter social o problemas psíquicos.

Los hombres adultos se caracterizarían por comprar objetos de tecnología, relojes (…).

En cuanto al tratamiento, cada vez se están desarrollando mejores modelos para el diagnóstico y la terapéutica de la conducta compulsiva y de las dependencias en general.

Comprobamos en la clínica a eficacia de los tratamientos grupales son eficaces y de igual forma compruebo en la práctica clínica que tanto un trabajo terapéutico en equipo como las revisiones clínicas optimizan los resultados terapéuticos en pacientes con este tipo de problemas.

Los modelos cognitivo-comportamental, los dinámicos y el modelo humanista están dando buenos resultados. También el modelo médico ayuda al tratamiento ofreciendo fármacos estabilizadores del humor, antidepresivos y ansiolíticos. Citalopram, fluoxetina, fluvoxamina (ISRS).

En la actualidad sí que observamos que comienza a existir una conciencia más clara de lo que puede originar dependencia psicológica en general.

En nuestra opinión y como hipótesis para futuras investigaciones, intuimos que el porcentaje de afectados pueda ser similar a la ludopatía, y que dependa de otras variables como la zona geográfica, el sexo, las regiones, el poder adquisitivo, etc.… Aunque no dispongamos de datos empíricos estadísticos del 2003, sí observamos y tenemos confirmación de que no va a menos, sino a más. Personas que tienen cada vez menos tolerancia a la frustración, personas con más ansiedad, gentes que padecen más soledad, angustia, dificultades laborales. Sobre todo mujeres. En referencia a este colectivo consideramos convenientemente agregar que en el pasado la mujer sufrió el llamado sexismo hostil. Después se transformó en un sexismo ambivalente, que igualmente veía a la mujer como inferior. La posición actual es el sexismo benevolente, donde hay una especie de semi-concesión; implica que la mujer es apreciada pero se le ponen ciertos límites.

El hombre actual a debate.

Debemos tener en cuenta que la dependencia a las compras es un fenómeno «nuevo», posterior a la revolución industrial. Hoy por hoy nos podemos preguntar qué cambios están acaeciendo en nuestra sociedad para que se dé con gran intensidad esta conducta de comprar compulsivamente, Mario P, nos apunta el cambio cultural que se ha venido dando en el último cuarto de siglo XX, afirmando que: «Este cambio se podría registrar también en términos tales como por ejemplo, capitalismo industrial o consumista. Un hombre al que consideran lleno de información, saturado, relleno de contenidos volátiles y vacío al mismo tiempo». Esta es la paradoja del hombre actual, la paradoja del hombre capitalista o consumista. Harvey (1990) habla sin tapujos de estos aspectos que considera propios del hombre actual y su entorno, diciendo que: «A la ideología actual del capitalismo consumista, le interesa efectivamente un sujeto plural, fragmentado, móvil, efímero y que a la vez se sienta fuente creadora de sus propios gustos». Aparte quedaría el debate de la no alternativa de otros modelos sociales. El analista Andrés Borderías es muy claro al insistir en este mismo sentido: «Sin duda, el de las adicciones es un síntoma acorde a la época, un síntoma acorde al repudio de la castración (la norma) propio del discurso capitalista y de la exigencia del derecho al goce».

Tampoco se pasan por alto factores sociales, culturales, o la introducción del concepto rendimiento. Psicoanalistas como Fernando Martín Adúriz (2002), apuntan las exigencias actuales en el rendimiento, «exigencias en la diversión, el ocio con riesgo, el aumento de las fronteras para los límites corporales. A más objetos más cerca de `algo´ nuevo estamos».

Philippe Jeamment (1998) también acentúa el concepto «rendimiento»; en este sentido afirma que: «no tiene nada de sorprendente hoy en día que existan menos conflictos en torno a las prohibiciones y a la culpabilidad, que conflictos en torno al temor de no poseer los recursos narcisistas para alcanzar rendimientos suficientes. Hoy en día, la ausencia de límites, la evolución muy rápida del sistema de valores y, sobre todo, el derrumbe de las prohibiciones, han sido reemplazados por una exigencia de rendimiento». A esta lista de Jeamment añadiríamos el declive de la función paterna, el padre pusilánime o una sociedad donde la mirada, lo voyeurístico que está archipresente, es un campo suficientemente abonado para estas conductas dependientes del objeto.

Otra forma paralela de aproximación en cuanto a la comprensión de esta dependencia es entender la angustia, acepción tratada por muchos autores, de los cuales señalamos tres: Heidegger, Freud y Kierkegaard. Para Kierkegaard (1884) la nada es la fuente básica de la angustia «la nada y la angustia son siempre correspondientes entre sí, la angustia queda eliminada tan pronto como aparece de veras la realidad de la libertad. Pero la angustia también es el vértigo de la libertad». Vemos, pues, en esta dependencia una libertad de elección, mal entendida, que no hace más que suturar la angustia momentáneamente, poniendo parches —objetos—, al vacío.

Para Freud la angustia partiría de la castración simbólica, concepto que vendría a colación de la tragedia aristotélica(*4). En Heidegger la angustia humana emana del fin, del saber de su finitud en la existencia, el «ser consumido», llevando el término junto al sentido de la vida, por lo cual las personas se refugian en lo cotidiano, en la repetición o en el afán de la novedad. Dos caminos que vemos cómo pueden juntarse, en este caso, en la repetición de lo nuevo.

En resumidas cuentas, el objeto se nos muestra atractivo para suturar el vacío generador de angustia, el «horror vacui(*5)». Un alivio momentáneo que nunca llega a colmar y que termina finalmente por consumir al sujeto. El objeto, un espejismo narcisista de necesidad de completud, recuperación de lo perdido, recuperar una identidad, intentar llenar repetidamente algo. Decidir y tomar el control en alguna parcela aunque ésta sea disfuncional. En la actualidad, McDougall (1992) viene a decir lo mismo al tratar el objeto transitorio, afirmando que en definitiva: «es obturador y no proveedor, de un movimiento de narrativa personal». Y no podemos estar más de acuerdo con Pablo Cozan (1996) al observar las nuevas envolturas del síntoma acordes con la época: «Así como en la época victoriana reinaba una masiva represión sobre la pulsión sexual, hoy ha aparecido una nueva forma de represión, que recae sobre el ansia de posesión que apuntala la completud narcisista».

Referencias

  • Adúriz, F. (2000) Tiempos modernos y niños hiperactivos. Cuadernos de psicoanálisis de Castilla y León Nº 3. Palencia: GEPCL.
  • Baudrillard, J. (1996) Baudrillard in the new technologies: An interview with Claude Thibaut. March 6, 96 cybersphere 9: Philosophy.
  • Becoña, E. (1997) Psicopatología y Tratamiento de las Adicciones. Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia.
  • Belloch, A. y Sandín, B. y Ramos, F. (1994) Manual de psicopatología. Vol. 1. Vol. 2. Madrid: McGraw-Hill
  • Borderías, A. (2000). Acting-out y Veleugnug: una contribución a la clínica de las adicciones. Cuadernos de psicoanálisis de Castilla y León Nº 3. Palencia: GEPCL.
  • Cozan, P (1996) Sociedad consumista o comprista?. Extraído en la biblioteca de red psicología en: Word Wide Web el 02-03-2003 http://galeon.hispavista.com/pcazau/
  • Christenson, G et col. (1994). Compulsive buying: descriptive characteristics and Psychiatric comorbidity. J. Clinic Psychiatry, 55 : 1, 5-11
  • DSM IV. (1997). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona: Masson S. A
  • Fuentes, J. Sanz, O. de la Gándara (1999) Adiciones sin drogas. Hábitos o enfermedades. Madrid: Agencia Antidroga Comunidad de Madrid
  • Gándara, J. (1996) Comprar por comprar. Madrid: Cauce editorial.
  • Jeammet, P. (1998) “Violencia y narcisismo” revista de psicoanálisis con niños y adolescentes Nº 11 Buenos aires pp. 54 -61
  • Kierkegaard, S. (1984). El concepto de la angustia. Barcelona. Ediciones Orbis.
  • La compra compulsiva: quién la padece y por qué-. Instituto superior de estudios psicológicos. Extraído el 02-03-03 en Word Wide Web: www.isep.es/cas/
  • Lejoyeux, M et col (1995) compulsive buying and depression. Journal of clinical psychiatry 56:1 January.
  • Locos por comprar. (22-diciembre-2003). El mundo, suplemento de salud 133. Extraído el 03-02-03 del Word Wide Web: www. el-mundo/salud
  • Matey, P. (2000 Año IX número 414). Un antidepresivo puede ser eficaz en la terapia de los compradores compulsivos. Salud El mundo, pp. 12.
  • McDougall (1992) teatros de la mente Madrid Tecn.
  • McElroy, S. (1994) Compulsive buying: a report of 20 cases. J Clinic. Psychiatry. 55, 242-248
  • Pérez, F. (2001). Adicciones a Internet. Infocop Nº 78 pp. 29-31. Madrid: Colegio Oficial de psicólogos de España.
  • Pérez, F. (2002 Febrero) Puesta al día en las dependencias sin sustancias. Portal de Psicología. Extraído el: 02- marzo del 2003 en Word Wide Web: www.psicoactva.es
  • Programa de prevención y tratamiento de problemas personales relacionados con la adicción al consumo, hábitos personales de compra y sobreendeudamiento. Página de Castilla la Mancha sección de Sanidad. Extraído el 02-03-2003 en: Word wide web: www.jccm.es/sanidad
  • Reeve, J. (1994) Motivación y emoción. Madrid: McGraw-Hill.
  • Rego, P. (2000 El mundo año XII numero 270). Comprar es enfermizo. Crónica. El mundo, pp. 6-7.
  • Schiffman, G y Lazar, L. (2001) Comportamiento del consumidor (7ª ed). México: Prentice may
  • Schlosser y col. 1994 Compulsive buying: Demography, phenomenology, and comorbidity in 46 subjects. General hospital psychiatry 16, 205-212,
  • Sweet, C. (1995) Venza sus adicciones. Barcelona: Robin Book
  • Trías E, (1992) Lo bello y lo siniestro. Barcelona: Ariel
  • Vega, M. (2003) Trastorno en el control o adicción a comprar. Investigación archivada en la escuela de Proyecto Hombre. Madrid: Escuela de PH Aravaca.

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    (*1) Estudio de la UCE Secretaría de Sanidad realizado conjuntamente en Escocia Lombardia, Castilla la Mancha, Toscana.

    (*2) Acting out

    (*3) Adelina, J (2-27-2003) Experta en Análisis transaccional. Comunicación personal.

    (*4) Ver La tragedia aristotélica en: Trías E, (1992) Lo bello y lo siniestro. Barcelona: Ariel


    (*5) Horror al vacío