Volvamos a evitar hipocresías: las drogas, en diversas civilizaciones y culturas alrededor del mundo, cumplen unas funciones de rituales de paso y experimentación que pueden resultar fundamentales para el desarrollo de la madurez de las personas que superan dichos rituales. Hablando claro: los adolescentes están obligados a experimentar, en estos tiempos y en todos los tiempos. ¿Cuáles son los problemas de estos tiempos y estos jóvenes, entonces?
Para empezar, la edad adulta se inicia de manera cada vez más tardía (a la inversa, actualmente se puede ser adolescente toda la vida, en una especie de síndrome de Peter Pan generalizado); sigamos con que la experimentación es muy relativa, ya que cada vez hay más conocimiento sobre los efectos y contextos de las drogas (sobre la relación entre el inicio del consumo y la coincidencia con el inicio de la vivencia sexual me he permitido el lujo de hablar más adelante); finalizamos con toda la microsociedad que se crea alrededor de las drogas, su uso y consumo.
Claro que nos equivocamos si cargamos las tintas sobre el estereotipo de los jóvenes consumidores de sustancias, y nos dejamos arrastrar por conceptos como “la Generación Ni-Ni”, las noticias de los delitos cometidos por jóvenes juzgados por la Ley del Menor (que supuestamente es tan flexible y laxa), los macrobotellones y la parte más aparatosa del comportamiento de las personas entre 15 y 25 años. Sobre todo, porque esas señales de alarma nos encubren bastantes problemas que existen y que no son de adolescentes:
¿En qué punto de estas reflexiones encajan los consumidores cronificados de heroína (revuelta, al menos en Andalucía, normalmente con cocaína) que llevan más de 25 años de consumo en muchos casos y que han tomado de todas las sustancias, pasando de inyectarse la droga a fumarla en papel de plata o continuando con la vía parenteral?
¿Cómo definiríamos a la combinación existente ahora entre las tres generaciones de consumidores de cannabis en Andalucía? Porque antes de los adolescentes actuales han existido en España otras dos generaciones de consumidores de hachís y marihuana: la de los 70 y la mili, los 90 y la Universidad, y la actual generación del Síndrome Amotivacional. En todos ellos hay aspectos comunes: fracaso escolar, problemas familiares, dificultades para tolerar normas de convivencia familiar y social…Algunos de ellos continúan con el hábito, hablamos de consumidores habituales de entre 30 y 50 años. No son adolescentes, aunque a veces sí les notemos un puntito de inmadurez.
Los consumidores de cocaína de entre 25 y 40 años son actualmente el principal perfil de persona atendida en los programas de tratamiento en Andalucía. Algunos se identifican como consumidores puros de cocaína (aunque abusen del alcohol y del juego patológico, tragaperras sobre todo); otros reconocen haber consumido “de manera esporádica”, en ocasiones esporádico significa “cada fin de semana y fiesta de guardar”. El motivo de reclamar ayuda es por problemas familiares, de pareja, laborales, económicos…Escasamente por reconocer una adicción. Nunca por “estar enganchado”. La jerga de la heroína se mantiene a pesar de los cambios sociales. No hablamos de adolescentes, aunque algunos tengan un estilo de vida propio de un estudiante.
El ejemplo más terrible suelen ser los alcohólicos mayores de 35 años, colectivo que puede hacer (se) un daño atroz hasta que empiezan a reconocer que tienen un problema. Suelen reconocerlo cuando han llegado a un grado de deterioro personal, familiar y sociolaboral importante, a veces irreversible: problemas familiares, conflictos de pareja, deudas y préstamos imposibles de ser cubiertos, aislamiento social, ausencia de actividades provechosas de tiempo libre, absentismo y accidentes laborales, engaños y fraudes a determinados organismos (Seguridad Social, Servicios de Empleo, Servicios Sociales), problemas educativos en los hijos, desatención de los hijos y los dependientes a cargo, problemas físicos y orgánicos casi irreversibles con un grado de deterioro muy exagerado en algunas ocasiones…
Eso sin hablar de los jugadores compulsivos de juegos de azar, máquinas tragaperras, los nuevos jugadores de casinos y póker on-line…
¿O es que todas estas personas no sufren por sus problemas, sean o no provocados por las sustancias?
Firmado: Antonio Jesús Molina Fernández
Psicólogo colegiado GR-04474