¿El tabaco tiene sus días contados? Una de las nuevas características de nuestra sociedad es que las drogas son un artículo de moda, se instauran tramposas como pasajeras en el tiempo pero no acaban de desaparecer del todo. Antiguamente podíamos decir que cada sociedad tenía su droga contextualizada en sus propias situaciones y en ritos. A lo largo de los siglos, cada sustancia psicoactiva tenía su zona geográfica, su función religiosa, o su utilización médica en el entorno de los chamanes.

Las crónicas de la utilización de sustancias son muy antiguas, en esta nuestra pequeña historia en forma de civilización podemos situar el origen de la cerveza en África, existen referencias al opio hace 3000 años en mesopotámia, concretamente, los pueblos mesopotámicos ya conocían la adormidera, la belladona, el cannabis, la cerveza y el vino. El origen del cannabis se ha situado en la literatura en la cultura hindú. Las plantas estimulantes y alucinógenas en las tribus de indios nativos en América, siempre tuvieron connotaciones culturales, religiosas y médicas. Cada droga tenía su contexto. Como en tantas cosas, fueron los griegos quienes hablaron primero de la dependencia a determinadas sustancias, recordemos el libro, “Moral, a Nicómano” de Aristóteles, donde se “distingue entre los intemperantes y los incontinentes”. Desde la antigüedad, los médicos hipocráticos ya trataban estos problemas, los filósofos, políticos, poetas y teólogos, han debatido ampliamente las consecuencias nocivas y beneficiosas del uso de sustancias psicoactivas.

En la sociedad moderna, a diferencia de otras culturas, las sustancias se instalan como novedosas pero nunca llegan a desaparecer definitivamente, se convierten en un insidioso y molesto invitado y, sí pasan de moda, tras el paso del tiempo queda un resto, una mancha como cuando un charco seco deja su rastro. Y como ya ocurriera con otras drogas que en su día estuvieron de moda, ya son muchos los que empiezan a profetizar el fin del tabaco. Su rastro. Tal vez el tabaco se recuerde en el futuro por su larga vida y porque se permitió su consumo masivamente incluso en edades tempranas, se recordará por las interpretaciones laxas y equívocas que le han acompañado. Al tabaco lo recordaremos en los ámbitos profesionales como la pandemia más duradera en el tiempo y la que más víctimas produjo, pero intuimos que en las próximas generaciones será raro encontrar personas que fumen. Un estudio australiano se atreve incluso a poner fecha al fin del tabaco a nivel mundial: el año 2029. El tiempo dirá si se cumplen estos pronósticos.

Son varias las razones principales que han permitido al tabaco convertirse en una desgraciada epidemia, una es que su venta siempre ha sido rentable, muy lucrativa para las arcas del estado, algo que nunca ha ocurrido con la heroína o la cocaína con las que los beneficios de su consumo han engordado las cuentas corrientes de camellos y traficantes. La diferencia es sustancial. Pero llegado el día en el que la evidencia científica ha demostrado la relación directa entre el tabaco y enfermedades como el cáncer, tras décadas de ambigüedades y de intereses, la sociedad civil se ha movilizado creando asociaciones como todas las que luchan contra el cáncer tratando de poner cordura y de minimizar las consecuencias de esta epidemia. Puede que se halla tardado mucho pero más vale tarde que nunca.

Las trampas del tabaco, su descontextualización…, como nos indica La Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) propician la tardanza en el diagnóstico del cáncer de pulmón debido al carácter «silencioso» de sus síntomas. El tabaquismo, recuerdan los especialistas, es responsable del 90% de casos de esta patología. Hoy, está cambiando la dirección del discurso y la pregunta no es cuánto se gana con los impuestos del tabaco sino cuánto se gasta sanitariamente para tratar los efectos de esta pandemia.

Paradójicamente el foco de la polémica se empieza a situar en otro lugar, el asunto parece ser que no es el grave problema de salud o el debate sobre la libertad. El centro de la atención, como ya ocurriera en otras ocasiones, se desplaza a preguntas como esta: ¿Si los trabajadores tienen que salir a fumar al patio o a la puerta cuántas horas se perderán?. Y como suele ocurrir surgen otros legítimos intereses, como los de la Federación Española de Hostelería (FEHR) y la Asociación Nacional de Empresarios por la Calidad del Ocio (ECO) que se quejan diciendo que es una ley imposible de cumplir, proponiendo períodos de transición antes de que se implante. Las empresas implicadas en la industria del tabaco saben que entre denuncia y denuncia, tienen rendijas donde colarse y en medio del alboroto venden por ejemplo cigarrillos franceses Arkopharma para dejar de fumar. Nuevas estrategias. ¿Cuanto tiempo tardarán en extinguirse mitos como que la nicotina mejora el pensamiento otorgando mayor rapidez y agilidad mental, aunque las líneas de investigación actual apunten a lo contrario?.

Las trampas del tabaco se sitúan en muchos niveles y en todos los frentes. En la década de los 80 se reconoció en el DSM-III que el tabaco provocaba dependencia y abstinencia, pero esta inclusión provocó muchas presiones, las tabacaleras intentaron influir para que se incluyera cualquier dato que atenuara el mensaje. Presiones de las tabacaleras que se resumen en datos: el 46% de los adolescentes con edades comprendidas entre los 11 y los 18 años ha fumado alguna vez y medio millón de adolescentes fuma a diario en España. La edad de inicio vuelve a bajar, antes se situaba en los 13 años y ahora en los 12 según datos de la Organización Mundial de la Salud. Según los datos de la última Encuesta Nacional de Salud el 31% de los españoles mayores de 16 años fuma habitualmente, y el porcentaje aumenta en mujeres, un aumento provocado por las campañas publicitarias dirigidas a éstas.

Los nuevos cigarrillos de bajo coste, puede que sean el último coletazo de un dragón herido de muerte en beneficio de todos. Esto en Proyecto Hombre, se nos plantea como un nuevo reto.

Firmado: Fernando Pérez del Río

Psicólogo clínico