Si bien es cierto que un consumo moderado de alcohol puede resultar agradable, producir placer y no comportar riesgos para la salud, todo el mundo sabe que al sobrepasar determinados límites el agradable Dr. Jekyll puede convertirse en el temible Mr. Hyde y el placer tornarse en sufrimiento.

El problema está pues en saber dónde está el límite, y aunque casi todo el mundo presume de saber dónde está el suyo, la evidencia nos muestra que muchos se equivocan y lo acaban pagando muy caro. Se trata en definitiva de controlar el riesgo.

El objetivo no debe ser evitar el accidente pisando el freno a fondo en el último segundo, sino conducir (en este caso, beber) de forma que los riesgos de sufrir un accidente sean mínimos.
Precisamente en el intento de definir cuáles son los límites de consumo alcohólico aceptables para el individuo, ha nacido el concepto de bebedor de riesgo. El bebedor de riesgo es precisamente aquel que consume alcohol de forma arriesgada, es decir, con altas probabilidades de padecer sus consecuencias negativas. El riesgo viene a su vez determinado por dos aspectos diferenciados: las cantidades consumidas y las circunstancias de consumo. Vamos a analizarlas separadamente.

Un consumo superior a 40 gramos diarios de alcohol en los hombres o 24 gramos en las mujeres ya comporta un riesgo notable para la salud. De hecho, con estas cantidades ya se multiplica por dos el riesgo de muerte en general, por seis el riesgo de enfermedades hepáticas y por cinco el riesgo de muerte violenta (por ejemplo, en accidentes o agresiones).
Para calcular las cantidades bebidas, el sistema más fácil es utilizar las unidades de bebida estándar (UBE). Se considera que una consumición de una cerveza, vino o cava corresponde a una UBE, mientras que cada consumición de destilados (whisky, brandy, ginebra, anís, combinados…) contiene dos UBE.

El contenido alcohólico de una UBE se sitúa en España alrededor de los 10 gramos de alcohol, y por tanto el límite razonable hay que situarlo en 4 UBE diarias para los hombres y 2 UBE para las mujeres.

Pero del mismo modo que no es igual conducir a 100 kilómetros por hora por la autopista o en una carretera de montaña, existen situaciones o circunstancias personales donde el límite debe ser mucho más bajo, incluso cero. Así, sabemos que los adolescentes y los ancianos son especialmente sensibles al alcohol, que en las embarazadas el consumo de alcohol puede generar malformaciones fetales, y que el consumo de bebidas alcohólicas debe ser evitado cuando se toman determinados medicamentos.

Y si antes aludíamos a la conducción como símil, no podemos olvidar que el alcohol es responsable de una de cada cuatro muertes por accidente de tráfico en Europa. Y es que hay casos donde la sabiduría popular se adelanta a la legislación: «Si has begut, no condueixis», reza la canción.

Jefe de servicio de la Unitat d Alcohologia de la Generalitat. Hospital Clínic.