En el mes de noviembre de 1492, los navegantes que acompañaban a Cristóbal Colón en el descubrimiento de América fueron los primeros europeos que vieron a seres humanos fumando e introdujeron en Europa las primeras hojas y semillas de tabaco junto a otras especies vegetales. En aquella época fue utilizado por minorías sociales. Sin embargo, a lo largo del siglo XX su uso se generalizó por todo el planeta, hasta llegar a ser parte de la forma de vida de muchas personas.

En los países desarrollados el tabaquismo ocasiona cada año más de dos millones de muertes, de forma que entre los años 1950 y 2000 ha sido responsable de 60 millones de muertes. En 1998 fallecieron en España 55.613 personas como consecuencia del tabaquismo, lo que representó el 16% de las muertes que sucedieron. El 28,3% de todas las muertes en varones son debidas al tabaquismo frente al 2,5% en el caso de las mujeres. Además, la incorporación de los jóvenes al consumo de tabaco está adquiriendo una dimensión no conocida hasta ahora en el caso de las chicas, que permite pronosticar un aumento de la mortalidad relacionada en los próximos años.

El tabaquismo es la principal causa de mortalidad evitable en nuestro país, una enfermedad que lejos de controlarse aumenta de forma alarmante. Aunque la mortalidad atribuible en mujeres todavía es reducida, aumentará en los próximos años tal como ha sucedido en países en los que su incorporación consumo de tabaco se produjo antes que en el nuestro. En este sentido, en el año 1999 sucedieron en EEUU 68.000 muertes por cáncer de pulmón entre las mujeres, el 25% de todas las muertes por cáncer, convirtiéndose en la principal causa de muerte por cáncer en el sexo femenino.

El tabaquismo pasivo aporta una nueva dimensión al problema, porque supone un riesgo añadido para la salud de los no fumadores, tanto antes de nacer como en la infancia y en la edad adulta. La exposición intrauterina al humo de tabaco duplica tanto la probabilidad de nacer muerto como la mortalidad infantil en el primer año de vida, aunque afortunadamente las mujeres que dejan de fumar antes de la semana 16 de su embarazo presentan un riesgo similar al de las no fumadoras. De esta forma, que si todas ellas dejaran de fumar en este periodo se evitarían el 25% de los recién nacidos muertos y el 20% de las muertes en el primer año de vida. Por ello, las intervenciones dirigidas a reducir la tasa de embarazadas fumadoras deberían constituir una prioridad sanitaria.

En los adultos, la exposición involuntaria al humo de tabaco ambiental, que puede suceder en el domicilio o en el lugar de trabajo, es causa de enfermedad, incapacidad y muerte prematura, principalmente por enfermedades cardiovasculares (angina de pecho, infarto de miocardio, accidente cerebrovascular agudo) y respiratorias (cáncer de pulmón y asma bronquial).

El coste social, laboral y económico derivado del consumo de tabaco es muy elevado. En el año 1993 los cuidados sanitarios asociados a enfermedades derivadas del tabaco ascendieron a 50 billones americanos de dólares en EEUU, a los que habría que añadir el coste social derivado de la pérdida de productividad por muertes prematuras. En España se ha estimado que una reducción del 10% en el consumo de tabaco permitiría un ahorro del 0,2% del producto interior bruto (PIB).

Por fortuna, abandonar el tabaco implica importantes beneficios para la salud. Un año después de dejar de fumar el riesgo de cardiopatía isquémica disminuye en un 50% y el de desarrollar cáncer de pulmón también lo hace, aunque más lentamente. Un estudio español ha comprobado que en ausencia de intervención sobre el consumo de tabaco, el número de muertes relacionadas seguirá aumentando, aunque una reducción del 40% de fumadores en el periodo de 1992 a 2000 habría reducido en 6.035 y 5.237 el número de muertes cardiovasculares y por cáncer en el año 2020, en el que se manifestarían completamente los efectos de la intervención.

Desde nuestro punto de vista, un paso determinante ha sido la consideración del tabaquismo como una enfermedad. En esta situación los médicos estamos obligados a ofrecer las soluciones disponibles: facilitar su diagnóstico y tratamiento de acuerdo con las normativas de diferentes sociedades científicas que existen en la actualidad, en las que el tabaquismo es entendido como una enfermedad crónica, curable en muchos pacientes. A pesar de la trascendencia del asunto y de los grandes beneficios de dejar de fumar, la inmensa mayoría de fumadores no han sido diagnosticados con respecto a su tabaquismo y no se benefician de las posibilidades terapéuticas.

La atención sanitaria debería incluir los métodos de tratamiento del tabaquismo de manera institucionalizada y asegurar la intervención activa de los profesionales de la salud de un modo apropiado sobre los fumadores. Para ello es necesario que los poderes públicos faciliten los recursos necesarios para que sean identificados todos los pacientes fumadores y cambiar la cultura de los profesionales sanitarios para ofrecer, en cada visita clínica, una intervención apropiada a todos ellos.

En definitiva, a pesar de la evidencia de las cifras, las actividades dirigidas a evitar esta «crónica de muerte anunciada» son muy escasas. Nosotros deseamos que el mejor conocimiento de todos estos aspectos, con motivo de la celebración el 31 de mayo del día mundial sin tabaco, contribuya a reducir la magnitud de una epidemia tan anacrónica y a mejorar la salud de todos los ciudadanos de la Comunidad Valenciana.