Latas de cerveza por las esquinas, brindis con calimocho en mitad del parque, bolsas de hielo semivacías, alguna patata frita para acompañar el ágape… Este escenario se multiplica estos días por las principales ciudades españolas, y sobre todo por las que llevan a gala ser universitarias.

Léase Salamanca, Cáceres o Granada. Y es que el año académico está de estreno, y con él la llegada a estas provincias de estudiantes y botellones –tan denostados por unos como exaltados por otros–, se dispara.

En ciudades como Cáceres se ha notado aún más, llegando a provocar la detención de varios jóvenes por protestar violentamente por el horario de cierre de bares.

Es un hecho que ellos, los universitarios, ya están de vuelta, y además son los que encajan a la perfección con el perfil de los que más se emborrachan los fines de semana.

El prototipo es varón de entre 20 y 24 años, universitario y soltero. En su caso, y según el Plan Nacional Sobre Drogas, la borrachera es de órdago.

No son los únicos. Los practicantes de esta religión que no disminuye su número de adeptos son cada vez más jóvenes. De hecho, la edad media de inicio al consumo de alcohol de los españolitos es de 14 años.

Y aquí no hay distinciones de género: tanto ellos como ellas le dan al calimocho. La única diferencia es que los chicos beben más, mientras que las féminas les ganan en frecuencia.

Con estos retazos de realidad etílica se ha iniciado el curso, ya que pese a la prohibición de beber alcohol en la calle en siete comunidades (Aragón, Canarias, Cantabria, Castilla y León, Madrid, Murcia y Valencia), los botellones, haberlos, hailos.

Y para muestra, un recorrido por cuatro de las ciudades españolas más botelloneras: Cáceres, Madrid, Granada y Salamanca.

CÁCERES

Cristina salía del único pub que cerraba a las 4.30 horas hace unos días en Cáceres, cuando, copa en mano, se encontró inmersa en una batalla campal: lanzamiento de botellas, señales de tráfico arrancadas, quema de contenedores… «Hubo gente que empezó a hacer barbaridades, pero creo que los policías se pasaron. Parecía que jugaban a los indios y empezaron a disparar a todos con agua o algo raro», recuerda esta universitaria que vive en Cáceres, pero estudia en Badajoz.

Resultado del enfrentamiento: seis detenidos, cuatro policías heridos, mobiliario urbano destrozado…

Cristina añade que estos incidentes no son habituales en la ciudad, a pesar de que «todo el mundo bebe en la calle los fines de semana». Los sucesos se debieron al nuevo horario de cierre de los bares, que se estableció (entre 2.30 y 4.30 según el local) durante el verano.

Ha sido ahora, a la vuelta de los estudiantes de las vacaciones, cuando han surgido los primeros choques.

El alcalde de la ciudad, José María Saponi, ha creado un dispositivo especial de seguridad para evitarlos, puesto en marcha este fin de semana.

En su opinión, no se trata de un problema de universitarios sino de «cuatro gamberros». Saponi añade que está en entredicho la imagen de la Universidad de Extremadura y que no se trata de «reprimir», sino de «evitar actitudes violentas».

MADRID

Ha sido la última comunidad en prohibir la ingestión de alcohol en la calle, con multas de hasta 30.050 euros. La norma incluye a la Universidad, donde sólo podrán beber líquidos con menos de 18 grados (cerveza y vino) y en la cafetería.

La ley también ha hecho que los del botellón se trasladen del centro a zonas menos vigiladas, como Ciudad Universitaria. Allí, entre facultades y colegios mayores, los estudiantes sacan sus minis y empiezan la juerga.

Estas concentraciones han provocado que la Concejalía de Seguridad haya pedido a María Teresa Fernández-Pacheco, vicerrectora de alumnos de la Complutense, dueña de los terrenos, que controle las basuras acumuladas allí los fines de semana. La vicerrectora ya ha contactado con los colegios mayores para evitar los guateques.

GRANADA

Más de la mitad de sus habitantes son posibles usuarios del botellón. La cifra llega a 60.000 al hablar de universitarios, lo que concede todas las papeletas a Granada para que se convierta en otra ciudad del botellón.

Las concentraciones nocturnas que años atrás se producían en el centro se han desplazado a zonas como el Albaicín, originando las protestas de vecinos.

Óscar Martínez, alumno de Económicas en Granada y natural de Vilches (Jaén), lo confirma: «La gente se ha dispersado, ya no hay aglomeraciones en una zona».

El factor económico es, en su opinión, el motivo del botellón. «Los estudiantes salimos con seis o 12 euros y no podemos beber en los bares porque te gastas 24. Además, con el euro se ha notado una subida muy grande», explica.

Su solución: «Llevar a la gente a otro sitio donde no moleste, pero es un problema porque tendría que coger el coche».

El Ayuntamiento de Granada ha puesto en marcha un plan de choque para disuadir a los jóvenes de la bebida. Es éste: multas de actitudes no civilizadas, control del horario de cierre de bares, talleres nocturnos de danza, tatuaje y piercing…

SALAMANCA

En Castilla y León está prohibido beber alcohol en la vía pública, pero a los salmantinos no parece afectarles. «La Policía no dice nada porque es demasiada gente y no van a multar a todos», señala Roberto Díez, estudiante de Periodismo en Salamanca.

De jueves a domingo, la plaza de Timbales es un bullir de chicos, chicas, latas, botellas, minis… Roberto se convierte entonces en parte de ese mobiliario urbano.

La última vez que lo hizo fue el primer jueves de octubre, cuando ya estaban en la ciudad los estudiantes de fuera. «Se notó una salvajada la vuelta», comenta.

También habla de otra modalidad de botellón: el que se celebra en pisos de estudiantes. Habrá que echar la culpa al frío polar de la ciudad charra.