El ministro del Interior británico, David Blunkett, volvió a irritar ayer a tirios y a troyanos con su nuevo plan sobre drogas ilegales. No obstante y aunque los sectores más conservadores y más liberales gritaran casi al unísono, es probable que muchas familias acojan sus planes con cierta satisfacción. Al menos parecen realistas.
Los sectores más prohibicionistas han puesto el grito en el cielo ante el anuncio de que el Servicio Nacional de Salud proporcionará heroína a los adictos. Lo cierto es que esquemas de ese tipo funcionan ya en grandes ciudades como Londres, donde 400 personas reciben tratamiento y todo parece indicar que las ventajas sociales superan los inconvenientes. El sistema consiste simplemente en que los médicos determinen la adicción y se haya probado un tratamiento a base de metadona (una terapia siempre cuestionada, pues la metadona es igual de adictiva, aunque menos «placentera» que la heroína). Una vez estos requisitos se hayan dado, los adictos recibirán sus dosis en condiciones higiénicas y, por supuesto, con jeringuillas desechables. Pero esto de la heroína es sólo un aspecto de lo anunciado ayer por Blunkett.
El ministro identifica, como también lo hace la Policía, las drogas que causan verdaderos problemas sociales, de manera que su interés, además de la heroína, se dirige básicamente al crack y el éxtasis, cuyo uso se ha extendido de forma alarmante en la sociedad británica.
Drogas de clase «A» y «B»
En realidad, la policía dice que el 99% de los gastos ocasionados por las drogas se deben a las inscritas en la categoría «A» (opiáceos, crack, cocaína), pero el éxtasis es algo tan extendido que el ministro no puede dejar de mencionarlo, aunque sea clase «B». Como fuere, la estrategia de Blunkett está clara: «Sabemos que el cannabis es peligroso, pero no conduce a la desintegración total de la vida de las personas que provocan la heroína, el crack y el éxtasis. Y sabemos que pueden matar». Los sectores más liberales se indignaron por el ministro, porque tras rebajar los cannabináceos a la categoría «C», dispuso que la policía también pudiera detener a los poseedores de estas drogas. El ministro contestó a las acusaciones de que estaba enviando mensajes contradictorios explicando que sólo se trata de dar más poderes a la Policía en el caso de que alguien tenga comportamientos antisociales. «Por lo general», dijo Blunkett, «sólo se requisará la droga y se realizará un apercibimiento».