Carlos Alfonso, un niño indígena de 11 años de edad, pasó la noche junto a otros menores debajo de un mesón de lata, luego de que fuera despojado por huelepegas de 4.500 bolívares que ganó durante el día cuidando carros. Se despierta todas las mañanas con el ruido ensordecedor de los carritos por puestos y los gritos de los buhoneros de la curva de Molina, uno de los sectores en la zona oeste con mayor índice de delincuencia en Maracaibo. Su familia habita en un barrio cercano.

Carlos Alfonso huye de las bandas de menores mucho más violentos.

Aún no consume drogas, ni mendiga, y quiere estudiar, pero sigue sin saber dónde ir.

Como él, miles de niños buscan sobrevivir en las calles de Maracaibo, sin padres ni atención de los organismos encargados de proteger a la infancia. Las instituciones no pueden frenar el incremento de la presencia de menores que mendigan en las calles de Maracaibo.

Organismos de atención al menor como El Jardín de Belén y La República de los Muchachos concuerdan que el número de niños en estas condiciones se ha incrementado en los últimos años en toda la entidad federal.

Xiomara Ocando, directora de la República de los Muchachos, organismo adscrito a la Gobernación del Zulia y que atiende a niños y adolescentes con problemas de consumo e indigencia, confirmó que existen en el estado 6.000 niños que sobreviven en la mendicidad, tanto en Maracaibo como en sectores de la costa oriental del lago.

«Hace 3 años se realizó un estudio que estableció una cifra de 4.000 menores expuestos a los problemas de la calle, pero el número ha aumentado ante la carencia de recursos que niega el Gobierno nacional a estos organismos y debido a la crisis económica que afronta el país, que ha agudizado los niveles de pobreza», manifiesta Ocando.

Evelín Trejo de Rosales, primera dama del estado y presidenta de la Fundación del Niño en Zulia, dice que la situación es alarmante, principalmente porque la Ley Orgánica de Protección del Niño y el Adolescente mantiene a los organismos dedicados a la atención de los menores de la calle con las manos atadas. «No permiten una acción directa sobre los niños y adolescentes con problemas de consumo, sino que debemos dejarlos en libertad de que acudan al centro de rehabilitación cuando ellos lo consideren necesario».

Agrega que no sólo es necesario rehabilitar a estos jóvenes, sino que también hay que proveerlos de un futuro. «Ante la falta de recursos mantenemos convenios con diversos organismos de rehabilitación privados y con la Fundación José Félix Ribas. Esperamos que en un futuro podamos darles a esos niños un oficio, una ocupación laboral, y la posibilidad de estudiar, para que puedan ayudarse a sí mismo y a sus familias».

Debajo de los puentes

Casa Mía, fundación encargada de niños de calle en situación extrema, es el único organismo dependiente de la municipalidad de Maracaibo que ha logrado, conjuntamente con la Fundación Niños del Sol y la Universidad del Zulia, realizar una encuestacenso dentro de esta población. El estudio, en el que participaron 120 especialistas, se efectuó durante 8 días.

Según las cifras presentadas, de 1.092 niños encuestados 700 mantienen contacto con su familia, mientras el resto pernocta en la calle porque no pueden cumplir con las exigencias económicas y las cuotas establecidas dentro del núcleo familiar al que pertenecen.

La gran cantidad de niños y adolescentes que mendigan en las calles de Maracaibo proviene de los municipios Idelfonso Vásquez, Raúl Leoni y Antonio Borjas Romero. En esta hay una fuerte presencia de las etnias indígenas yucpas, bari, wayuu, añú y paraujana.

Según el estudio, la mayoría de estos niños y adolescentes rechazan la autoridad. No aceptan controles ni soportan la figura de liderazgo.

Además, ingresan de forma dual al mundo de las drogas y la mendicidad, ya sea por un amigo, o porque dentro de sus propios valores de calle consideran que es la única forma de sobrevivir.

Jenny Fernández, directora general de Casa Mía, señala que la pobreza que afronta el país ha incrementado el número de niños y adolescentes que mendigan en las calles. Algunos de ellos han estado en todos los centros de atención de menores con problemas, sin embargo, es casi una regla que regresen a las calles.

Fernández señala que es preocupante el alto consumo de drogas por parte de los niños y adolescentes con más 5 años de exposición en la calle. Manifiesta que, en su mayoría, los que mendigan son consumidores compulsivos de derivados de la cocaína, como el crack y el bazuco. Además, presentan un complicado cuadro psiquiátrico y un alto índice de desnutrición.

El estudio realizado por Casa Mía revela que las zonas más frecuentadas por los niños y adolescentes de calle en Maracaibo, son el casco central en la parroquia Chiquinquirá, y la zona norte en Olegario Villalobos y Juana de Ávila. En el casco central se intensifica el número de niños indigentes con más de siete años de abandono, que viven entre los árboles y debajo de los puentes cercanos al terminal terrestre de pasajeros.

Fernández apunta que para acabar con la problemática que enfrentan estos niños, hace falta un programa que logre dar respuesta a las necesidades reales de estos niños y jóvenes.

«Estos niños de la calle determinados como consumidores compulsivos no pueden recuperarse ni en Casa Mía ni ningún otro organismo, en vista de que no existe en primer término una importante unidad de desintoxicación y un programa médico clínico adecuado para atender las necesidades reales de los niños desprotegidos de los vicios de la calle», sostiene Señala, sin embargo, que a pesar de la aguda situación que enfrentan estos menores, no quiere decir que no son recuperables. «Creo que como ciudadanos, como familia, Estado y sociedad, no les hemos ofrecido un programa adecuado a estos muchachos, en el que intervengan especialistas capaces de atender el avanzado deterioro psiquiátrico y orgánico que presentan estos niños y adolescentes, debido a los muchos años que tienen en la calle consumiendo drogas y alimentándose mal, porque no tienen nada que comer».

Comen, se bañan y se van

María Andrade, trabajadora social y quien lleva varios años interactuando y convenciendo a los menores de los beneficios del programa de Casa Mía, asegura que nadie puede obligarlos a quedarse en la institución. Expresa que, por lo general, los menores expuestos en la calle, comen, se bañan, comparten con otros menores y se van.

Andrade manifiesta que el problema de los niños en las calles de Maracaibo es cada vez más grave, ya que el desempleo y la pobreza se han incrementado, y los padres prefieren que los hijos salgan a mendigar en vez de asumir una responsabilidad.

«El incremento de la pobreza en Zulia ha incidido no sólo en que nos encontremos con niños de la calle, sino con familias completas en la calle, donde no sólo piden los niños, también los padres y hasta los abuelos», dice Andrade.

Comenta que su trabajo le genera demasiada impotencia, ya que no es mayor cosa lo que se puede hacer por estos menores que pasan todo el día en la calle.

Desintoxicar a los menores

Casa Mía espera poner en marcha un programa para la atención integral al niño y al adolescente consumidor de sustancias psicoactivas. El proyecto contempla la desintoxicación y rehabilitación de los menores, según lo establece el artículo 124 de la Ley Orgánica de Protección del Niño y el Adolescente.

El programa evoluciona de acuerdo con la modalidad de Comunidad Terapéutica, la cual es definida como un programa que se desarrolla en personas con problemas de abuso de drogas. El objetivo principal es propiciar el crecimiento personal y social a partir de la abstinencia en el uso de estupefacientes.

En este aspecto colaborará un equipo interdisciplinario, responsable de la organización, tratamiento, rehabilitación y reinserción social.

El programa estará dirigido a niños y adolescentes entre 10 y 17 años, que son fuertes consumidores de estas sustancias y requieren de protección.

Con la Comunidad Terapéutica se tiene estimado rehabilitar 70% de niños y adolescentes con problemas de drogas.