La gente joven probablemente bebe más alcohol del que cree. Un estudiante que dice que ha tomado cuatro o cinco copas habrá consumido ocho, o incluso más bebidas estándar». Aaron White, del departamento de Psiquiatría de la Universidad de Duke (EEUU), ha llegado a esta inquietante conclusión a raíz de una investigación que ha realizado entre jóvenes de ese país. Al parecer, cuando ellos mismos se sirven, se echan hasta el doble de lo que se consideraría una bebida normal.
Tras pedir a un centenar de universitarios que sirviesen en vasos de plástico de diferentes tamaños varios tipos de bebidas, White y su equipo constataron que sus chupitos y cervezas contenían un 25% más de alcohol de lo normal y cuando se trataba de un combinado, un 80% más.
«Si sólo una pequeña proporción de las bebidas consumidas por los estudiantes hubiese sido servida por ellos mismos, los errores en su consideración de lo que es una copa estándar no serían preocupantes, pero éste no parece ser el caso. Casi la mitad (el 48,5%) del etanol que habían tomado durante las dos semanas previas se lo habían echado ellos», advierten los autores en su trabajo, publicado en la revista Alcoholism: Clinical and Experimental Research.
También en nuestro país, parece estar aumentando este hábito de que los jóvenes se sirvan ellos mismos la bebida, gracias al denominado botellón. De todos modos, las conclusiones de White «no serían totalmente aplicables a España», aclara Elisardo Becoña, catedrático de Psicología Clínica en la Universidad de Santiago de Compostela, sobre todo porque en EEUU el alcohol está prohibido para los menores de 18 ó 21 años (según el estado), de modo que no pueden beber en bares o discotecas.
De hecho, una investigación española publicada hace unos años en Medicina Clínica, y que pretendía valorar qué se considera una consumición estándar, constató que «no había diferencias en cuanto [a lo que constituye una copa] en la medida doméstica o en lugares públicos, ni en función de la edad o sexo de los usuarios», explica Antoni Gual, uno de los autores de esa investigación.
Lo que sí detectó este trabajo (que entrevistó a más de 10.000 personas de ocho comunidades autónomas) es que las bebidas de alta graduación que servían contenían el doble de alcohol (unos 20 gramos) que lo que en nuestro país se considera una unidad estándar o UBE (10 gr), y que es lo que contiene una consumición tipo de cerveza o vino.
Éstas eran hasta ahora las principales bebidas alcohólicas, pero entre los más jóvenes los cubatas las han desplazado, tal y como revela Encuesta sobre drogas a la población escolar 2002 (realizada a estudiantes de entre 14 y 18 años).
Y es que, aunque la ingestión de alcohol ha permanecido estable desde finales de los años 90, «está cambiando el patrón de consumo. Se abandona la ingesta diaria y se dan unos hábitos menos ligados a la gastronomía y más a la fiesta», dice Gual, que dirige la unidad de Alcohología del Hospital Clínic de Barcelona. «Se ha incrementado el consumo abusivo de fin de semana, que no existía tradicionalmente en la cuenca mediterránea», coincide Becoña. El grupo de edad entre los 20 y 24 años, tanto chicos como chicas, es el que concentra mayores porcentajes de atracones puntuales: el 16% bebe en una noche de fin de semana más de seis UBE (es decir, media docena de cervezas o bien tres combinados).
Otro de los cambios que se está detectando es que «por primera vez en la historia, desde hace dos o tres años, las chicas beben igual o incluso un poco más que los jóvenes varones. Esto es muy negativo, ya que a la mujer le hace más efecto el alcohol porque pesa menos y lo metaboliza más rápido porque tiene más grasa corporal», advierte Becoña.
Así, de acuerdo con la mencionada encuesta, el 55% ingería habitualmente etanol, con una diferencia mínima entre chicos y chicas. Otra de las características de esta nueva forma de beber es que ha disminuido la edad de inicio y que el consumo juvenil se realiza fuera de casa, en la calle o bien en otros lugares donde se producen las relaciones sociales.
Esta última característica hace muy difícil terminar con el botellón, una de las formas que utilizan los jóvenes para tomar alcohol, aunque no la única (su prevalencia varía mucho en función de las zonas geográficas). «Lo que los jóvenes nos indican es que para la mayoría la motivación de esta reunión no es beber por beber, sino ir donde está la gente», aclara Becoña.
Así las cosas, no bastan las medidas legislativas para acabar con esta práctica. «El botellón no sería posible sin una cultura que promueve el alcohol. Hay una actitud excesivamente permisiva hacia la bebida», añade Gual.
Precisamente, el Día sin Alcohol —que se celebra hoy por séptimo año— pretende «crear un clima de reflexión sobre qué relación tienen los ciudadanos [con el etanol]», señala Antonio González Catena, presidente de la Federación de Alcohólicos de la Comunidad de Madrid.