La cocaína es un potente estimulante cuyos efectos son la eliminación de la sensación de sueño y cansancio, así como el aumento de la seguridad subjetiva y estado de euforia. Pero lo que no se sabe es que, además, puede provocar agresividad y síntomas de ansiedad o depresión, provoca una gran dependencia, alteraciones mentales y físicas y que, aunque sólo se consuma esporádicamente, termina pasando factura y puede provocar la muerte.

En los últimos años se ha constatado un incremento en el consumo de cocaína, incremento que puede continuar en un futuro próximo y que, sin duda, se reflejará en un aumento de los trastornos orgánicos, psicológicos, laborales y familiares que se evidenciarán en caso de mantenerse la tendencia actual.

El consumo de cocaína conlleva riesgos que pueden llegar a ser irreversibles, ya que se trata de una droga que crea una alta dependencia psicológica que se caracteriza por un fuerte impulso a seguir consumiéndola. Además, esta sustancia también genera una rápida tolerancia, lo que provoca que haya que ir aumentando las dosis para conseguir los mismos efectos.

Durante años se ha puesto en duda la capacidad de la cocaína para provocar graves daños entre sus usuarios. De hecho, esta droga ha gozado de una imagen social muy positiva, ligada al éxito y a la diversión. A pesar de ello, tras un período de silencio clínico, las consecuencias se van evidenciando con rapidez, como lo demuestra los incrementos de las demandas de tratamiento.

Una de las características de esta sustancia es que sus consecuencias y problemas físicos y psicológicos asociados no suelen manifestarse de inmediato, sino tras un periodo prolongado y continuado de consumo, aunque no se debe olvidar que también su uso esporádico puede ocasionar consecuencias adversas.

Desde el punto de vista psicológico, el consumo de cocaína puede provocar importantes trastornos psíquicos, similares a los provocados por las anfetaminas, tales como ideas paranoides y depresión. Además, la dependencia psíquica de la cocaína es una de las más intensas entre las provocadas por las drogas. De hecho, la supresión del consumo tras un período prolongado da lugar a un fenómeno de rebote, caracterizado por somnolencia, depresión, irritabilidad, etcétera.

Desde el punto de vista orgánico, tanto por su actividad cerebral como por la vía habitual de administración, el consumo de cocaína puede causar pérdida de apetito, insomnio, perforación del tabique nasal, sinusitis e irritación de la mucosa nasal, riesgo de infartos o hemorragias cerebrales y cardiopatía isquémica.

Según los últimos datos disponibles en España sobre las urgencias atendidas por consumo de sustancias tóxicas, también se ha producido un aumento en los casos con presencia de cocaína, siendo la droga más mencionada en estas historias clínicas (en el 44,4% de los casos). En estas urgencias las manifestaciones más frecuentes son problemas psicopatológicos o cardiovasculares ligados a hiperactividad simpática.