La cantidad de chilenos adictos al alcohol creció de 500 mil en el 2002 a 623 mil el año pasado, un aumento que “estadísticamente no es significativo pero representa un punto porcentual de aumento”, según indicó el jefe del Área de Estudios del Consejo Nacional para el Control de Estupefacientes (Conace), Juan Carlos Araneda.

Según el Sexto Estudio Nacional de Drogas en la Población General del año pasado, la bebida está presente en todos los estratos socioeconómicos. Pero mientras que los sectores de altos ingresos presentan mayores tasas de consumo, los grupos de menores ingresos experimentan niveles etílicos superiores.

Así, de los chilenos adictos al alcohol, 15,3% corresponde a personas que perciben menos de 200 mil pesos al mes y 8,8% a quienes pertenecen a familias más adineradas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) establece seis categorías para clasificar la adicción a sustancias lícitas o ilícitas. Una persona para ser denominada alcohólico debe contar con ciertos rasgos como deseo intenso o vivencia de una compulsión a consumir, disminución de la capacidad para controlar el consumo, síndrome de abstinencia, tolerancia al licor, y abandono progresivo de otras fuentes en el consumo de la sustancia a pesar de sus evidentes consecuencias perjudiciales.

En el estudio del Conace, el 12 por ciento de los chilenos que declararon consumo intenso de alcohol cumplieron por lo menos con tres de las seis categorías descritas por la OMS.

Estas categorías permiten diferenciar a los alcohólicos de los “bebedores problemas”, que a pesar de manifestar falta de control al beber, problemas familiares o ausentismo laboral, no entran en niveles de adicción. En esta categoría de bebedor problema se encuentran cerca de 1,2 millones de personas.