Asi se precisa en un estudio de la asociación América sin Drogas, cuyo presidente, Steve Pasierb, afirmo a EFE que «esnifar» vapores químicos «es el primer contacto que los niños en edad escolar tienen con el mundo de la droga».
El estudio demuestra que la actual generación de adolescentes ha perdido el miedo a estas «drogas caseras» de manera progresiva durante los últimos años, lo que ha provocado que las consuman cada vez más jóvenes.
«Los niños suelen empezar durante su paso por la secundaria, particularmente entre séptimo y décimo grado (entre 12 y 15 años), aunque también se han observado casos en cuarto y quinto grado (9 y 10 años)», explicó Pasierb.
El dato resulta alarmante si se tiene en cuenta que el siniestro «juego» tiene peores consecuencias cuanto más pequeños son los niños, ya que «su cuerpo está todavía en desarrollo y no son conscientes del daño que les provocan estos venenos».
La concienciación de los adolescentes es cada vez menor y sólo el 64 por ciento entiende que esta forma de «colocarse» puede producirles la muerte, además de daños irreparables en el cerebro.
Para Pasierb, «la consciencia sobre los riegos de estas sustancias es muy baja, por lo que su uso se ha incrementado, y se ha situado en tercer lugar entre las drogas más populares para los niños de estas edades, solo detrás del alcohol y la marihuana».
Según la asociación, si los niños inhalan demasiados vapores muy rápido, sus pulmones empiezan a fallar, tras ellos el corazón, y la muerte se produce en pocos minutos.
Asociado a los gases butano y propano, además de la gasolina y los productos de uso doméstico, puede ocurrir en la primera ocasión en que se decida inhalar, sin importar el estado de salud.
Sin embargo, hay un factor que diferencia a estos estupefacientes químicos del resto de las drogas y es que no hay evidencia científica de que produzcan adicción, si bien, «son un paso previo al consumo de marihuana y otras drogas más adictivas», dijo Pasierb.
En los hogares estadounidenses se pueden encontrar más de mil productos cuya inhalación puede resultar peligrosa, y la mayoría se encuentra al alcance de los más jóvenes en el domicilio familiar, el colegio o los supermercados.
Por esta razón, el problema afecta a «todos los estratos de la sociedad», aunque existe diferenciación entre grupos étnicos.
«Los niños afroamericanos son los que menos uso hacen de estas sustancias para colocarse (un 15 por ciento), seguidos de los blancos (un 20 por ciento) y los hispanos (un 24 por ciento)», señaló Pasierb.
De las conclusiones del informe también se extrae que los padres norteamericanos no están preparados para afrontar el problema, ya que solo el 5 por ciento cree que sus hijos pueden haber «inhalado» productos químicos alguna vez para drogarse.
Además, no le otorgan la misma importancia que al consumo de otras sustancias como la marihuana, el alcohol o el tabaco.
Inhalar sustancias químicas caseras va camino de convertirse en un nuevo «deporte» escolar si no se pone remedio, por lo que la asociación por una América Sin Drogas ha lanzado una agresiva campaña de publicidad en televisión y radio.
Se confía en que el testimonio de la familia Manlove, que en 2001 perdió a su hijo David, de 16 años, víctima de esa practica, sirva para convencer a los padres norteamericanos de que el riesgo está en sus propias casas y que depende solo de ellos evitar un final fatal.
«Debemos transmitir el mensaje a través de los medios de comunicación pero la clave del asunto serán los padres. Los datos actuales aseguran que solo un 33 por ciento de los padres educa a sus hijos sobre drogas», concluyó el responsable de la asociación.