Irritabilidad, descuido de obligaciones, aislamiento del círculo de amistades y familiar, y dependencia extrema al móvil: Éste es el perfil del móvil-adicto, que principalmente se halla entre los jóvenes con problemas de baja autoestima e incapaces de relacionarse normalmente. «Estas personas pueden llegar a deprimirse por completo cuando, por cualquier circunstancia, se ven privados del uso del teléfono durante un tiempo. Apagar el móvil les provoca ansiedad, alteraciones del sueño o insomnio, e incluso temblores o problemas digestivos», ha asegurado López.

En su opinión, «la mayoría de los jóvenes afirman que están varias horas pendientes del móvil, ya sea hablando, a través de mensajes o de las denominadas «llamadas perdidas». Muchos de ellos consideran una ofensa el hecho de que alguien no les conteste, lo que en ocasiones puede causar un profundo malestar y sensación de tristeza».

El estudio compara los efectos del móvil con problemas como el alcoholismo y la drogadicción, aunque la diferencia con estas últimas radica en que no se observan efectos físicos aparentes, sino sólo psicológicos. «Un adicto al móvil puede estar muy afectado psicológicamente, pero al no exteriorizarlo su patología pasa inadvertida a los demás», ha apuntado la profesora.

Los avances de la última década han traído consigo patologías como ésta, fruto de los cambios sociales y tecnológicos que han provocado el desarrollo de estudios enfocados

a los efectos de las nuevas tecnologías en nuestra salud. «La adicción al móvil es un reflejo del espectacular cambio de valores que se ha producido en nuestros tiempos», ha indicado.

Labor familiar

La Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) elaboró el pasado mes de julio la investigación «Jóvenes y cultura Messenger. Tecnología de la Información y la comunicación en la sociedad interactiva», donde se aborda la influencia de las comunicaciones entre los jóvenes de 12 a 29 años y la necesaria intervención de los padres en la formación. Además, el trabajo subraya la generalización de esta tecnología –el 82,4 por ciento de los jóvenes la usa-, así como su utilización, paradójicamente no para hablar, sino para quedar y relacionarse con los amigos.

Sobre la labor de los progenitores también habla Francisca López: «Muchos padres ven normal que sus hijos utilicen el móvil continuamente, pero deberían restringir en la medida de lo posible su uso exagerado. Parte de culpa de esta patología la tienen los progenitores, que compran el móvil a sus hijos y les exigen tenerlo siempre encendido».