«Cuando tuvimos el accidente, fue el momento en que me decidí a actuar para salvarme y para ayudar a mi familia”.
A la ingesta desproporcionada de bebidas alcohólicas no sólo se asocian el maltrato físico y las riñas callejeras, sino también los accidentes de tránsito, la inseguridad personal, el envalentonamiento de los azotes de barrio, la violencia en sus diversas expresiones. Durante 2006, en Venezuela se registraron 128.718 accidentes de tránsito en los que murieron 2.765 personas y 14.914 resultaron lesionadas. Las causas: imprudencia, exceso de velocidad y –sobre todo- consumo de alcohol, de acuerdo con el Instituto Nacional de Transporte Terrestre (INTT).
Muchos venezolanos consumen licor antes de manejar y de allí las campañas advirtiendo sobre los trastornos y accidentes que puede ocasionar combinar el ingerir alcohol y conducir. Incluso, en la capital no es extraño observar durante las horas de gran embotellamiento, a vendedores ambulantes en las autopistas ofreciendo cervezas y otras bebidas.
De enero a marzo de 2007 –reporta el INTT- se produjeron al menos 45.000 accidentes viales en el país, en los que fallecieron 1.270 personas, con lo cual se promedió 317 muertes mensuales, superior a la media de 229 mensuales del año pasado. En el 2005, la Comisión Interministerial para la Atención, Prevención y Educación Vial (Ciapev) estimaba que diariamente fallecen en Venezuela, más de 20 personas en accidentes de tránsito y aproximadamente 46 resultan gravemente heridas.
Y si no es en un serio accidente vial, llegar a casa y ser objeto de maltrato físico y psicológico, con el consumo de alcohol de por medio, es parte de ese mal vivir que protagonizan muchos venezolanos.
Sólo en Caracas, cada diez días, mueren dos mujeres a manos de sus parejas, mientras cada hora, en todo el país, se producen cuatro casos de violencia familiar, según las magistradas Yolanda Jaimes y Carmen Zuleta, del Tribunal Supremo de Justicia. En más de 80% de los casos, el consumo de alcohol es el combustible que se enciende por cualquier ínfima y tonta circunstancia.
ESCENA 1
Andreína se incorporó a la reunión.
Más o menos 8 personas, 7 mujeres y un hombre. El tema del aislamiento sobre la mesa y cada quien reflexionando hacia adentro. Sin preámbulos, Andreína pidió la palabra para no hablar del aislamiento, sino para contar cómo su esposo la golpeó, le gritó, la humilló. “Tenemos un negocio juntos, al que le hemos metido dinero, pero todo está mal, muy mal. Toma licor a diario. Cualquier pretexto sirve. Hace meses que me siento en un infierno y no sé qué hacer.
Tengo miedo, no tengo amigas porque me da pena contarles, mi único alivio es venir a desahogarme con ustedes”. Los demás permanecen atentos y la miran con compasión.
“Gracias por oírme”.
Luego de un silencio razonable, Josefina siguió las palabras de Andreína.
ESCENA 2
“De eso, tengo mucho. De insultos, de discusiones, de promesas de cambio. Me pide perdón, ofrece un viaje para disculparse y luego bebe, grita, se vomita. Los últimos 3 años han sido iguales y no he tomado una decisión. Ahora está yendo a Alcohólicos Anónimos y quisiera que resultara, que lo pudieran ayudar, y a todos nosotros. A los chamos, que nos ven pelear y ya no sé qué decirles”.
Tiene como 39 años, es atractiva pese a las ojeras y a la mirada triste.
Ambas asisten a las citas semanales en Al-anón, otros son sus nombres reales, pero sus historias son ciertas. La ingesta desproporcionada y adictiva presente en su día a día y en sus familias, se vuelve insoportable, por eso acudieron a este grupo de ayuda, a tratar de darle un cambio a sus vidas.
ESCENA 3
“Miren, yo visité brujos, psicólogos, psiquiatras, y sólo aquí hallé sosiego. Escuchando a las demás personas que viven pesadillas como la mía, tratando de salir del ahogo que significa convivir con un enfermo, un alcohólico.
ESCENA 4
El único hombre presente en la reunión, asiste por su hijo adolescente.
“Siempre hemos estado pendientes de él y lo hemos llevado a terapeutas para que lo ayuden.
Mi hijo consume mucho licor.
Tiene 17 años. Se droga, se vuelve muy violento apenas mi esposa le reclama o le pide explicaciones de dónde estaba o adónde va. Aunque hemos notado que a partir del tratamiento ha mejorado, y su relación con nosotros también. Lo vemos tan joven y viviendo una vida torcida. Antes, ahora menos, nos preguntábamos qué hicimos mal”.
Julio Vicente Pérez, especialista en Gestalt, sostiene que la terapia en grupo tiene potentes efectos sobre las personas, y así pareciera que funciona en Alanón y otras agrupaciones similares, donde de igual forma está presente la adicción al alcohol y a otras sustancias.
Se tiende a ver en frío la estadística de inseguridad ciudadana, más de 9 mil homicidios al año, tantos robos, secuestros, violaciones, y por lo general se etiqueta las causas, pero de qué manera el Estado, sus instituciones, las organizaciones de apoyo, están haciendo que las personas consuman menos alcohol. Los ciudadanos están echando mano de lo que está a su alcance acudiendo en su propio auxilio, como Andreína, Josefina, Luis, pero ¿será que las autoridades se perdieron la clase de prevención? ¿Qué parte de la grave situación de violencia no se ha entendido todavía?
Dónde acudir
Al-anón, programa de apoyo a los familiares de personas con consumo de alcohol u otras sustancias.
Lugares de encuentro: Iglesia San Miguel Arcángel (El Cementerio), Salón Parroquial San Francisco (esquina de La Ceiba), Centro Esperanza (PB, Canónigo a Esperanza), Parroquia María Auxiliadora (Avenida Andrés Bello), Iglesia San Pablo (Colinas de Bello Monte), Casa Parroquial Iglesia Nuestra Señora de Coromoto (El Paraíso), Parroquia La Luz (Urbanización La Rinconada), Iglesia Madre Claret (Los Dos Caminos), Iglesia Cristina Unida (El Bosque), Iglesia Anglicana (San Román), Iglesia San Pedro (Los Chaguaramos), Iglesia San Eudes (El Marqués), Iglesia El Carmen (Barrio El Carmen), Parroquia San Lucas (El Llanito), Despacho parroquial de la Santísima Trinidad (Prados del Este) Interesados llamar a Al-anón al número telefónico (0212) 7827026.