Gesticula muchísimo con las manos. Las usa para poner todavía más énfasis en lo que dice. Como muchos sacerdotes, es buen orador. José María Tortosa (Cúllar Baza, 1964) habla desde el convencimiento. En eso es transparente. Si se emociona, lo hace justo hasta el límite del nudo en la garganta y no lo esconde. Si alguna pregunta le resulta incómoda o le coloca en un aprieto, suelta una risita nerviosa, se acomoda en el sillón y dispara lo que piensa. Le gusta la música, esa que disfruta cada vez que acude a su parroquia en Alquife o a los ensayos de un grupo formado con chavales de Diezma que ahora viven en la capital, o, cada vez que puede, con el FEX, la extensión del Festival de Música y Danza de Granada. Tiene un grato recuerdo de Baza porque allí fue “donde prácticamente me hice cura”. Desde hace ocho años es presidente de Proyecto Hombre en Granada, una fundación a la que la Asociación de Vecinos del Zaidín acaba de conceder uno de sus gorriones de plata, pero que no siembre ha sido bien recibida en otros barrios y pueblos de la provincia. Tortosa asegura que entre los comercios y calles zaidineras ha encontrado un regusto a pueblo que le recuerda al suyo, donde su padre le enseño a “querer la diversidad”.

¿Qué significa el gorrión de plata para Proyecto Hombre?

– Nosotros estamos acostumbrados al rechazo vecinal cada vez que vamos a implantar un centro en algún lugar. Que este colectivo del Zaidín haya tenido este gesto con nosotros no te puedes ni imaginar la felicidad que me ha dado a mí, pero también a esos chavales –y lo digo cariñosamente–, a esas familias que han ido al centro también con miedo. Es un barrio que quiere que estemos allí, y que así nos lo han dicho. Eso da una seguridad muy grande, porque no tienes que ir escondiéndote. Soñábamos con ver un letrero de Proyecto Hombre en la ciudad, como se puede ver uno del Servicio de Salud o de la Policía Local. Creo que ese sueño se ha hecho realidad porque tenemos un letrero hermoso en la puerta, todos saben que estamos ahí y no pasa nada.

¿Hasta qué punto este rechazo que se da algunas veces es reflejo de la negativa de la propia sociedad a admitir que el de las drogas es un problema de todos?

– Algo de eso hay. De hecho algunas de las personas que se han manifestado en otros lugares contra nosotros sabemos que tienen hijos con problemas. También contribuye la idea de que nadie se rehabilita. Nosotros somos 22 trabajadores, de ellos cinco son rehabilitados. Llevan rehabilitados más de ocho años sin ningún problema. La gente no conoce a gente rehabilitada. Por eso cuando hay campañas en la tele que salen famosos que se han rehabilitado, nos gusta. Que la gente vea que se sale de las drogas. La realidad demuestra que la adicción a las drogas está en todas las clases sociales, en todas las profesiones.

¿Los usuarios de las terapias de Proyecto Hombre responden a esa diversidad?

– Totalmente. Es un perfil muy variado. Al alto standing no hemos llegado todavía, aunque alguno nos llega de ese perfil. La mayoría está en la media, media-baja. Pero desde luego, es un perfil muy variado que a veces te sorprende. Hay familias totalmente normalizadas que tienen el problema. La drogadicción está en todas las capas sociales. De esto no se escapa ni la Iglesia.

¿Hay un perfil de familia?

– Antes primaba el perfil madre sobreprotectora – padre ausente. Eso va cambiando. Hay madre y padre ausente, madre y padre sobreprotectores, madres y padres que han hecho una educación genuina y estupenda. Claro, aquí el problema no es la droga, es la persona que consume. Las circunstancias pueden avocar o mantener el consumo. Las familias no son responsables. Muchas madres llegan angustiadas preguntándose qué hemos hecho mal. Nada. Porque si hubieras sabido hacerlo mejor, lo hubieras hecho. Ahora, hay ciertos comportamientos, actitudes, que si no las cambiamos pues a lo mejor contribuimos a mantener la adicción o provocamos que no se termine de rehabilitar el adicto.

¿Por ejemplo?

– El tema normas y límites. Hay padres que te dicen que no los ponen porque tienen un niño muy bueno, que siempre llega antes de tiempo. Muy bien, pero es bueno que el niño sepa desde pequeño que a su casa siempre se llega a las 10. Que llega a las seis de la tarde, estupendo, pero ya sabe que de las 10 no se puede pasar. A los niños y niñas hay que educarlos con unas ciertas normas y unos ciertos límites. Y sobre todo, por supuesto, con cariño. El niño tiene que crecer sabiendo que su mamá y su papá lo quieren y que cuando lo recriminan por una acción no dejan de quererlo. Siempre digo que es bueno decirle al hijo: Mira Antonio, Miguel, Pepito, yo te quiero, pero esto que haces no está bien y lo vamos a cambiar.

Hay quienes abogan por despenalizar las drogas. ¿Usted es partidario de ello?

– Ni sí drásticamente ni no drásticamente. Por la experiencia. El alcohol es legal. ¿Cuánto tráfico de alcohol hay? ¿Cuánto garrafón? No digamos de tabaco. No hay más pureza y sigue existiendo tráfico. Tampoco garantiza la despenalización o la legalización el que no se consuma. Porque de hecho alcohol y tabaco es lo que más se consume. Es un debate que no está claro todavía. Ya es el alcohol y me gustaría que existiera mayor control porque muchas de las adicciones que nos llegan han empezado por ahí. La puerta de entrada son el alcohol y el tabaco.

Ahí entran los límites.

– En la casa todavía el tema drogas, si excluimos el alcohol y el tabaco, es bastante tabú, como el sexo. No son temas que se hayan normalizado aún en los diálogos de los hogares. Y fíjate que hay un montón de posibilidades de hablar de este tema. En los medios de comunicación salen cada dos por tres mensajes. Creo que hay que aprovechar estas circunstancias para por lo menos saber qué opinión tienen los chavales sobre el tema. A un chaval joven, un adolescente que está haciéndose a la vida y quiere probarlo todo, tú le dices ‘el alcohol es malo’, y resulta que él se toma una cerveza y no es malo, su papá se toma una cerveza y no es malo. Lo de ‘te vas a convertir en un drogadicto’ no lo vendes en la vida. Hay que hablarle más para saber qué piensa.

¿Sigue oficiando misas?

– Sí, claro. Los domingos celebro, pero los que puedo voy a mi parroquia de destino que es Alquife donde paso unos momentos muy agradables.

¿En qué momento o circunstancias descubrió su vocación?

– Todo es un proceso. La educación influye mucho. Mi familia, los sacerdotes que pasaron por el pueblo, con los que creo que tuvimos mucha suerte, porque se han creído su vocación, han sido muy entregados, han hecho mucho por el pueblo, nos han trasmitido una vivencia de la fe muy actual. Todo eso también influye. En un momento de tu historia, a los 18 años, tienes que tomar una decisión y dices, bueno, me voy a probar. Me vine a Granada, a la facultad de Teología, de la que estoy enormemente satisfecho. En los años que yo pillé había un profesorado estupendo, muy actual, muy abierto. Me siento a gusto con esta vocación.

¿Ha sabido adaptarse la Iglesia católica a los cambios sociales?

– A toda institución de años, y ésta es de las de solera, le cuestan trabajo las adaptaciones a los tiempos. Es verdad que ha costado y luego se han hecho cosas por las que hemos tenido que pedir perdón o tenemos que seguir pidiendo perdón. Es difícil adaptarse. Ahora bien, adaptarse no es rebajar las exigencias del evangelio.

Pero la Iglesia sigue sin admitir la ordenación de las mujeres como sacerdotes y mantiene el celibato.

– De todas formas yo no lo uniría a la falta de vocaciones. Hay otras iglesias que tienen esto aceptado y no tienen más vocaciones. Creo que hay una crisis generalizada. Pero es verdad que, desde mi punto de vista, que no soy teólogo pero estudié Teología y algo sé, no hay razones teológicas de peso para seguir manteniendo ciertas cosas como estas dos que planteas. Y actualmente, como está concebida la Iglesia, va a tardar tiempo. Va a llegar, no por convencimiento sino por exigencia, por ley de vida, que digan ‘no hay curas’. El celibato como opción está bien, pero dar la opción de que quien quiera casarse, lo haga, y la incorporación de la mujer, más que una pobreza será una riqueza. Pero yo no tengo poder de decisión ni creo que lo tenga nunca.

¿Y tiempo libre?

– Sí, claro, y lo aprovecho para ir al cine –me encanta el cine español–, leer… El tiempo libre es muy importante. Las recaídas en adicciones, las más grandes, son por el tiempo libre, por no saber qué hacer con él.