Evoquen la inequívoca figura de John Wayne en la llanura. Dominando el equino, empapada la frente, confirmándose como el más grande centauro del desierto. Y, como complemento al lirismo de whisky y cigarrillo, en la alforja una batería y un cargador parecido al de un móvil. Idéntico trauma sufriríamos con Bogart, que pasaría a ser recordado como el hombre cuyos besos sabían a metal tras la tosca succión de su nicotina.

“Uno de los mayores peligros que entraña la adicción al tabaco es la dependencia psicológica y gestual”, afirma Belén Fernández, psicóloga experta en tabaquismo de la Asociación Española de la Lucha Contra el Cáncer (AECC). Con la llegada al mercado del nuevo cigarrillo electrónico, el romanticismo de la niebla se ha esfumado como el de las citas a través del chat. Nace para otro tipo de adictos, los que olvidan las noches de humo y sólo piensan en bajar del avión para dar una calada, en un vacío legal y con aspiraciones de llegar a ser medicamento.

Si teclean “cigarrillo electrónico” en cualquier buscador de internet, descubrirán una miríada de empresas que ofrecen sus productos como si fuera salud en estado puro. “Lo que se vende en la Red es la aberración más grande del mundo”, asegura Luis Pastor, director de la empresa valenciana Representaciones Pastor, encargada de la distribución en España de este revolucionario tabaco. “Nuestro producto está homologado por la CE, porque no tiene nicotina, alquitrán, monóxido de carbono ni las 4.000 sustancias que se introducen en los cigarros”, añade.

El limbo de los datos

No le falta razón, pero sí información. Efectivamente, cada estuche (60-80 euros de precio) contiene una serie de cigarrillos que proporcionan un sabor mentolado, afrutado o, incluso, de una marca de tabaco concreta. El truco está en las cápsulas de nicotina que se venden por separado y que el consumidor puede incorporar a su sistema digital. “Pero esta nicotina es líquida, totalmente pura y, por tanto, no cancerígena. Lo que provoca cáncer de pulmón es el alquitrán y las sustancias tóxicas de los cigarros de siempre”, aclara Pastor.

Cierto, una vez más, pero parece evidente que se trata de una estratagema para poder vender sus productos en farmacias, saltarse el control de Sanidad y, de paso, conseguir un poco más de rentabilidad.

Fernández coincide en este punto, pero matiza: “Está claro que no es cancerígeno, pero el dispositivo de liberación de nicotina aumenta mucho el riesgo de sufrir un accidente cardiovascular”.

El epicentro de la polémica se halla en el vacío legal por el que este producto se ha introducido en el mercado. “No hay una directiva europea y a nosotros nos interesa que haya una regulación, porque a saber lo que se vende por internet…”, señala el distribuidor. “Nosotros tenemos nuestro número de registro sanitario, que nos ha costado tres años conseguir, tenemos que ir a Sanidad para que hagan un examen del producto y está aprobado, porque en la aduana te lo piden”, agrega.

No obstante, la AECC vuelve a poner la réplica: “La certificación de la Unión Europea indica que el producto está en condiciones de seguridad, como un juguete que no tiene riesgos para los niños, por ejemplo. Sin embargo, la homologación CE no hace referencia a la calidad del producto, no sirve de nada si no pasa por la Agencia Europea del Medicamento”.

Desde el Comité Nacional para la Prevención del Tabaquismo (CNPT) coinciden en que “cualquier producto de consumo que contenga nicotina —una sustancia adictiva— debe ser autorizado por el ministerio de Sanidad”, cartera herméticamente cerrada al público, con la que este periódico ha intentado contactar mediante reiteradas llamadas a teléfonos públicos escandalosamente desatendidos.

Fabricados en China

Ante la desidia oficial, Belén Fernández desaconseja el consumo del tabaco electrónico “hasta que haya estudios independientes que demuestren que elimina los riesgos de un cigarrillo normal, que no lo hace”. Pastor, obviamente, se muestra en desacuerdo con esta afirmación, puesto que “el fabricante, que está en China y Taiwán, ha realizado un estudio en un centro de drogodependencia en Asia y la gente ha dejado de fumar”.

Así las cosas, los objetivos del producto son convertirse en un sustituto del tabaco e intentar ayudar a quienes quieren dejar de fumar. “Ésa es la estrategia publicitaria”, señala la AECC, “pero esto no es más que una forma de llevar el tabaco a lugares en los que está prohibido, porque como el cigarrillo es inocuo, no emite humo, sino vapor de agua, dicen que no hay fumador pasivo. Esto es cierto a medias, porque en el caso de una mujer embarazada o lactante, la nicotina llegaría a la placenta y el feto la recibiría directamente”.

“Se dice que se puede consumir en lugares en los que no está autorizado fumar (cines, aviones, etc.), lugares en los que puede haber niños que reciban una influencia negativa de ‘modelos adultos que fuman’, es decir, puede convertirse en una forma de promocionar el consumo. Otro efecto indeseable es la burla de las leyes que regulan fumar en lugares públicos”, completan desde el CNPT.

Posible alternativa

Por último, Fernández reconoce que “si se prueba con estudios científicos, podría ser una alternativa al tabaco, pero siempre controlado por un médico y tal vez con receta”. Conviene hacer notar que los parches y chicles de nicotina se venden en la farmacia sin prescripción, al contrario que el medicamento Bupropion, que sí precisa de ella.

Entre el humo de la polémica, el cigarrillo electrónico cumple un año de comercialización en España y Representaciones Pastor reconoce haber vendido ya 5.000 estuches. Parece que entre los problemas añadidos de la digitalización se encuentra la posibilidad de crear adicciones virtuales.