El debate sobre el más que probable endurecimiento de la Ley Antitabaco echa humo. Pocos dudan de que para cuando finalice este año estará prohibido fumar en todos los locales públicos cerrados. Adiós al pitillo en bares y restaurantes. Una medida ya implantada en otros países europeos -incluso los irlandeses se han acostumbrado a salir del pub para fumar- y que suma tantos adeptos como detractores. Lo mismo sucedió con la normativa en vigor, que en la práctica libró de humos los centros de trabajos pero no otros espacios. Lo que sí ha logrado es que los guipuzcoanos fumen menos.
Así se desprende de los datos del Comisionado para el Mercado de Tabaco, organismo dependiente del Ministerio de Economía y Hacienda, según los cuales la venta de cigarrillos ha sufrido una caída del 25% entre 2005, justo antes de la puesta en marcha de las actuales restricciones para los fumadores, y el año pasado. El consumo de cigarros también ha bajado, en este caso un 12%. Por contra, ha aumentado la venta de picadura de liar y para pipa.
En el último lustro, la cifra de cigarrillos vendidos en Gipuzkoa ha descendido de los 136,2 millones de cajetillas de 20 unidades en 2005 a 103, 6 millones el año pasado. La bajada porcentual más importante se registró durante los dos primeros años de entrada en vigor de la actual normativa y entre el 2008 y el 2009, con descensos que rondaron el 8-9%.
La actual ley, que para sus opositores se ha quedada corta, ha logrado, en parte, uno de sus objetivos: que se fume menos. Pero el descenso de ventas no obedece sólo al endurecimiento legal. Así lo cree José Luis Dúo, vicepresidente de la Asociación de Expendedores de Tabaco de Gipuzkoa, quien explica que la mitad, y en algunos casos más del 50% de los cigarrillos rubios que se venden en el territorio se despachan en la frontera. La peculiaridad de los compradores del otro lado de la muga que acuden a Irun a por tabaco y otros productos que se ofertan a precios más asequibles que en Francia -donde una cajetilla duplica el precio-, condiciona la interpretación de las estadísticas, añade Dúo.
El estanquero explica que se han intensificado los controles sobre la compra de paquetes de tabaco destinados a que crucen la frontera. «Están apretando en la aduana. Hay unos límites, aunque por otra parte desde Europa hablan de libertad de movimiento de mercancías. Pero es verdad que el control ha ido aumentando y eso ha incidido en las ventas», asegura.
Junto a este factor, Dúo también reconoce que algunos guipuzcoanos han dejado de fumar o lo hacen menos, aunque habla de una bajada «que ya venía de antes. No ha sido un descenso repentino». Pero la actual normativa ha incidido, especialmente por su cumplimiento en los puestos de trabajado. «Ahí sí se ha notado porque la gente que fumaba en el taller o en la oficina ha dejado de hacerlo». O si sigue fumando, ha bajado la cantidad de nicotina por la incomodidad que supone tener que salir a la calle.
Allí, junto a los ceniceros, o en otros espacios públicos se está evidenciando otra tendencia: el de cada vez un mayor número de gente, sobre todo jóvenes, que consumen tabaco de liar. El precio es uno de los principales motivos por el que cada vez se fuma más picadura. Los fumadores guipuzcoanos miran más al bolsillo y un paquete de picadura, con un precio cercano a los 3 euros -como una de las marcas más vendida en el territorio- da para muchos más cigarrillos y permite un mayor control.
El aumento de este tipo de tabaco ha sido tal -un 30% a nivel estatal-, que hasta el Comisionado ha modificado la forma de reflejar las ventas en sus estadísticas. Hasta 2008 se contabilizaban por unidades, pero como los paquetes no son de tamaños homogéneos, desde ese año se registran los kilos vendidos. Según estos datos, en Gipuzkoa el año pasado se vendieron 195.721 kilos de tabaco de liar, 812 más que en 2008. También se ha incrementado la venta de picadura para pipa. En 2009 se despacharon 7.455 kilos, un 24% más que el año anterior.
Recaudación al alza
Pese al descenso de ventas en los tipos de tabaco más consumidos -cigarrillos y cigarros-, la recaudación ha aumentado en Gipuzkoa en los últimos años. Si en 2007 se contabilizaron casi 287 millones por la venta de cigarrillos en el territorio -una cifra ligeramente superior a la de 2005-, el año pasado se registraron 296,32 millones.
Los impuestos sobre el tabaco tienen mucho que ver con el incremento. «Prácticamente suponen el 80% de lo que se paga por una cajetilla», asegura Javier Blanco Urgoiti, portavoz del Club de Fumadores por la Tolerancia. El año pasado, recuerda, el Estado español recaudó 9.500 millones de euros en impuestos del tabaco. Una fuente de ingresos considerable.
El Club de Fumadores por la Tolerancia es una de las principales asociaciones que rechaza el endurecimiento de la normativa actual. Aseguran que no quieren «que se pueda fumar en todas partes, ni que se fume más ni que haya más fumadores». Pretenden que, en la decisión de fumar o no fumar intervenga la libertad, el respeto, la buena educación y la tolerancia. «Creemos que el estado debe proteger al no fumador de los abusos. Lo que no se puede ser es pasar justo al otro lado», considera Blanco Urgoiti.
Este club, que en su decálogo aconseja la moderación o recriminar severamente a todo menor que fume, refuta algunos de los argumentos que está empleando la ministra de Sanidad. «Asegura que los españoles apoyan la prohibición total, pero la encuesta nacional de salud y el barómetro sanitario no dicen eso, sino que la gente quiere la separación de espacios», señala.
«También dice que en el resto de Europa se ha prohibido fumar en todas las partes, pero no es cierto. Se ponen como ejemplo Gran Bretaña, Francia, Italia, Portugal… Todos tienen unas leyes que permiten excepciones en hostelería; con mayor o menor dificultad, pero existe la posibilidad de habilitar espacios para fumadores».
Este club considera que el modelo, «que no es el mejor», sí es adecuado porque con esta ley «aplicada y bien vigilada se garantiza que el 60% de espacios de hostelería estén libres de humo. Con esta proporción parece que hay oferta de hostelería para la mayoría». Eso sí, las normas se han de cumplir. «Lo que tiene que hacer el Estado es inspeccionar y multar al que las incumple».