«El problema de la violencia está en la familia. Un niño o una niña que no es violentada en la familia, no aceptará que la maltraten en la escuela ni en su comunidad», afirma Sonia Eljach durante el I Encuentro Sudamericano sobre Violencia contra las niñas, niños y adolescentes que se celebra en Paraguay.

Se suman las múltiples variables asociadas a la intimidación y la inseguridad presente en los países de América Latina y el Caribe, donde los límites son muy vulnerables y los indicadores arrojan altos grados de violencia que las niñas y niños pueden experimentar casi que en cualquier lugar, incluyendo el hogar.

De allí la importancia del tutelaje y de la educación en la casa que incluye el uso de las tecnologías, y la necesidad de trabajar en dos direcciones, como explica Eljach. La primera es crear conciencia y educar a las niñas y niños sobre sus derechos, y la segunda, mantenerse vigilantes por lo que genera internet al colocar al alcance de los pequeños y pequeñas, herramientas insospechables que están complicando aún más el problema de la violencia en general.

«En internet no hay secretos, en búsquedas de Google los niños y niñas pueden acceder a información de cómo comprar armas, cómo matar a un profesor, maneras de suicidarse, cualquier tipo de búsqueda arroja resultados en 3 segundos. Es imposible la prohibición de acceder a esta información, todo está ahí, deslegitimando la autoridad de los adultos».

Por otro lado, lo que no se ve en la red, se ve en la calle, en el porche de la casa, en el callejón, a la salida del colegio o dentro de las propias instituciones, como lo ha denunciado Cecodap en Venezuela tras consultas en colegios y liceos, tanto públicos como privados.

Paulo Sérgio Pinheiro, autor del Informe Mundial sobre la Violencia contra Niños y Niñas, suscrito por el Secretario General de ONU en el 2006, coincidió en ese encuentro en Asunción con Eljah, al señalar que en el seno familiar se vive un proceso inconcluso de humanización, de «apenas 22 años».

Además, en la relación pretérita entre la familia y el Estado, ésta fue utilizada «como un instrumento ideológico para consolidar el poder autoritario de la dictadura». Así ocurrió en el siglo XX.

Al reflexionar ampliamente entre la relación que existe entre el castigo físico y el proceso democrático, y sobre la base del estudio mundial, concluyó «que es decisivo lograr la liberación de los niños y niñas del autoritarismo, en la familia, en la escuela, en las comunidades».

El experto brasileño también aclara que el castigo corporal forma parte de un legado muy antiguo, el cual otorgaba, según el derecho romano, «la patria potestad al padre, y le daba el poder de matar como delegación y herencia del poder del Estado. Luego esta patria potestad fue progresivamente limitada, lo que indica que no puede ser como en el pasado. El castigo físico es una sobrevivencia anticuada».

Kofi Annan, ex secretario de Naciones Unidas, suscribía en el Informe Mundial que «la violencia contra los niños y niñas traspasa fronteras geográficas, razas, clases, religiones y culturas», se produce hasta en los «centros de protección y de detención… las consecuencias de la violencia pueden ser devastadoras».

Valdría la pena detenerse a observar las familias latinoamericanas para hallar nuevas causas de la violencia, y cómo su disfuncionalidad, la falta recurrente de uno de los cónyuges, el desempleo, y la pobreza, se convierten en elementos decisorios para la vida de las niñas y niños.