El término heroína suele ir asociado a imágenes lúgubres, jóvenes tristes y, en muchos casos, a dramas íntimos. Pero la mayoría de las veces son estereotipos lejanos. La fatal droga vivió su época dorada en los años setenta, en los ochenta afloraron con toda su crudeza sus devastadores efectos y en los noventa comenzó el declive. Ahora, cuando parecía que el «caballo» era, salvo puntuales excepciones, un mal recuerdo, el fantasma se despierta.

En Osakidetza, en la Comisión Antisida y en el Instituto Deusto de Drogodependencias coinciden en el diagnóstico: la droga maldita ha regresado a las calles de Vitoria. Los nuevos consumidores no son cuarentones demacrados, sino chicos jóvenes. Ellos no se pinchan la heroína, la fuman. Y no lo hacen en basureros ni debajo de puentes sino después de la movida del fin de semana, para compensar los efectos excitantes de la cocaína y las pastillas.

En realidad, hace ya tiempo que las estadísticas emitían débiles señales, aunque reveladoras, del inquietante fenómeno. El Observatorio Vasco de Drogodependencias alertaba en su estudio «Euskadi y Drogas 2006» de la existencia de consumidores de heroína cuyas edades oscilaban entre los 15 y los 19 años, lo que «podría ser indicativo de un cierto nivel de acceso al consumo de esta sustancia por parte de personas muy jóvenes». En los estudios de los años 2002 y 2004 no se habían detectado consumos en esos tramos de edad.

Otra señal surgió hace sólo unos meses, a finales de abril. El Instituto Deusto de Drogodependencias presentó un informe realizado para el Ayuntamiento sobre los hábitos de los escolares vitorianos: el 0,9% de ellos había probado el «caballo». No es un gran porcentaje, pero sí marca una tendencia porque hace cinco años, cuando se publicó el estudio anterior, sólo era el 0,7%.

Impresión subjetiva

Sin embargo, la emergencia del fenómeno no se puede medir con cifras. En caso de que existiesen, las manejaría Víctor Puente, jefe del Servicio de Toxicomanías de Osakidetza en Álava. «Pero no hay datos. La gente que recibe tratamiento de metadona en el territorio se mantiene estable en los últimos años: entre 195 y 200 personas. No hay subida», revela. «Pero sí hay una impresión subjetiva, por lo que oímos aquí, por lo que dicen los pacientes, de que está reapareciendo la heroína».

Es fácil de explicar que no lleguen nuevas hornadas de adictos a los recursos del sistema vasco de salud porque «los centros de tratamiento recibimos pacientes en un segundo momento; desde que repunta el consumo hasta que llegan aquí pasa un tiempo», razona Puente. Aún así, el jefe del servicio, por su proximidad con este mundo, ya conoce los nuevos hábitos. Quienes buscan experiencias peligrosas aún no se pinchan, fuman la droga. Y, a menudo, no la toman sola. Inhalan «speedball», una explosiva mezcla de heroína y cocaína.

La pregunta es, ¿por qué repunta la droga de más triste memoria? Puente reconoce que «para tener respuesta habrá que esperar un tiempo», pero especula con varias razones como la pérdida del miedo al sida, a la hepatitis y, como no, con los efectos del mercado. La oferta y la demanda.
Para Miguel Ángel Ruiz, presidente de la Comisión Ciudadana Antisida de Álava, esta es una cuestión clave. En primer lugar, confirma que «la heroína está volviendo a la calle». Y razona que es fruto de eso, del mercado. Recuerda que en los años noventa los adictos comenzaron a tomar metadona, cayó el consumo de «caballo» -droga marginal- y comenzó el reinado de la cocaína. El opio estaba de capa caída y así entró en el nuevo milenio. Luego, en 2001, estalló la guerra de Afganistán, el mayor productor mundial, y la materia prima se redujo mucho.

Problemas

Ahora la situación es diferente. La producción en el país asiático, dice Ruiz, vuelve a estar a pleno rendimiento. Hay mucha oferta, así que los precios bajan. «Un gramo cuesta unos sesenta euros, cuando en 2003 costaba el doble». Pero, ¿es esto suficiente para justificar el aumento del consumo? Para entender el asunto hay que tener en cuenta cómo usan esta droga los nuevos consumidores.
Y revela algo sorprendente. «Hay gente joven que se mete heroína después del fin de semana, para compensar el bajón provocado por la cocaína y el éxtasis». Eso sí, el «caballo» lo despachan inhalado, «un modo de consumo que aquí siempre fue anecdótico».

Hay a quien le parece que fumarse un «chino» ocasional es falta leve, nada que ver con pincharse en vena. El presidente de la Comisión Antisida corrige: «La gente que fuma acabará inyectándose, por razones de efectividad». Y sigue con su pesimista pronóstico alertando de que «la heroína no tiene consumos no problemáticos por su poder de adicción. Quien consume, más tarde o más temprano, tendrá problemas».