Varón de 75 años que acude a urgencias por posible fractura de cadera debido a una caída en su domicilio habitual. En el momento de la anamnesis (recogida de datos clínicos), el médico le pregunta por la medicación que toma habitualmente en casa, ante lo cual la esposa le saca una larga lista del bolso. “Aquí lo tengo todo apuntado, doctor”.

Al revisarla, el médico comprueba que está tomando medicamentos debido a la fibrilación auricular (acenocumarol), síndrome ansioso-depresivo (diazepam), insomnio (lorazepam), síndrome prostático (tamsulosina), hipertensión arterial (enalapril), dispepsia gástrica (omeprazol) y déficit de vitamina B12 (vitamina B12). Le llama la atención que esté tomando dos benzodizepinas (diazepam y lorazepam), sobre todo el diazepam, que presenta una vida media-larga y se desaconseja en la población mayor de 65 años. Principalmente porque se trata de individuos especialmente sensibles a sus efectos adversos que pueden sufrir somnolencia excesiva y, como consecuencia de ello, caídas, como le ha sucedido a su paciente.

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