De aquel 5 de diciembre del 2007, Juan Manuel Tapia recuerda poco. En media hora estuvo completamente ebrio, y a las 05:00, ya en su casa, sintió que el aire le faltaba. “El corazón se me alborotó, las manos y piernas se adormecieron y sentía como que las venas se me querían salir”, cuenta el joven, de 24 años.
Gritó, y sus padres lo llevaron de emergencia a un hospital. “Estaba morado, no pálido, y sudaba frío, pensamos que se le bajó la presión y le dimos agua caliente”, cuenta su madre Ana Salvador.
Los médicos le diagnosticaron una intoxicación alcohólica. Luego de unos días, Tapia ató los cabos. Sus amigos le contaron que a la mezcla de aguardiente, cerveza y vino, que bebió en esa noche, le agregaron varias botellas de energizantes, a manera de un coctel.
La reacción, entonces, para el cardiólogo Freddy Oña, fue normal. Al joven se le alteró su sistema cardiovascular. “La mezcla es potencialmente peligrosa, afecta al corazón, al sistema nervioso, porque no solo se suman los efectos de las bebidas estimulantes, sino del alcohol, que influye en el sistema cardiorrespiratorio”.
Tapia -según el cardiólogo- tuvo una feliz consecuencia. Pero si tenía una cardiopatía de base (obstrucción en sus coronarias, arritmias cardíacas , angina) pudo acarrear una muerte súbita.
El caso del estudiante de Economía de la U. Central es uno de los que circula a diario en la capital.
Algunos chicos, como en el caso de Maritza Izurieta (20 años), lo beben para lograr concentración y poder estudiar por más tiempo en las noches o, como Norbert Arteaga (27), “porque mejora el sabor del trago y el alcohol puro”.
El deportólogo Óscar Vizuete cree que “muchas veces por ignorancia y desconocimiento, los jóvenes ponen a prueba su salud y juegan con sus propias vidas”.
Uno de los graves problemas que encuentra María José Troya, directora de la Tribuna del Consumidor, es la carencia de una normativa que impida el libre expendio de estas sustancias.
Troya cree que se debería cambiar el nombre de bebidas energizantes por el de estimulantes. “A estos productos no se les pone en su justo casillero, así tendríamos otro acercamiento al producto, toda esta información completa y real debe constar en la etiqueta”.
El Ministerio de Salud y la Intendencia de Policía de Pichincha no ejercen control sobre el ingreso y expendio de estos productos que no tienen registro sanitario del INEN. Por el costo, de USD 1 y 3, los jóvenes los consumen.
Mercedes Campos, vendedora de un local en la av. Naciones Unidas, señala que la bebida es muy solicitada los fines de semana. “Vendo entre 40 botellas y latas, mucho menos que otro licor”.
Troya cree que “debe estar prohibida su venta, los bares no deben proveerlo con alcohol. La mezcla debe estar controlada”.
En ello coincide la ingeniera en Alimentos Isabel Muñoz. “Se debe investigar responsablemente los componentes totales y las reacciones que tienen estos productos si se toman con alcohol, cigarrillos y drogas. Las mezclas son una bomba para el organismo”.
Este Diario comprobó en ocho marcas de energizantes, que en las etiquetas, si bien se ponen los ingredientes, no se alerta sobre los peligros que ocasionan las mezclas. Estos productos alertan que no debe ser bebidos por niños, diabéticos, adultos mayores y personas sensibles a la cafeína, pero no se señalan los problemas que traen sus componentes.
El deportólogo Óscar Concha cree lo contrario. “No mejora la capacidad de rendimiento físico. Son deshinibitorios”.
“La persona – continúa el médico- se vuelve más agresiva y puede conducir a mayor velocidad”.
Oña comparte el criterio. “Es preocupante cuando un andinistas lo usa porque la hipopsia en el ascenso a la montaña altera de por sí su sistema nervioso y cardiovascular. El daño será mayor”.
El cardiólogo Carlos Chacón señala que estas sustancias dentro del Comité Olímpico Internacional y la FIFA están vetadas porque son drogas. “Sus metereolitos igual se detectan en la orina”.
Concha cree que es necesario distinguir entre bebida energizante e hidratante. La diferencia es marcada. Mientras en la primera hay componentes de cafeína y taurina, en la segunda solo se alude a sales minerales (potasio, sodio, cloruro, entre otras).
Una bebida de estas, cuenta el médico general Jaime Rivera, es igual que tomar entre 10 y 15 tazas de café. “ El paciente tendrá más energías en la noche, no se descarta que al día siguiente esté agotado, y necesite más, entonces el problema ya es una adicción…”.
En los niños es un peligro
Monserath Molina (10 años) mira lo que los adultos hacen y lo repite. Su papá y sus dos hermanos toman a diario entre una y dos botellas de energizantes. Una que otra vez, ha llevado uno de estos productos en su lonchera. “El sabor es rico, sabe a uva y melón”, dice, mientras sujeta con fuerza entre sus manos una de las botellas.
El cardiólogo Carlos Chacón advierte que en los niños, el consumo de energizantes puede generar en una cirrosis hepática.
En ello coincide el pediatra Oswaldo Moncayo, quien señala que “los chicos tienen todas las energías que necesitan en su cuerpo, cuando juegan las desbordan, los energizantes les provocan alteraciones en su organismo”.
El gastroenterólogo Carlos Ibarra advierte que “su sistema hepático no está formado, lo que logramos con estos ácidos y sustancias es el deterioro de sus células hepáticas, y que los niños tengan trastornos en su sistema nervioso”.