El Tribunal Supremo estadounidense determinó ayer que el derecho de las escuelas públicas a evitar que los estudiantes consuman drogas en su interior es mayor que el derecho de los individuos a la intimidad. Con este argumento autorizó que se realicen controles antidroga a los jóvenes que quieren quedarse, después de finalizadas las clases, en las instalaciones del colegio para participar en actividades extaescolares.

En Estados Unidos, la mayoría de los estudiantes desde los seis a los 18 años participan en estos programas de ocio, que incluyen todo tipo de actividades deportivas y educativas.

A partir de ahora podrán ser sometidos a análisis de orina, realizados al azar entre ellos, por orden del director de su colegio. Incluso si no hay sospecha alguna de que consuman estupefacientes. «Encontramos que el someter a estos tests a los estudiantes que participan en clases de permanencias es una forma razonable de atajar las legítimas preocupaciones del distrito escolar sobre el uso de drogas», dijeron los jueces más conservadores del alto tribunal.

De esta forma, por cinco votos a favor y cuatro en contra, apoyaron los exámenes médicos que un distrito estudiantil de Oklahoma, de mayoría negra, quiere imponer, indiscriminadamente y sin avisar, a los estudiantes que se quedan en el colegio después del fin de las clases regulares.

El programa de Oklahoma establece que un estudiante que se niegue a ser examinado o que dé positivo en dos ocasiones no podrá participar en estas actividades. Los jueces no han autorizado a que sean realizados a los alumnos que se van a casa.

La decisión del Supremo supone un respaldo a la política defendida por la Administración Bush sobre tráfico y consumo de drogas en las escuelas. El Tribunal ya había sentenciado en 1995 que las escuelas públicas podían obligar a los alumnos a someterse a estos análisis para formar parte de alguno de los equipos deportivos.