Los cigarrillos electrónicos son un producto nuevo de consumo, que se anuncia con un riesgo para la salud supuestamente menor que el tabaco tradicional. Estos dispositivos están diseñados de forma similar a los cigarrillos clásicos y están compuestos por una batería, un atomizador y un cartucho reemplazable. Liberan determinadas dosis de nicotina y otras sustancias mediante un proceso de calentamiento que genera vapor de nicotina y que proporciona, en ocasiones, el mismo sabor que un cigarrillo clásico. Un sector de los usuarios gusta de llamarse «vapeadores» en vez de fumadores. Su producción se inició en China en el año 2006 y su consumo se fue extendiendo rápidamente por todo el mundo. En España se empezó a comercializar en tiendas especializadas y el Comisionado para el Mercado de Tabaco permite su venta en los estancos como «productos para el fumador».

¿Qué contienen?

Análisis independientes muestran que la mayoría de cartuchos reemplazables contienen nicotina suspendida en propilenglicol o glicerina y agua, pero algunos también contienen componentes potencialmente peligrosos (formaldehído, acetaldehído, acroleína, nitrosaminas y metales pesados) con variaciones importantes entre los diferentes modelos. En realidad, ningún organismo alimentario ni sanitario puede garantizar el contenido real del líquido de los cartuchos reemplazables.

¿Son seguros?

La nicotina se inhala a través de las vías aéreas directamente, por lo que su potencial de incrementar la adicción es elevado. Existe mucha variabilidad en la cantidad de nicotina liberada, incluso dentro de la misma marca. Cabe recordar que la nicotina es también un co-carcinógeno que aumenta el riesgo de cáncer orofaríngeo y de páncreas.

Las sustancias contenidas en el vapor del cigarrillo electrónico son nocivas para la salud. Sus efectos a corto plazo sobre la fisiología pulmonar son similares a los efectos perjudiciales de los cigarrillos convencionales. Por otro lado, contiene propelentes como el ditelilenglicol (que se usa como anticongelante) y propilenglicol.

Algunas marcas liberan cantidades detectables de N-nitrosaminas, cancerígeno que también se encuentra en el humo de los cigarrillos.

Se han detectado trazas de diversos aditivos del tabaco y se han notificado casos de neumonía lipoidea exógena por inhalación de glicerina.

Diversas marcas contienen saborizantes atractivos para los jóvenes como chocolate, café, o menta.

A pesar de que estos productos puedan estar presentes en cantidades ínfimas, son cancerígenos y peligrosos para le especie humana si se usan durante años.

Conviene saber que los cigarrillos electrónicos representan un riesgo para la salud pública, ya que pueden significar:

1.- Una puerta de entrada al consumo de tabaco entre los jóvenes.

2.-Volver a normalizar el tabaquismo.

3.- Convertir a los exfumadores en consumidores de cigarrillos electrónicos, evitando la abstinencia completa y exponiendo su salud a un nuevo y desconocido tóxico.

¿Son un método eficaz para dejar de fumar?

La eficacia de los cigarrillos electrónicos para dejar de fumar no ha sido demostrada científicamente. El último informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de julio del 2013 recuerda que no hay evidencia científica consistente para apoyar el uso terapéutico de estos productos y comenta que se desconoce si el mecanismo del cigarrillo electrónico puede ayudar a vencer la adicción o por el contrario puede ayudar a mantenerla o iniciarla entre los menores al verse atraídos por los sabores y la falsa imagen de seguridad; por otro lado, es evidente que el cigarrillo electrónico retiene al fumador en la dependencia gestual del cigarrillo. Por otra parte, la OMS ha prohibido expresamente a los fabricantes que anuncien este producto como una forma de tratamiento del tabaquismo.

Las recomendaciones de la Sociedad Riojana de Medicina de Familia y Comunitaria en relación al cigarrillo electrónico son las siguientes:

  1. No está demostrada su efectividad y seguridad en el tratamiento de los fumadores y no es recomendable aconsejar su uso para dejar de fumar.
  2. Son necesarios más estudios para valorar su seguridad a corto y largo plazo, pero antes de realizar esos estudios se debe garantizar de forma fiable el contenido del líquido que se vaporiza.
  3. Se propone limitar su publicidad, especialmente dirigida a los jóvenes, así como que se anuncie su uso para dejar de fumar.
  4. Proponemos considerar los cigarrillos electrónicos como un producto de tabaco, informando de los peligros para los niños y limitando la publicidad.

Estamos de acuerdo con el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud de prohibir el consumo en lugares públicos cerrados: centros educativos y sanitarios, transporte público y en las dependencias de las administraciones. Proponemos que debería extenderse esta prohibición a todos los lugares públicos cerrados, en los mismos términos que los cigarrillos electrónicos.