Madrid. La Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD) alertó hoy sobre los rebrotes de determinadas enfermedades mentales (esquizofrenia, trastorno bipolar) ligadas al consumo de estupefacientes. Su director, Ignacio Calderón, hizo alusión a este problema al presentar hoy el estudio «La percepción social de los problemas de drogas en España 2004».

Calderón agregó que la sociedad española es «muy tolerante y permisiva» ante el fenómeno de las drogas, cuyo consumo «se banaliza cada vez más» y de forma muy especial el del cannabis.

El director del estudio, el psiquiatra Eugenio Megías, explicó en relación a las enfermedades mentales que ya pueden decir que saben que el consumo de sustancias tóxicas potencia o estimula determinadas patologías, que estaban latentes, las complica y hace más difícil su tratamiento.

Pero además, agregó, sabemos que los consumidores de drogas (cocaína o pastillas) que están en el «límite poco preciso» de lo que se entiende por normal o anormal, dan con más facilidad el salto hacia un patología mental.

En el estudio, «cuanticualitativo», obtenido mediante 1.700 entrevistas a personas de entre 15 y 65 años, se destaca cómo el cannabis es situado por los encuestados en el último lugar de las drogas peligrosas, incluso por debajo del alcohol y el tabaco.

Por otro lado el cannabis comienza a ser el paradigma de «producto natural», «da buen rollo», «no engancha» y se le añade además una virtud «ecológica» que no hace sino aumentar sus atractivos.

En este marco, la propuesta de legalización del cannabis aparece con un aumento porcentual de 18 puntos respecto a la investigación anterior (realizada en 1998) de tal forma que ya hay un 36,3% de la población de entre 15 y 65 años la que propone esta medida como solución para hacer frente a los problemas.

Esta imagen del cannabis se ve adornada en los últimos tiempos por diversos elementos como por ejemplo su utilidad terapéutica y es como si se dijera: «si será bueno que más allá de las virtudes conocidas, además tiene virtudes medicas», apuntaron los responsables de la FAD.

También la Delegada del Plan Nacional sobre Drogas (PNSD), Carmen Moya, que intervino en el acto de presentación del estudio , manifestó su preocupación en relación a este hecho y calificó de «peligrosísimo» el que en el imaginario colectivo se una la imagen del cannabis a efectos beneficiosos.

(Según los últimos datos oficiales, un 36% de jóvenes entre 14 y 18 años ha consumido cannabis en los últimos 12 meses, el doble que hace 10 años).

Además y según la FAD esta asociación no se produjo sin embargo con la heroína y la morfina, cuando todo el mundo sabe que el uso terapéutico de este último fármaco tiene también sus bondades.

Según el estudio, la proporción de quienes defienden que las drogas son algo susceptible de ser probado y que deben formar parte de la experiencia cotidiana ronda ya el 20%.

En general, el discurso es paradójico porque se mueve entre una apelación a tener que estar alarmado y una despreocupación por los consumos.

Por sustancias, la población española es mayoritariamente partidaria de la prohibición si se trata del consumo de heroína (74,7% frente al 21%) y cocaína (68,2% frente al 27,5%), al tiempo que hay más ciudadanos partidarios de posturas permisivas en relación con el cannabis (50% frente al 42,2%).

Como razones para los consumos, la investigación apunta que el 59,2% de los consumidores lo hacen por afán de diversión, por curiosidad (48,2%), por la moda y la presión de los amigos (46,6%) y por el gusto por lo prohibido (37,9%).

Las razones de malestar personal o sociológico siguen muy a distancia y sólo un 44% de los encuestados no encuentra ningún beneficio en el consumo de sustancias.

Finalmente y en relación a la posición de padres y madres de adolescentes, que es el grupo al que se atribuye mayor percepción de riesgo), el estudio indica que sienten que no pueden hacer nada ante presiones ajenas mucho más poderosas que su propia influencia.

Pero también se sienten culpables por no haber arbitrado antes límites defensivos, no haber impuesto límites más rígidos a sus hijos.

En suma, la reacción de este colectivo «se vertebra ante la impotencia y la culpabilidad» y resuelven el dilema delegando la tarea de actuar a otras instancias exteriores o bien a través de una apelación genérica «que se eduque» o a través de la reclamación de un más eficaz control legal.

Así un 43% cree que hay entre medianas y muchas posibilidades de que su hijos lleguen a consumir, frente a un 42% que ven escasas o nulas posibilidades de que se den las mismas circunstancias.