Son 42 millones las personas que se han contagiado por el virus del sida en los últimos 20 años. No basta con la denominación de epidemia ante esta situación sino que se debería hablar de catástrofe, según los expertos que hacen pública su opinión en la revista «British Medical Journal». Además, los gobiernos tendrían que declarar estado de emergencia si el país está siendo devastado por la enfermedad y con ello beneficiarse de las ayudas y el acceso a fármacos más baratos.
Todavía hay grandes cosas por hacer, por no decir, que no se ha trabajado adecuadamente ante el gran número de contagios. Sólo un dato confirma esta situación: de los 42 millones de afectados, menos de un 5% ha tenido acceso a los medicamentos que pueden salvar su vida, y esto cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha considerado como prioridad clave la administración de estos tratamientos.
Según define la Organización de la Naciones Unidas (ONU), una catástrofe es cualquier “alteración del funcionamiento de una sociedad, que produce pérdidas humanas, materiales o medioambientales generalizadas que superan la capacidad de esta sociedad para solucionarlo utilizando sólo sus propios recursos”. Esto es precisamente lo que viene ocurriendo desde hace dos décadas: la epidemia de sida ya ha terminado con la vida de 23 millones de personas.
La particularidad de esta enfermedad es que ataca a adultos y jóvenes en sus años de más productividad. Esta incidencia da lugar a una pérdida de la estabilidad social, retraso económico y mal funcionamiento en las siguientes generaciones. A menos que se pongan esfuerzos para salvar vidas y remediar la pérdida de recursos humanos, los efectos devastadores puede exceder la capacidad de estas sociedades para superarse y evitar su desintegración.
Declarar el estado de emergencia supondría la importación de versiones genéricas de fármacos antivirales y antibióticos requeridos para tratar a estos pacientes. Según los expertos de varias universidades estadounidenses, aunque actualmente hay un gran número de personas cualificadas han comenzado a trabajar contra el sida y muchos países están aportando recursos considerables, se necesita un sistema que coordine mejor estas ayudas, eliminando la duplicación y asegurando que todos trabajen con el mismo propósito.
Declarar un estado de emergencia es una acción muy seria y debería considerarse sólo en las situaciones más críticas. “El sida/VIH en muchas sociedades es lo suficientemente serio para considerar este tipo de respuesta”, comentan estos autores. Sin embargo, es fácil comprender que un gobierno no quiera declarar esta situación, ya que esta confirmación fuerza al gobierno a admitir públicamente que su país está en una condición vulnerable, lo que conlleva a forzar lazos comerciales. Pero si consideran los beneficios que esto conlleva deberían animarse y ser apoyados para adoptar una respuesta de este tipo ante el desastre de sida y VIH.