La reciente muerte de dos jóvenes tras ingerir drogas de laboratorio en una macrofiesta «rave» nos ha acercado a una realidad desconocida para muchos adultos, y una moda peligrosa muy extendida en los diez últimos años entre la población adolescente como elemento de integración social en todo tipo de fiestas. A la espera de que la investigación arroje alguna luz sobre los tristes acontecimientos del Martín Carpena, la sociedad permanece alarmada ante una sustancia en gran parte desconocida, que sólo se ha mostrado en su vertiente más trágica. Cuatro personas que de alguna forma han tenido contacto con el mundo de las pastillas –un empresario de música, un «disc jockey», un técnico de Drogodependencias y un médico pionero en campañas de sensibilización– hablan para este nuevo debate sobre los riesgos del éxtasis.

EL éxtasis es la droga de moda en los ambientes juveniles del fin de semana. Unos 45.000 jóvenes andaluces han tomado pastillas en el último mes y lo hacen para disfrutar a tope de la música, bailar sin parar durante horas y hasta que el cuerpo aguante. Declaran su aversión a las drogas tradicionales y sin embargo se sumergen en una sustancia de laboratorio con la que creen controlar su marcha. El éxtasis es un producto sintético sicoactivo, con propiedades alucinógenas y parecidas a las de las anfetaminas cuyo principio activo es el MDMA, muy similar a otras sustancias más tóxicas y letales, como el PMA, y que a menudo se comercializan también bajo el nombre de éxtasis. En el mercado pueden aparecer hasta medio centenar distinto de pastillas, con logotipos impresos alusivos a coches, música o personajes de actualidad, cuya composición resulta difícil de establecer.

Hacerse con alguna de ellas no parece complicado y prueba de ello son las dos últimas macrofiestas celebradas en Andalucía. En la de Málaga del pasado fin de semana circulaban las pastillas, según testimonios de los jóvenes presentes, y en la de Armilla de este sábado se levantaron veinte actas por consumo de droga.

Pero las muertes de los dos jóvenes y las múltiples intoxicaciones detectadas en el Martín Carpena han desvelado sus peligros. ¿Qué tomaron realmente?, será algo que quizás sólo lo determinen las autopsias. ¿Tuvo algo que ver la excesiva concentración de jóvenes en esta macrofiesta? Tanto en las páginas «web» que se localizan en Internet sobre estas sustancias como en palabras de los especialistas, los peligros de esta droga se multiplican si se asocian al consumo de alcohol, la falta de ingestión de agua o el excesivo calor ambiental. Como toda droga, puede producir reacciones adversas en función de la vulnerabilidad del individuo «pero en este caso hay demasiados afectados», reflexiona el psicólogo Juan Díaz, del Centro Provincial de Drogodependencias. Otra cuestión es si se trató realmente de éxtasis o si los jóvenes tomaron demasiadas pastillas. «La falta de oxígeno hace que este tipo de sustancias sean mucho más tóxicas y lo que sí sabemos es que allí (en el Carpena) hacía mucho calor», asegura este técnico. El que lo toma por primera vez «sabe que el efecto no es el mismo que si sales sin tomar nada», dice Juan José Moreno, que lleva dos décadas de pinchadiscos en todo tipo de fiestas y es conocido en los ambientes musicales como «Doctor EMP». A juicio de este «gurú» de este tipo de juergas, su consumo está muy extendido y no sólo en los eventos de música electrónica, también en un botellón, en locales de salsa o de funky. «La juventud quiere divertirse a toda costa y en el menor tiempo posible», dice el empresario Nicolás Santiago, socio de una de las firmas más conocidas en la promoción de eventos musicales, para quien no todos los amantes de música dance utilizan las drogas.

Los participantes en este debate creen que el fenómeno de las drogas hay que afrontarlo con criterios de salud pública. «Dar información sobre los peligros y trabajar con los menores para que no las tomen», apunta Díaz; «hacer labor de formación, no sólo de prohibición», dice Santiago, porque son los más jóvenes los que con más frecuencia recurren a ellas, recuerda Núñez. Pero la primera medida ha llegado con la suspensión de dos grandes conciertos previstos para los próximos meses, entre ellos la «Fiesta de la Primavera» de Sevilla. «Eso no va a parar el consumo, sino todo lo contrario», asegura Moreno.

Según una reciente encuesta de ámbito europeo, los españoles son los más alocados a la hora de tomar sustancias, incluso desconociendo lo que tomaban. Posiblemente muchos también desconozcan que la misma sustancia que les impulsa a bailar y relacionarse con los amigos aumenta de forma considerable su ritmo cardiaco y presión arterial y que «un uso abusivo puede provocar depresiones» recuerda Díaz.

En otros países se afronta el fenómeno en una línea de reducción de daños, e incluso hay asociaciones que hacen publicidad de los «clubs saludables», considerados así porque cuidan aspectos como el acceso al agua, la refrigeración del local o el control de la asistencia y el aforo. «Me resulta difícil creer que esto hubiera pasado en una fiesta cervecera, porque esta droga (el éxtasis) hace a la gente pasiva, crea un gusto por la masa, y se abusa de ello», apunta Díaz.

«Se les da a los chavales un mensaje contradictorio; que no beban en la calle y ahora tampoco en las discotecas, pero no van a cambiar sus gustos musicales», apunta Nicolás Núñez, médico de profesión que trabajó varios años para el Comisionado Andaluz contra la Droga y fue autor de la campaña de información «Atención Pastillas». Núñez señala que «la mayoría de los consumidores de éxtasis no se mueren por consumo de éxtasis», y recuerda que esta droga declarada ilegal en el año 85 ya se utilizaba antes en usos terapéuticos, como en pacientes de estrés postraumático tras una violación, dado que su componente activo mejora la comunicación o la empatía. «Puede haber una sobredosis -continúa-, pero que se sepa no hay pastillas de 150 miligramos (de MDMA) cuando las máximas que se comercializan son de 110». Él se inclina por pensar que hubo «una mezcla» y recuerda que los seis casos de muerte en Australia entre el 92 al 98 y los cuatro de Estados Unidos en el 2000 se debieron al consumo del PMA ,«sustancia que incluso puede producir la muerte» si se ingieren 3 o 4 pastillas de 30 miligramos de principio activo. La dosis letal del éxtasis se desconoce, según este médico, para quien empieza a ser tóxico a partir de los 5 miligramos por kilo de peso del que lo consume.

Díaz recuerda que las pastillas actuales cada vez tienen más componente, más dosis. Entre las más fuertes, la llamada «la bomba», que según algunos fue consumida por alguno de los fallecidos, contiene hasta 92 miligramos de éxtasis.

«La música electrónica es posible sin el éxtasis, pero ahora mismo poco comprensible, porque una y otra están muy asociadas», reconoce Moreno. En un reciente concierto por las calles de Berlín, en el que tomaron parte un millón de personas, sólo se atendieron por problemas leves a 40, recuerda Núñez, y es que el consumo de las pastillas en lugares cerrados o abarrotados puede multiplicar sus peligros y las auténticas fiestas «rave» son al aire libre. Cualquiera puede pillarlas en su grupo de amigos, en el barrio y uno de los puntos fuertes de venta en la capital es la plaza de la Merced, apunta Moreno.

Las razones que llevan a los jóvenes a inclinarse por esta droga son simples. Algunos creen que tomarse una pastilla «es como beber un vaso de agua», dice Santiago. «De siempre la humanidad ha buscado intoxicarse para tener sensaciones», concluye Díaz, para quien al igual que en el botellón, los jóvenes respetan el sistema de limitar la diversión a los fines de semana. El éxtasis «provoca un estado de ánimo que te facilita bailar». Las pastillas «tienen una sociabilidad más limpia en cuanto al estado mental, la sociabilidad y capacidad de empatía», apunta.

Muchos de los que se inician en las pastillas «han visto cómo sus hermanos mayores tuvieron problemas con la heroína», matiza Núñez, para quien esta droga ha desbancado a los «tripis» «porque se controla más fácilmente» al situarse en un punto medio entre los efectos visionarios del LSD y los estimulantes de las anfetaminas. Sus efectos duran de seis a ocho horas, si bien el punto álgido se alcanza a la primera hora y la máxima efectividad se consigue durante las tres primeras, para dosis moderadas . «Al principio predominan los efectos de sensaciones y luego los estimulantes», dice.

Lo más grave es, a juicio de Díaz, la entrada de menores en este consumo. «Ya que no vamos a conseguir que el 100 por cien de la población no las tome, por lo menos que lo hagan lo más tarde posible y de la forma menos dañina», subraya, tras recordar que es conveniente mantener intervalos entre unas dosis y otras o no combinar con otras sustancias como la cocaína. Díez denuncia que en muchas fiestas y discotecas se permite el acceso de menores. «No recuerdo en mis tiempos encontrar a gente de 16 años en la calle, a las cuatro de la madrugada». Santiago afirma que los menores de 16 tienen prohibida la entrada a los conciertos nocturnos, «pero la avaricia rompe el saco», señala como reproche a las empresas que lo permiten. Tras el espectáculo del Carpena los efectivos sanitarios atendieron a adolescentes de esa edad y una de ellas estuvo hospitalizada. «Espero que la música dance no vaya paralela a las pastillas», concluye Díaz.