El Programa COPOLAD III, de cooperación europea liderado por la FIIAPP, realiza un intercambio de experiencias sobre el trabajo de reducción de daños que lleva a cabo Catalunya con expertas de Colombia y México.

“Las políticas públicas cada vez más entienden que hay que poner a las personas primero, que es un tema de salud y de derechos humanos. El problema no son las drogas, sino las vulnerabilidades relacionadas con las desigualdades y las violencias estructurales que se viven en muchos territorios”, afirma Dario Sendoya, asesor de la Dirección de Política de Drogas de Colombia y líder de uno de los ejes sobre cambio de narrativas. Para él, la experiencia de conocer los espacios y recursos de reducción de daños en Barcelona es muy importante porque, más allá de la generación de una gran política de cuidado de la vida, les proporciona una pauta fundamental en términos de políticas donde las poblaciones estigmatizadas pasan a ser vistas desde ángulos de protección, inclusión social y de entenderlas como lo que son: personas con plenos derechos.

“Esto no solo da la oportunidad de salvar vidas, sino que permite una serie de apuestas ético-políticas y de transformación territorial para las personas que son fundamentales para nuestro país”.

La delegación de Colombia y México pudo visitar diferentes espacios de reducción de daños en la provincia de Barcelona, entre ellos Metzineres, una cooperativa sin ánimo de lucro que crea entornos de cobijo para mujerxs que usan drogas y sobreviven a múltiples situaciones de vulnerabilidad y violencia, y Energy Control, un programa de intervención desde la reducción de riesgos en el ámbito de los consumos recreativos de drogas.

“Lo que nos encontramos en los espacios de reducción de daños es que las personas que usan drogas son excluidas de otras redes que no las aceptan por este motivo. Las drogas acaban siendo esa cortina de humo que no nos permite ir a las causas estructurales de exclusión. Por eso, cuando hablamos de reducción de daños no estamos hablando principalmente del uso de drogas, sino también de sinhogarismo, de salud mental, de violencia, de trauma”, afirma Aura Roig, coordinadora de Metzineres. “Es ahí donde vemos la importancia de empezar a desplegar otra mirada hacia la reducción de daños, otro modelo en el que las sustancias no estén en el centro, sino más bien en incidir en las causas estructurales de exclusión y violencia”.

 

La delegación durante la visita a la cooperativa Metzineres

 

Desde México, Montserrat Rivera, profesora de psicología de las adicciones e integrante de la Comisión Nacional de Salud Mental y Adicciones (CONASAMA), destaca el gran aprendizaje de esta experiencia. “En México tenemos un trabajo comunitario muy avanzado, pero lo que nos falta es fortalecer la consolidación. La red que nos dibujaron aquí es muy similar a la que tenemos allí y nos falta hacer más fuerte la vinculación entre el sistema de salud y la sociedad civil. Aunque es cierto que en el país tenemos una diversidad muy amplia desde el norte hasta el sur, por eso hay una regionalización de los centros y la mirada tiene que ir dirigida con un enfoque intercultural y de diversidad de los diferentes contextos”.

Durante la visita, también se habló de la necesidad de integrar las estrategias según los contextos y diversidades, y de replantear y ser críticas para avanzar. En este aspecto, Mireia Ventura, responsable del área de análisis de Energy Control, recalca la historia de la reducción de riesgos y de cómo saltaron las alarmas cuando comenzaron a morir personas blancas de clase media en las pistas de baile. “Sabemos lo que implica la vulnerabilización de ciertas poblaciones y el poco caso que se hace a las muertes de estas personas, pero estas muertes importaron y este también fue el motivo por el que empezó todo el trabajo de reducción de riesgos. Había una emergencia que solucionar”.

Además, Ventura destaca cómo la mayoría de los servicios fueron iniciativa de la sociedad civil; que el trabajo que se hizo fue de primera línea porque lo que se necesitaba era contactar con las personas que consumían drogas en los espacios de ocio e informar sobre las sustancias. “Tenemos que llegar a las personas que más necesitan estos servicios, reorientar cómo acercar a la gente y hacer los servicios más accesibles”, manifiesta Leonardo Viguri, jefe de la clínica de patología dual del hospital psiquiátrico Bernardino Álvarez de la Ciudad de México.

“Es importante entender primero el tema de la reducción de riesgos y daños desde el sector salud para luego poder transmitirlo a la comunidad, sensibilizar sobre la importancia de este tipo de estrategias”, declara Paulina Vásquez, profesional de la CONASAMA. “Para nosotras es un deber llevar la reducción de daños al país porque el consumo está presente y hay que buscar el bienestar de las personas que consumen. Y para ello hay que identificar las necesidades y formar nuestro propio modelo. Ese es el gran reto”.

 

Durante la visita a las oficinas y laboratorio de Energy Control en Barcelona