Las asociaciones especializadas en adicciones reorganizan sus rutinas en una situación anómala creada por el estado de alarma.

Durante la primera semana de confinamiento, varias familias llamaron a la asociación Patim, dedicada a la prevención y tratamiento de las adicciones, el alcoholismo y la ludopatía, para alertar de que sus hijos habían caído en el juego online tras tropezar con anuncios en páginas deportivas. “Usan el ordenador más tiempo del acostumbrado y ocasionalmente terminan en situaciones difíciles de resolver con palabras”, relata Francisco López, presidente de la ONG. Detectado el problema, Patim envió una carta al Ministerio de Consumo el lunes 23 de marzo pidiendo la prohibición de la publicidad del juego online en periodo de confinamiento. Su reivindicación ha sido escuchada y aprobada con carácter urgente. Una razón que justifica la medida es que en estas circunstancias resulta difícil hacer terapias.

Difícil, no imposible. Pese a que cierran los centros de día y se suspenden las terapias grupales, las asociaciones especializadas en adicciones reorganizan sus rutinas para atender telemáticamente a pacientes con los que trabajaban ya en enero. Reconocen que un porcentaje bajo de usuarios pierde interés porque el teléfono les resulta frío. Pero para el resto conservan la frecuencia: “Dependiendo del caso hacemos sesiones de una hora semanal, quincenal o mensual”, explica Antonio Castaños, presidente de la asociación Vida Libre,organzación alicantina de afectados por la ludopatía y otras adicciones.

Con adictos al juego en fase temprana —más tentados— trabajamos el control de impulsos, pero también les ayudamos a llenar el tiempo con cultura en internet, búsqueda de trabajo o diálogo con familiares, algo que desaparece mientras uno juega y se aísla. La idea es que todo eso redunde en la normalización de sus vidas cuando el encierro pase”, añade.

Las adicciones pertenecen al ámbito de la salud, una competencia transferida, de modo que los pacientes son tratados vía telefónica por centros privados, ONG —algunas con conciertos económicos— y centros de titularidad pública gestionados por las comunidades autónomas a través de sus redes de asistencia en trastornos adictivos. A nivel profesional, durante la cuarentena se busca la deshabituación, la contención de impulsos o el mero acompañamiento en una situación novedosa que deshace todos los hábitos —paseos, visitas familiares— construidos como escudo contra la ansiedad.

Esa sensación, no obstante, podría perder presencia a medida que el proceso avanza, pues según explica la psicóloga Pilar Piera, directora técnica de la asociación Avant, el confinamiento a medio plazo ejerce un efecto positivo sobre la adicción. “En procesos de deshabituación muy al inicio la ansiedad y los pensamientos irracionales están algo disparados, pero pasando la primera semana en entorno controlado —con familia que sepa ver el problema y con apoyo—, el encierro tranquiliza y favorece. A mí me preocupan más las personas desfavorecidas, porque donde no hay apoyo el desgaste es mucho más fuerte”, comenta.

Considerando entonces que la red familiar ayuda a atenuar las conductas adictivas durante el estado de alarma, pudiera pensarse que el veto publicitario resulta algo excesivo. Pero las fuentes consultadas aplauden la medida y piden ir más lejos: “Yo supongo que las empresas del juego rechazan todo aquello que reduzca sus ingresos a costa de la salud de las personas. Sin embargo, a mí me parece una medida progresista y valiente”, valora Castaños. “Si decimos que en este escenario las consecuencias económicas son importantes pero no prioritarias, el juego debe ajustarse a esa consigna”, afirma, y sugiere llegar al extremo de suspender el juego online durante la crisis sanitaria, como ya reclamaron el 19 de marzo desde la Universidad de Valencia.

Si en el juego se pidió limitar la publicidad, en el caso de las drogas, más allá del encierro involuntario, falta una propuesta consensuada de carácter estatal. “En nuestra carta dirigida a Consumo pusimos el acento en el online, porque las alternativas sobre drogas son mucho más complejas de articular”, reconocen desde Patim. Creen que, en lo referente a las sustancias, también habrá gente que mejore con el aislamiento, “pero quien necesita consumir va a saltarse la cuarentena”. Y si les paran la sanción será doble. “No sabemos cómo responder a estas personas pero sí sabemos que están ahí fuera, porque algunos llaman pidiendo información”, dice Francisco López.

En efecto, día tras día los cuerpos de Policía Local informan de denuncias por posesión de droga e incumplimiento del estado de alarma. “Yo voy a pillar como antes y a los mismos sitios”, cuenta un hombre de 50 años en tratamiento con la asociación Avant. “Voy con un poco más de cuidado, por si me para la policía, y cuando pillo y consumo intento meterme en los albergues que han abierto. Consumo cocaína en base y la compro donde siempre, a la misma gente. Para mí no ha cambiado nada: sigo viviendo en la calle”, narra. Ese consumo lo hace sin protección contra el coronavirus, porque, según explican en Avant, dada su situación precaria no lo valora como una necesidad prioritaria en estos momentos.

Las asociaciones cuentan que en este periodo les llaman drogodependientes que quieren dejar el consumo dentro de una comunidad terapéutica —centros de tratamiento residencial ahora completamente aislados—, pero no los cogen porque Sanidad ha dado orden de rechazar nuevos ingresos. Y tampoco quieren enviarles a un ambulatorio porque sería exponerles al coronavirus. Además las ONG denuncian que han pedido pautas y mascarillas a la administración y no han recibido nada.

Ahora más que nunca, las drogas están a la cola de las preocupaciones ciudadanas”, reflexiona Francisco López. El CIS le da la razón: en 2020 solo un 0.1% de la población las considera un problema prioritario, lejos de aquel 49% en los años duros de la heroína. Por el contrario, cabe señalar que, según el último informe del Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones, los episodios de urgencias hospitalarias relacionados con la cocaína pasaron de 514 a 2.155 en el rango temporal 1996-2017. Además, en 2017 se registraron 20.168 admisiones a tratamiento por la misma sustancia.

Es un problema de cierta magnitud para el que los centros públicos regionales prestan un servicio adaptado a las circunstancias. “Nosotros nos repartimos para no contagiarnos, somos recursos únicos y si el médico se pone malo nos quedamos sin atención”, cuenta Teresa, enfermera de una Unidad de Conductas Adictivas (UCA) de una localidad valenciana, que prefiere omitir su apellido. “Ya no hacemos visitas presenciales ni grupos psicológicos ni controles de orina. Visitamos telefónicamente y si alguien pide ingresar lo intentamos paliar con medicación y medidas conductuales y le decimos que cuando pase todo, volveremos a intentarlo”, cuenta.

También se atienden las urgencias por privaciones de —sobre todo— opiáceos y los protocolos de metadona. “Un nuevo caso se coge si es urgente”, dice José María García-Peñuela, doctor de la UCA de Alicante. “¿Nuestros pacientes son grupo de riesgo en la Covid-19? Potencialmente sí porque las drogodependencias suelen estar asociadas a Hepatitis C o VIH y eso influye en la capacidad inmuno-defensiva”.

Al margen de las dos adicciones que más movilización social han generado –en los 90 las drogas, ahora el juego–, asoma últimamente una dependencia, vinculada a la omnipresencia de las pantallas y las nuevas formas de relación que durante el encierro parece gozar de buena consideración. “¿Cuántos adolescentes están ahora como reyes delante de un ordenador?”, se pregunta Pilar Piera, enlazando con la carta dirigida al Ministerio de Consumo que encabeza este texto. “En cuarentena hay barra libre de pantallas. Yo tengo una consulta y vienen muchos padres con hijos enganchados a la tecnología, pero ahora no te llama nadie, no hay conciencia de que las pantallas puedan agravar esa adicción porque vivimos en un estado de excepcionalidad”, señala la psicóloga.

Esta profesional invita a tomar medidas también a este respecto: “Es el momento de utilizar la imaginación. Solo veo mensajes que nos invitan a utilizar los recursos virtuales, pero no veo nada en la dirección contraria que diga, cuidado, también es buen momento para coger un libro”. Ella exhorta, cuando se pueda, a soltar la pantalla y recrearnos en el papel para cubrir el vacío.