Si fuera por la industria tabaquera, Humphrey Bogart y Marlene Dietrich se tendrían que haber llevado todos los Óscar del mundo. Gracias a los servicios prestados de forma desinteresada por ambas estrellas del celuloide, que han encandilado tanto por su interpretaciones como por la maestría con que expelen el humo del cigarrillo, legiones de fumadores permanecen enganchados a la nicotina en todo el planeta.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) sabe que las compañías de tabaco utilizan el subterfugio del cine para anunciarse de forma encubierta ante millones de espectadores. Con el lema «Cine sin tabaco, moda sin tabaco, ¡acción!», el organismo internacional apela al mundo del celuloide y la pasarela para que rompan su alianza con el cigarrillo, la primera causa de muerte evitable.

A pesar de las crecientes restricciones para anunciar sus productos, las empresas productoras de tabaco han sorteado todas las prohibiciones y encontrado en el cine el medio ideal para tentar a los adolescentes a que den su primera calada. Como ocurría con los desnudos en la época del destape, los personajes de las películas fuman aunque no lo justifique el guión.

Un estudio publicado hace años en la revista Lancet demostraba que en un 85% de 250 filmes analizados se consumía tabaco, mientras que en un 28% aparecían marca de cigarrillos. La existencia de cajetillas en la pantalla grande, con la marca bien legible, era más frecuente en las cintas destinadas a adolescentes que en las películas para adultos (un 35% frente a un 32%).

Julia Roberts se llenó los pulmones de alquitrán fumando un cigarrillo tras otro en «La boda de mi mejor amigo», con lo que se desmonta el tópico de que en el cine sólo fuman los malos y maleantes.

La voracidad de la industria del humo no se anda por las ramas a hora de reclutar nuevos adictos. Hasta en un 20% de las películas ideadas para la audiencia infantil se presentaba el omnipresente tabaco.

La OMS y la Asociación Médica Americana han reclamado a la industria cinematográfica que se desvincule de la estrategia de las tabaqueras. A este respecto, han pedido que identifiquen con una «R» las películas en las que aparecen personajes fumando para poner sobre aviso a los padres.

Por añadidura, ambas instituciones plantean que en los títulos de crédito de las películas se haga constar que no existe financiación alguna de las compañías de tabaco. Además se insta a que las salas de cine incluyan anuncios publicitarios anti-tabaco antes de cada proyección.

55.000 muertes anuales

La agencia de las Naciones Unidas, que acaba de aprobar por unanimidad una convención para luchar contra la drogodependencia más mortífera, aduce que el tabaco mata anualmente a 4,9 millones de personas en el mundo, un millón más que hace una década.

En España, se calcula que el tabaco causa 55.000 defunciones al año. Un 34,4% de la población mayor de 15 años fuma, de los cuales un 56% quiere dejar la adicción. Las expectativas de los que quieren abandonar el hábito se ven defraudadas por la escasez de unidades especializadas, circunstancia que da lugar a abultadas listas de espera.