Aunque el consumo del cannabis se extiende en Catalunya desde los años 80, con demanda oscilante, los efectos patológicos –psíquicos o físicos– de esta droga rara vez motivaron visitas a los servicios de urgencia de los hospitales. Ahora sí lo hacen, de forma creciente desde hace cinco años y en unas proporciones que se acercan a las emergencias causadas por la heroína. El informe de la Agencia de Salud Pública de Barcelona del 2006 indica que el cannabis motivó ese año 550 visitas a urgencias (las causadas por la heroína fueron 677), 414 más que en el 2002.

En el 2005 llegaron a ser 745 los afectados por una sobredosis de cannabis, un 700% más que en el 2000. Esa es la tendencia. Estos datos, y el hecho de que el 25,5% de los jóvenes catalanes de 14 a 18 años declarasen en el 2006 ser consumidores casi diarios de cannabis, explica que los expertos en drogas de la Conselleria de Salut pidan «interpretar con prudencia y cautela» el leve descenso detectado en el 2006 en ese consumo.
«No tenemos los datos del 2008 ni del 2007, y no sería la primera vez que nos encontramos con que, después de bajar un poco, el consumo de cannabis ha vuelto a subir», afirma Joan Colom, responsable de drogodependencias en Salut. «Esta variación a la baja no se puede atribuir a que los jóvenes sean más conscientes de que esta droga es peligrosa», añade. De hecho, no se han hecho campañas dirigidas a aumentar esa noción de riesgo.

EN PASTEL O MAGDALENAS

Cuando el derivado de la marihuana causa un malestar físico, suficientemente grave como para ir de forma urgente al hospital, lo habitual es que la droga se haya comido, disuelta en un pastel o con forma de magdalena. Los dulces con cannabis pueden provocar el descenso brusco de la tensión arterial, un desmayo súbito, náuseas, vómitos o, incluso, disminución del nivel de consciencia e insuficiencia respiratoria.

«Las secuelas más graves y frecuentes causadas por una intoxicación con cannabis son, no obstante, las psíquicas», dice el psiquiatra Javier Goti, de la unidad de conductas adictivas en la adolescencia del Hospital Clínic, un servicio creado en el 2006 ante la demanda de asistencia de jóvenes intoxicados por drogas.

«Las crisis de pánico o de ansiedad son habituales en fumadores noveles de porros –explica Goti–, pero el peor motivo de consulta por cannabis son los síntomas psicóticos». Ahí incluye tanto signos leves de que algo falla –euforia, exaltación exagerada, despersonalización o sensación de irrealidad–, como signos graves, en forma de alucinaciones, delirios o ideas paranoides.
Los síntomas leves desaparecen cuando se deja de consumir, pero quien inicia una psicosis como consecuencia de una intoxicación por cannabis mantiene el trastorno psicótico aunque deje la sustancia, asegura el psiquiatra José Pérez de los Cobos, del Hospital de Sant Pau. «El gran riesgo del cannabis es que conduzca a una psicosis esquizofrénica –afirma–. Esta droga la crea, aunque no existiera predisposición».

Quien sufre esos síntomas fuma un mínimo de 10 cigarrillos de cannabis diarios, explica. Algunos, pueden llegar a triplicar esa cifra. «A partir de siete porros, son firmes candidatos al fracaso escolar, porque ni están atentos en clase, ni tienen capacidad de concentración –asegura Colom–. Ahora, el cannabis ya no es la droga que sucede a varios años de fumar tabaco. Ahora se inician directamente con los porros».