«Mientras mi hijo no me da problemas consumiendo cannabis, lo tolero». De esta forma tan contundente resume Juan José Soriano, responsable de Proyecto Hombre en Málaga, la actitud previa mantenida por las familias que, finalmente y empujadas sobre todo por los conflictos que se generan en el hogar, han acudido a la asociación para tratar los problemas de adicción de sus hijos adolescentes.

Según este experto, son las actitudes violentas de los adolescentes dentro y fuera del hogar; los cambios de comportamiento de los menores y la imposibilidad de hacerse con ellos, y no el consumo en sí, lo que empuja a los progenitores a pedir ayuda: «Salvo honrosas excepciones, la luz de alarma salta cuando el adolescente empieza a ponerse violento». De hecho, dice, es frecuente escuchar en boca de los padres frases como «bueno, yo sabía que consumía cannabis, pero creía que no era para tanto». «Nos hemos encontrado casos de adolescentes de 16 y 17 años que ya vienen con problemas graves y cronificados de consumo», agrega.

María del Carmen Torres, responsable del Programa de Adolescentes que Proyecto Hombre empezó casi de forma casual hace una década, confirma por su experiencia que, tanto el consumo de alcohol como el de cannabis, está cada vez más normalizado, tanto en el entorno del menor como en el del propio adulto, y muy especialmente cuando está asociado al tiempo de ocio y diversión. Además, a los responsables de Proyecto Hombre les llama especialmente la atención el hecho de que prácticamente haya desaparecido la sensación de que el consumo de cannabis implique riesgo. «Algunos adolescentes piensan ya que es más perjudicial fumarse un paquete de tabaco al día que fumar cannabis de forma habitual», indican.

Percepción de riesgo

Los datos que arroja la última encuesta realizada por el Ministerio de Salud y Consumo a 26.000 estudiantes españoles de entre 14 y 18 años confirman esta bajada de la percepción del riesgo entre los propios chavales, que se ha reducido a la mitad en una década, al menos en lo que se refiere a consumos esporádicos.

Cada vez más adolescentes piensan que no pasa nada por fumar un porro de vez en cuando. «Pero sí pasa», recalca Soriano. «Empiezan los problemas. Empiezan las discusiones en casa; las notas son un desastre, al colegio, en el mejor de los casos, acuden a la hora del recreo, mienten más…». María del Carmen Torres apoya este argumento: «Muchos de esos problemas se achacan a la edad, pero están motivados directamente por el consumo, y ese consumo agrava mucho más los conflictos que se dan entre el menor y la familia en la adolescencia». La responsable del programa de Adolescentes mantiene que cuando se empieza a trabajar con los chicos y con las familias, y el consumo desaparece, también lo hacen los conflictos. «Y viceversa. A medida que que se trabaja en la reeducación, el consumo desaparece», matiza.

Bajan las edades

Actualmente, este programa de Proyecto Hombre trata a más de 70 adolescentes con edades comprendidas entre los 14 y los 18 años, aunque hay un par de chicos de 13, y otros de 12, que acuden no por consumo sino por conductas problemáticas. En la mayoría de los casos, la adicción tratada tiene que ver con el alcohol y el cannabis, aunque ya hay un 5% con problemas de adicción a la cocaína. «Ya tenemos consumidores de cocaína a partir de 14 y 15 años, algo que es muy reciente», mantiene Soriano.

El resultado de las encuestas realizadas por Sanidad confirma que la cocaína se ha convertido en una sustancia que resulta cada vez mas accesible para los menores de edad. Así, mientras que en 1994 sólo el 27% de los chicos pensaba que era fácil conseguirla, una década después esta percepción la tiene casi el 50% de los estudiantes. Además, según el Observatorio Español sobre Drogas, la edad de inicio en el consumo de esta sustancia se sitúa entre los 15 y los 16 años, es decir, en plena adolescencia

La fácil accesibilidad a la droga y su introducción de forma casi generalizada en ambientes de ocio empieza a ser una realidad. Así lo aseguran también muchas de las personas que se encuentran en tratamiento por su adicción a la cocaína en los Centros Provinciales de Desintoxicación (CPD). «Los propios usuarios nos dicen que en los lugares de diversión que ellos frecuentan, la práctica totalidad de los jóvenes consumen cocaína», afirma su responsable, Francisco Luque, quien confirma que se aprecia claramente que ha bajado la percepción del peligro. «Ven que hay mucha gente que consume, que lo hace durante mucho tiempo y que dicen que no les pasa nada».