La marihuana tampoco se ha librado de los experimentos de laboratorio. Cultivadores clandestinos de esta droga alertan de la introducción de semillas transgénicas, llamadas «skun», que aceleran el crecimiento de las plantas y provocan, aseguran los defensores del cannabis natural, unos efectos muy nocivos en los consumidores.
Noviembre es el mes de la cosecha de marihuana. El clima ha acompañado este año y la recolección es especialmente abundante en el Segrià, que reúne unas óptimas condiciones para el cultivo de esta droga. La comarca leridana acoge varias plantaciones autorizadas (controladas por la Guardia Civil) de opiáceos y cannabis de las que se obtienen derivados farmacéuticos y cáñamo para uso industrial.

Junto a estos campos legales crece la marihuana ilegal, camuflada en huertos y árboles frutales o sembrados de trigo y girasol. Las plantas (algunas llegan a superar los tres metros de altura) forman parte del paisaje del Segrià desde los años setenta, cuando las introdujeron los hippies, que fueron los primeros en percatarse de las excepcionales cualidades de esta tierra, su clima y la abundante agua que mana por acequias y canales.

Pepe, que reside en el Baix Segrià, es un cultivador clandestino de marihuana. Este agricultor revela que «el consumo autóctono de marihuana crece año tras año». Un inspector de la policía avala esta afirmación: «En Lleida no llega marihuana de fuera. El consumidor se autoabastece con lo que se produce en la provincia», asegura.

Pepe añade que la gente opta cada vez más por el autocultivo «para evitar recurrir a un mercado exterior muy dudoso». Este cultivador de cannabis, acostumbrado a burlar la vigilancia policial y despistar a los «cuatreros» que recorren las fincas clandestinas por las noches para robar las plantas, se muestra ahora especialmente preocupado por la aparición de la marihuana transgénica.

«Se llama «skun» y se obtiene con una variedad de semilla creada en laboratorios holandeses y suizos. Estas semillas se venden en tiendas especializadas y también es posible comprarlas a través de Internet», explica Pepe. La planta «skun» es mucho más potente ante un clima adverso y crece en tan sólo tres meses, cuando en una cosecha natural se necesitan entre ocho y nueve meses para obtener el producto. «Toda la juventud compra actualmente y cultiva sin problemas estas semillas transgénicas», continúa el agricultor del Baix Segrià. «El problema -añade- es que esta planta se protege produciendo una resina que contiene unos psicoactivos más potentes y, por lo tanto, muy perjudiciales para la salud.»

Pepe tiene al respecto una teoría muy particular. «La marihuana natural ayuda a la persona a abrirse, y esta transgénica cierra, te deja bloqueado.» Este cultivador clandestino defiende el cultivo natural y lamenta que la proliferación de estas semillas transgénicas entre los más jóvenes no va a ayudar precisamente a la legalización de esta droga, en un momento en el que las cualidades medicinales de la marihuana natural están de plena actualidad.