El perfil del usuario de Proyecto Hombre ha cambiado mucho. Ya nada tiene que ver con aquel heroinómano desarraigado, marginal y que se veía como una amenaza por su relación con la delincuencia y la posible transmisión de enfermedades. Hoy la droga que más engancha es la cocaína: «una droga socialmente atractiva, que se vincula a espacios lúdicos y grandes negocios; hay una falsa sensación de que se puede rendir más; un marketing perverso que para nosotros es un «handicap»», analiza Jesús Hernández, director de Proyecto Hombre; y la familia es un punto de apoyo fundamental para quienes deciden dar el paso para superar su adicción, más aún en el caso de los más jóvenes. «La evolución del consumo nos ha llevado a crear el programa de jóvenes, el último puesto en servicio, ya que cada vez se empieza antes», explica Hernández y añade que quienes son adictos a alguna sustancia -«ninguna es buena», recalca- pasan una «luna de miel» de unos 10 años hasta que reconocen su problema: «un espacio inhábil de crecimiento personal».

Hernández insiste en la necesidad de «educar a los niños en realidades olvidadas: el control personal, la tolerancia a la frustración, la no inmediatez de las cosas. Valores que se han perdido, pero son preventivos y nos ayudarán a salir de este serio problema». Además debemos dejarles claro que «ser adulto no es pecado, sino una cuestión ineludible con experiencias gozosas. El problema es que no hay realidades sociales que les sirvan como referente». Hernández tampoco olvida dar un toque de atención a los padres: «Deben ser padres, no colegas ni entes ausentes de la familia». E insiste en que la oferta «no esté al alcance de la mano». Por todo ello, insisten en los programas de prevención que se desarrollan en colegios e institutos. «Hay tanto trigo por cortar que es un acto de cobardía no estar cumpliendo para evitar el problema», concluye, no sin recordar que necesitan ayuda de toda la sociedad.