Los menores, el grupo de mayor riesgo de caer en manos de una severa adicción a los estupefacientes, no conocen los riesgos físicos y mentales que puede provocarles una drogadicción.

El delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Gonzalo Robles, puso como ejemplo de esas creencias falsos que los chicos encuestados por el Ministerio del Interior reconocía fumar más porros (cannabis) y estaban convencidos de que «limpian los pulmones y no crean adicción».

Esta afirmación provocó la hilaridad de los asistentes a las jornadas de El papel de la organización sanitaria y de los medios de comunicación ante el consumo recreativo de drogas, que ayer se clausuraron en Cajamurcia y que organizó el Colegio de Enfermería y la Escuela de Salud.

El problema, como destacó Robles, es que «esos mitos sobre los efectos terapéuticos del cannabis se están divulgando por motivos comerciales. A los distribuidores, muchos holandeses, les interesa la legalización». Señaló que «no existe evidencia científica de que el cannabis tenga propiedades curativas contra el párkinson o los vómitos. Y aún así, a ningún médico se le ocurriría prescribir un porro. La industria farmacéutica utilizaría esos principios activos en medicamentos, como ocurre con la codeína o la morfina».

Esa ignorancia genera que, después del alcohol, el cannabis sea la droga ilegal que más adictos está enganchando entre los menores. Por eso en las estrategias de prevención que pondrá en práctica el Plan Nacional sobre Drogas incluye introducir en los planes de estudio de los estudiantes de Primaria y Secundaria una asignatura sobre drogodependencias.

Robles explicó que la teoría ha sido diseñada por la Universidad de Santiago de Compostela y la asignatura será obligatoria durante dos cursos. Cada centro docente organizará las sesiones libremente entre este año y el 2008.

Este plan de choque educativo no exime a los padres de su responsabilidad. El delegado del Gobierno advierte a las familias que está comprobado, con estudios, que «un chico de 14 años que se encuentre en la calle pasadas las 10 de la noche multiplica por dos el riesgo de probar drogas y de engancharse a una sustancia». El motivo es que a esa hora están cerrados los bares de marcha y las discotecas sólo sirven bebidas sin alcohol porque están en la sesión light.

Si el adolescente tiene 16 años, el límite se sitúa en las 12 de la noche, y cuando alcanza los 18 años, el riesgo aumenta a partir de las 2.30 horas.