Mirar el teléfono mientras esperamos en la cola del súper; dejar el libro que estamos leyendo cada cinco minutos para refrescar nuestra red social; ver una serie a la par que miramos tweets… Todos estos son gestos que hemos naturalizado y que ya adoptamos como normales en nuestro día a día. Gestos que tienen un germen común: tenemos miedo al aburrimiento y tapamos esta sensación con la tecnología.

Esta poca tolerancia a aburrirse, más allá de darse en adultos, se está dando mucho en niños: niños que no saben qué hacer y se quejan a sus padres de estar aburridos; niños que piden desde muy pequeños una pantalla para aliviar su aburrimiento; niños que no quieren jugar a construcciones o juegos de mesa y prefieran ir tener un móvil delante… Estas situaciones plantan un precedente para que de adolescentes, nuestros hijos no sepan calmar su aburrimiento más que con la tecnología.

El último estudio de Empantallados’ y GAD3 plasma estos hechos. “Los jóvenes necesitan actividades para no aburrirse, y la pantalla resuelve inmediatamente esa necesidad”, destaca el estudio. Y es que un 84% de los adolescentes señala que usan mucho el teléfono para no aburrirse, y un 69% de los padres constata que es cierto. Asimismo, el estudio concluye que si estos jóvenes tuvieran más opciones que hacer, más actividades al aire libre -actos que se han agravado por la pandemia y los confinamientos-, no habría tanto tiempo para calmar el aburrimiento con la tecnología.

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