En España existe una larga trayectoria sobre el consumo de sustancias y de medidas tomadas para frenarlo. Es tan cierto que tenemos, por desgracia, un bagaje amplio en cuanto a sobredosis sin retorno y madres en lucha, así como una larga lista de políticas para erradicarlo que no han tenido demasiado éxito en los hábitos de consumo. Las estrategias sobre el mismo siguen sin cambiar: NO a las DROGAS como mantra, y a correr.
Si bien es verdad que en muchas ocasiones un consumo excesivo entraña un riesgo serio para la salud, o las capacidades de cada cual, no siempre tiene por qué llegarse a una situación extrema. Existen tantos tipos de consumo como personas haciéndolo: consumos de clase, de género, de búsqueda, de descanso y, por supuesto, de abandono. No hace falta señalar lo racista, clasista, y, cómo no, lo patriarcal y machista que suele ser la visión sobre las personas que consumen. No es el mismo juicio de valor si el turulo está en la nariz de un señor blanco con corbata, que en la de la mujer que le acompaña. Huelga decir que sus condiciones tampoco lo son. También podemos añadir la carta de “persona racializada” y entonces el relato se nos va de las manos.
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