En las universidades brasileñas, la violencia de género, el acoso y las presiones académicas están provocando un grave deterioro de la salud mental en las estudiantes, que recurren al uso de medicamentos psicotrópicos para sobrellevar las dificultades del entorno. Un estudio reciente realizado en la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC) de Brasil, evidencia la relación entre estos problemas y el creciente consumo de fármacos entre las mujeres universitarias.

El artículo titulado Vida académica, sufrimiento psíquico y el uso de psicotrópicos entre mujeres universitarias en la UFSC, Brasil, destaca cómo el acoso moral y sexual se ha vuelto parte del día a día para muchas estudiantes. Estos acosos, que constituyen lo que el sociólogo Pierre Bourdieu denomina «violencia simbólica», no solo afectan su bienestar psicológico, sino que transforman radicalmente sus trayectorias personales y profesionales.

A través de entrevistas semiestructuradas, el estudio constata que la vida académica de las mujeres está atravesada por una fuerte presión, derivada de la necesidad de «ser emprendedoras de sí mismas», impuesta por el neoliberalismo. Esta lógica fuerza a las estudiantes a buscar soluciones externas, como medicamentos que les permitan aumentar su autocontrol, gestionar mejor sus emociones y mejorar su productividad.

Las universidades, por su parte, se desentienden del impacto que estas violencias tienen en la salud mental de sus estudiantes, reconfigurando los problemas sociales como deficiencias individuales que, por tanto, deben solucionarse de manera personal. Esto refuerza el discurso de la auto responsabilidad, eximiendo a las instituciones de su parte de culpa en la crisis de salud mental que afecta a gran parte de la comunidad estudiantil.

El estudio concluye que las mujeres en el ámbito universitario experimentan un sufrimiento psíquico exacerbado por el acoso, la violencia de género y la presión por cumplir con expectativas de éxito académico. Como resultado, muchas recurren a psicotrópicos, no solo para tratar diagnósticos formales de ansiedad o depresión, sino también para aumentar su rendimiento académico. Esta medicalización de las estudiantes se enmarca en un contexto neoliberal que las responsabiliza de su fracaso personal y las empuja a mantenerse funcionales a costa de su bienestar.

El uso de estos medicamentos, ya sea para aliviar la ansiedad o mejorar el rendimiento, se convierte en una forma de enmascarar problemas estructurales profundos, reforzando al mismo tiempo el poder de la industria farmacéutica. Como advierte el documento, este tipo de prácticas crean una «cortina» que oculta los problemas reales: el sexismo, la violencia y las dinámicas de poder que dominan el entorno académico.

En definitiva, la vida académica para las mujeres en las universidades brasileñas no solo se convierte en una lucha por el reconocimiento, sino también en una carrera de supervivencia donde los psicotrópicos son, en muchos casos, la única herramienta para poder continuar.