El proceso de recuperación de un adicto a la cocaína puede ser tan complejo como lograr que busque ayuda terapéutica. De hecho, cifras internacionales indican que sólo el 3% de los consumidores es capaz de buscar asistencia.

La recuperación -y no rehabilitación, que es un concepto social o jurídico, pero no médico- se construye a través de un largo camino que comienza por separar al organismo de la droga y a ésta de aquél, mediante una estrategia terapéutica para proteger al consumidor de su propia psicología y biología.

«En los adictos existe una vulnerabilidad genética que hace que frente a un desencadenante sean propensos a desarrollar una enfermedad, que es la adicción. Es tan importante la presencia del factor genético como la del desencadenante», explicó el doctor Roberto Baistrocchi, mágister en Prevención y Asistencia de las Adicciones y profesor de farmacología de la Universidad Barceló y del Instituto de Drogadependencia de la Universidad del Salvador (USAL).

Entre los disparadores del consumo están los conflictos familiares, sociales y psicológicos, que se unen a un mecanismo de acción particularmente dañino. «La cocaína tiene un sistema de acción perverso en el sistema nervioso por el cual cada vez que una persona reincide en su consumo, necesita de más cantidad para sentirse igual que al iniciar el tratamiento», dijo.

Mientras que el uso está motivado por factores como la imitación o la curiosidad, el abuso necesita de una circunstancia que favorezca el consumo «para estar en caja», como se suele definir. La dependencia, en cambio, exige ser satisfecha las 24 horas.

«En el adicto que usa o abusa de la cocaína, el margen de recuperación es más alto que en el dependiente o quien la usa de manera habitual por más de un año», señaló el psiquiatra Miguel Angel Materazzi, director del Hospital Psicoasistencial Interdisciplinario José T. Borda y profesor consulto de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires.

Ambos expertos del consejo científico de la Secretaría para la Prevención de la Drogadicción y Lucha contra el Narcotráfico (Sedronar) coincidieron en comenzar el tratamiento con la suspensión por completo del consumo y no la reducción progresiva de la dosis. El ambiente para hacerlo son las comunidades terapéuticas.

Un gran mentiroso

Según Materazzi, con unos 40 años de experiencia en el tratamiento de adicciones, las comunidades más efectivas son las de corte psicoanalítico y no las que funcionan con el principio premio-castigo. «En estas comunidades se trabaja sobre la conducta y el síntoma: si la persona se porta bien o no expresa malestar, puede salir o acceder a otros beneficios -dijo-. Pero lo que hay que saber es que el consumidor es un gran mentiroso.»

Aunque no existe un único modelo terapéutico, el tratamiento tiene etapas básicas, como la desintoxicación, la reconstrucción del entorno y la reinserción social y laboral.

En la primera etapa, la internación dura de 60 a 90 días y el equipo de profesionales utiliza un conjunto de herramientas farmacológicas, psicológicas y expresivas para controlar la abstinencia. «El adicto es un paciente que será un abstinente sin síntomas. Por eso, no puede volver a estar en contacto con la cocaína», explicó Baistrocchi.

Una estrategia clínica permitirá identificar lo que disparó la adicción, rearmar la personalidad y trabajar con el grupo familiar. De no hacerlo, el paciente volverá a convivir con un entorno favorable a su enfermedad. Es que, según Materazzi, «todo paciente es un emergente de un grupo familiar con problemas».

Al finalizar la internación, y durante los próximos tres a seis meses, el paciente sólo pasará la noche en el centro de recuperación. «La familia debe estar atenta a que en cada puerta que cruza el paciente estará esperándolo la banda de los que regalan drogas por meses», señaló.

Si pasa este período sin ningún traspié, el paciente participará sólo de terapias grupales cuatro horas al día, durante seis meses, y el alta llegará si, durante otros dos años, no consumió y concurrió a las entrevistas familiares e individuales, una y dos veces por semana, respectivamente.

Exito terapéutico

El mayor éxito terapéutico de los programas de recuperación ocurre entre los «usadores» de cocaína. En los dependientes, en cambio, la recuperación es mínima.

«Lamentablemente, en el país existen muy pocos centros de desintoxicación e instituciones para menores donde se pueda trabajar la reinserción social. Poco eficaz puede ser el sistema si hay que mezclar a los chicos con los adultos -señaló Baistrocchi-. El problema no pasa porque no se puede recuperar al adicto, sino porque no tenemos las herramientas adecuadas para hacerlo. La tasa de continuación de la terapia es muy baja justamente por las falencias del sistema.»

Se considera que la recuperación es efectiva si el paciente mantiene su abstinencia por dos años. Sin embargo, de presentarse el desencadenante de la adicción, el riesgo de reincidir es de por vida.

Para el doctor Hugo Míguez, investigador independiente del Conicet, el éxito de la recuperación depende del nivel de adicción del paciente.

«Hay usuarios ocasionales, que tienen mejor pronóstico y son más susceptibles de recibir la ayuda que los que consumen durante muchos años. Cuando el paciente se inyecta cocaína, hablamos ya de un policonsumidor, en el que la recuperación es aún más difícil.»

Según un estudio realizado por Míguez y publicado en 1998 en la revista Acta Psiquiátrica y Psicológica de América Latina, el consumo es un «recorrido exploratorio» por el gran arsenal de drogas disponible, incluidos el cigarrillo y el alcohol.

En 32 relatos de cocainómanos halló que, salvo excepciones, el primer escalón había sido el abuso de alcohol a edades muy tempranas.

«El uso de marihuana, de psicofármacos y cocaína aspirada es prácticamente una segunda etapa y, en los casos estudiados, se termina con su utilización combinada e inyectable», concluyó entonces el experto.

El consumo suele comenzar en el hogar, la casa de un amigo, el colegio, la plaza o las calles del barrio. Una vez que el adicto controla los efectos al aspirar el estimulante, pasa al uso inyectable para obtener sensaciones más intensas. Por lo tanto, sin tratamiento, éste será el último paso que podrá dar en la escalera del consumo.