Tiene 17 años de edad y los últimos tres los ha pasado recluido ­con pausas, por fugas eventuales­ en un centro de formación integral en Caracas.

Allí es el líder, algo similar a un «pran». Controla y somete a los que ingresan nuevos, dice que tienen drogas, armas y teléfonos celulares.

Con naturalidad describe las acciones que lo alejaron de su libertad. «Me agarraron por robar un banco y por matar a un militar». De inmediato fue enviado al albergue, pero a los seis meses se escapó. «Me trajeron de nuevo porque me caí robando una joyería. Pero estoy tranquilo y quiero pagar mi cana sin rollos. Aquí estoy relajado, porque llevé bastante golpe callado para que me respetaran. Si me quisiera escapar ya lo hubiera hecho porque es muy panza escaparse por el área de la cancha», dijo.

Asegura que en el centro, donde permanecen 89 adolescentes que cometieron alguna falta, hay otros 5 líderes cuyos apodos están asociados con su localidad de origen.

No hay información oficial acerca de cuántos adolescentes como éste se encuentran en los centros de formación cumpliendo una sanción. Tampoco se sabe con precisión cuántos establecimientos hay y de qué institución dependen.

Funcionarios de un albergue indicaron que en el país existen al menos 13 centros de atención para adolescentes en conflicto con la ley, que en el pasado estaban bajo la tutela del Instituto Nacional del Menor, pero que con la supresión de este organismo, en 2008, debieron pasar a manos de las gobernaciones del estado donde funcionan.

En la actualidad, algunos de estos centros dependen de las gobernaciones, otros del Ministerio de Relaciones Interiores y Justicia, otro grupo del Ministerio de las Comunas y Protección Social, y otros directamente al Instituto Autónomo del Consejo de Niños, Niñas y Adolescentes de cada municipio donde estén ubicados. Sin embargo, por comunicaciones enviadas a estos recintos se supo que a partir de enero de 2012 todos los centros pasarán a manos del Ministerio para el Servicio Penitenciario, que dirige Iris Varela.

Las organizaciones no gubernamentales que se encargan de la defensa de los derechos de niños y adolescentes, como Cecodap, tampoco tienen acceso a información relacionada con los albergues de menores.

En el Centro de Formación Integral Doctor José Gregorio Hernández, en Antímano, recibieron una circular con fecha del 6 de septiembre de 2011, emitida por el Ministerio para el Servicio Penitenciario, en la que se les notifica que está terminante prohibido el ingreso de asociaciones civiles, organizaciones no gubernamentales y periodistas.

Fuera de control. Las inspecciones para entrar en los centros de menores son muy estrictas.

Los padres de los adolescentes son las únicas personas que pueden visitar los albergues dos veces por semana. En algunos centros se permite una visita especial al mes, en la que hermanos y otros familiares de los jóvenes pueden verlos.

Para entrar al comedor, que es el área de visitas del Centro de Formación Integral Ciudad Caracas, las personas tienen que desvestirse por completo. Las mujeres deben quitarse zarcillos, prendas y el brassier.

Pero la rigurosidad en las requisas no garantiza que en estos centros de formación no haya drogas, armas blancas y teléfonos celulares. El personal de custodia interna son maestros guías, en su mayoría estudiantes de los últimos semestres de Derecho y penitenciaristas, y en ocasiones les resulta difícil controlar las situaciones que se presentan con los jóvenes. Afuera hay funcionarios de la Policía Nacional que están encargados de la custodia externa.

«Aquí se fuma piedra y marihuana. Tenemos unos panitas que nos pichan desde afuera y nos tiran la droga y celulares por la cancha. Tengo un cuchillo y en la celda varios celulares caleta. No me pueden decir nada porque varios estamos sobrados», expresó uno de los adolescentes del centro de formación.

Esta historia fue corroborada por uno de los maestros guías que aseguró que en ocasiones, cuando los adolescentes «están drogados», son incontrolables.

«Hace poco uno de los muchachos estaba buscando a una profesora para matarla. No nos podemos descuidar en ningún momento porque arremeten contra nosotros o se matan entre ellos», advirtió.

En Caracas. En El Algodonal de Antímano funcionaba el centro Carolina Uslar, pero desde el 22 de noviembre de 2010 no está operativo. El lugar fue habilitado como refugio para personas damnificadas por las lluvias.

Ahora es el Centro de Formación Integral Doctor José Gregorio Hernández donde se recibe a las muchachas. Los funcionarios realizan un trabajo integral con las 24 adolescentes que están en los programas de atención.

Del Centro de Formación de Coche se desconocen los datos precisos, pues el 22 de noviembre se intentó hablar con el personal encargado y exigieron al equipo reporteril de El Nacional que guardara una distancia prudencial con las instalaciones del albergue. Ese día en la madrugada se fugaron seis jóvenes del lugar.

Peras de boxeo. La mirada tímida y apagada de un adolescente de 17 años de edad, que está recluido desde hace un mes en un centro de formación, es reflejo del dolor producto del maltrato que recibe a diario por los líderes. El temor a que los más antiguos tomen represalias más severas contra él no le permite comentarle a sus padres y a los custodias del centro que frecuentemente es golpeado y humillado por sus compañeros de celda.

«Aquí tengo que llevar golpe porque soy el más nuevo.

Cuando más me pegan son los viernes en la madrugada debido a que no hay casi maestras.

Todos los días me duermo a las 3:00 o 4:00 am, si no los muchachos me agarran para pegarme. A veces con una sábana me guindan de la ventana y se burlan de mí. No le digo a nadie lo que mis compañeros de cuarto me hacen porque si comento que me maltratan, pierdo», indicó.

Para ganarse el respeto de los más antiguos del Centro de Formación Ciudad Caracas, el joven obedece a las normas que ellos le dan y en el momento que piden iniciar una «rutina deportiva» ­que es una especie de juego en el que los líderes utilizan a los nuevos como una especie de pera de boxeo para entrenarse­ accede a la petición.

El hijo de América tiene 14 años de edad y desde hace un mes está en otro de los centros que funciona en Caracas. «Los primeros días para ellos son horribles. Sus compañeros les pegan mucho. Uno los consigue muy serios. Aunque él no me dice nada, yo sé que me lo están maltratando porque conozco a mi hijo. Adentro le quitan su ropa y las chucherías que le traigo. Él me ha dicho que le escriba su nombre debajo de la franela porque adentro le quitan sus cositas», expresó la mujer entre lágrimas.