De su altruismo da fe el cálido homenaje que se le dedicó por tantos años de empeño, plasmado en la creación de centros e instituciones de ayuda al drogodependiente. He ahí el Centro Cedro, como botón de muestra. Una figura que reclama continuador porque la sociedad sensible lo demanda.

¿Cómo se plasma la ayuda al toxicómano?

-Ahí están las instituciones de carácter preventivo y de seguimiento, como las que yo fundé y de las que participo activamente. Es muy complicado, porque difiere mucho de enfermo a enfermo. Hay un problema de dependencia arraigado y es necesario utilizar sustancias que, aunque adictógenas, lo son en menor grado.

¿Apoyan los médicos y ex toxicómanos?

-Gracias al apoyo de especialistas y de enfermos que han superado el trance, los drogadictos aprenden a no escapar por la tangente, se identifican con el proceso de rehabilitación que, a veces, lleva años.

¿Se avanza?

-Se sabe que el procedimiento es positivo, de mucho sacrificio, de esfuerzo, y que es la única línea que de que disponemos aquí para ayudar al toxicómano.

¿Qué aspectos se tienen en cuenta a la hora de tratar a un drogadicto?

-Que el toxicómano es una persona vulnerable, cuál es el entorno familiar y que presenta dificultades para acercarse a los centros de ayuda. Le es difícil aceptar cualquier proposición de cambio, como ponerse en manos de los profesionales, y persiste en comprar la droga, que puede acarrear situaciones que atentan contra la dignidad, abusos, etcétera.

¿Cómo afrontamos el rechazo social?

-Pertenece a la lógica humana. Los enfermos que padecen drogodendencia ocupan un lugar en el espacio. Los centros donde pudieran estar son rechazados por el vecindario, en cualquier sitio. Es un dilema, la solución debe salir de la propia sociedad.

¿Qué le parece la solución de atenderlos en los centros de salud?

-En principio es la salida para desarmar ese rechazo masivo. Son enfermos molestos y me temo que no sean tomados a cargo con interés. En centros médicos especializados se les acoge a cambio de que estén muy motivados o con condiciones. Es un tema humano real. No se trata de llevarlos a campos de concentración.

¿Qué se pide con énfasis?

-Respeto, comprensión, tolerancia…, que es lo que no abunda.

¿Adónde llega el éxito en esta lucha continua?

-Se lo apuntan excelentes profesionales entregados. No es despachar al enfermo con Metadona y se acabó. Podemos hablar de resultados positivos en un 15 por ciento de los casos, lo que, aunque algunos lo interpretasen como poco, es muchísimo.

¿La violencia va ligada al enfermo, a éste en concreto?

-La drogadicción no es en sí violenta. Y hay otro males que están ahí y no se dice nada de ellos: alcohol, esquizofrenia…