Las adicciones tienen una capacidad de adaptación sorprendente, se ajustan a modo de camaleón a las circunstancias, se adhieren a los tipos de sociedades, a la cultura y a los diferentes niveles adquisitivos de las personas. En la primera década del s. XXI se habló del uso y el abuso de las TIC, pero en esta ocasión vamos a dar una vuelta de tuerca más. Hoy nos encontramos ante la primera generación on-line de la historia, también llamada generación bunker, kids on-line, generación Yo S. L, generación on/off, los que nacieron entre ordenadores. En este caso la nueva moda consiste en escuchar sonidos para obtener diferentes estados emocionales semejantes a los que se podrían lograr consumiendo drogas. Heinrich W. Dove (1803 – 1879) fue físico y meteorólogo, y llegó a ser profesor en la prestigiosa Universidad de Humboldt de Berlín. En el año 1839 descubrió que diferentes frecuencias escuchadas de forma separada provocan una especie de interferencia que es un tercer tono, cuya combinación en el cerebro da origen a una tercera frecuencia (onda binaural). Es decir, una persona se pone unos cascos y por cada oído escucha una frecuencia diferente durante por ejemplo 30 minutos y así obtiene un estado emocional diferente. Sólo era cuestión de tiempo que algunas frecuencias se asociaran a estados emocionales como la alegría, la relajación y, ¿por qué no?, los estados emocionales que se consiguen tras consumir sustancias psicoactivas. Una de sus características es que sólo se utiliza la vía auditiva. En este sentido, en los años 90 ya se trataban casos de personas que se gastaban el sueldo hablando por teléfono en party lines, con futurólogos, y, pese a ser la misma vía “auditiva”, hay que decir que estamos ante algo nuevo, y que ya en el año 2006 las “drogas digitales” eran tema de conversación en los espacios virtuales como Second Life.
Sabemos que todo va muy rápido en Internet, por lo que ya es posible encontrar diferentes sitios webs que ofrecen estos sonidos. Los productos son lo suficientemente llamativos para atraer la atención; por ejemplo, uno puede escuchar Crystal Ball Bud, «Ultra» Wizard Smoke, etc… Las páginas ofrecen incluso manuales de buenas prácticas para optimizar el rendimiento.
En principio nadie pone en duda que se puedan alcanzar estados emocionales por la vía auditiva, nos basta con recordar lo que sentimos cuando escuchamos música. Según Comes ¹(2011), “es conocido el efecto milenario de algunos sonidos, patrones rítmicos y melodías que facilitan determinados estados de conciencia: danzas turcas, cantos gregorianos, tambores en torno a chamanes que lanzan cánticos al cielo mientras todo un poblado se siente extasiado por el sonido que les envuelve. La música siembre ha logrado crear sensaciones, desde el relax hasta la repulsión.”
Pero está por ver si esa tercera onda binaural provoca ciertamente lo que venden las webs. En principio podemos decir cabalmente que no, pues muchas personas, después de pasarse un buen rato escuchando, dicen estar más mareadas que otra cosa, además de perder los nueve euros aproximadamente que valen estos productos. Se trataría, pues, más de una cuestión de sugestión que otra cosa. Hemos de decir además que estos sonidos “drogas digitales” distan mucho de ser placenteros o melódicos; son sonidos que más o menos mezclan un silbido inarticulado con un pitido desafinido.
Ciertamente se ha dicho que puede provocar adicción, pero hay que recordar que alcanzar un estado emocional determinado no nos debe llevar a pensar que pueda desarrollarse una adicción. Es decir, no podemos crear una relación causal y, por otro lado no tener en cuenta otras muchas variables. “No es obligatorio que algo tenga que ocurrir porque otra cosa haya ocurrido” (Wittgenstein Tractatus, 6.37-.371)².
La realidad es que de las personas encuestadas lo que sí afirman es que salen un tanto mareadas tras el aislamiento y la desconexión. Por cierto: ni por asomo el efecto de tales sonidos puede ser equiparable al efecto de una sustancia.
Al igual que ocurrió en otros periodos, los avances, los cambios, muchas veces son vistos con cierto recelo, incluso con innegable miedo, buen ejemplo de todo esto son las nuevas tecnologías. Por ejemplo, a principios de los años 70 ya se vio mal las primeras calculadoras eléctricas en las aulas. Se decía que los programadores informáticos se aislaban, que los GPS distraían y provocaban accidentes, aunque los estudios pongan de manifiesto que es al revés. El problema que se puso de relieve eran las personas que lo manipulaban a la par que conducían en una especie de difícil equilibrio. En este sentido, lejos de entusiasmarnos o condenar, hay que decir que faltan investigaciones en relación con este tema.
Sin duda la sociedad está más preparada e informada que antes, y esto también hay que tenerlo en cuenta. Pero esto no quiere decir que no sigamos siendo precavidos. Cada cierto tiempo sabemos de una nueva moda, de una nueva sustancia, pero lo prioritario es seguir apostando por la prevención y el espíritu crítico.
Firmado: Fernando Pérez del Río
Doctor en Psicología
1 COMES, M. (2011) «Drogas» digitales, solo para mentes sugestionables. 04/08/2011 El País. Tentaciones. http://www.elpais.com/articulo/cultura/Drogas/digitales/solo/mentes/sugestionables/elpten/20110804elpepucul_2/Tes
2 TRACTATUS LOGICO-PHILOSOPHICUS de WITTGENSTEIN, L. 1999. Plaza edición: MADRID