Los temas de discusión más frecuentes entre madres e hijas son el orden/desorden en el dormitorio de la hija (43%), el horario de regreso a casa (19%) y las notas (16%). Pero estas trifulcas son pasajeras. Nunca llega la sangre al río. «Nueve de cada diez madres asumen que son inevitables, producto de la edad», afirmó la psicóloga y responsable del estudio, Asunción Mena.
Según los resultados del informe, la comunicación madre-hija se puede definir como sesgada. En palabras de una de las madres encuestadas, «las hijas sólo acuden a ti cuando les interesa». Por su parte, la mayoría de las adolescentes juzgan a las madres de «cotillas, histéricas y pesadas».
«Una de las cosas que más enfurece a las jóvenes de entre 13 y 16 años es que las traten como a niñas, que las infantilicen», dijo Mena. Las jóvenes utilizan una frase propia de su jerga -«mi madre se raya»- para definir a sus progenitoras. «Con esta frase quieren decir que se repiten mucho, como si fuesen discos rayados», explicó la psicóloga. También les molesta que sus madres las traten de colegas. «Las adolescentes quieren que su madre sea su madre y no su amiga; cuando están con su pandilla y llega su madre y se quiere hacer la simpática chocándolas la mano en plan «colegui», eso las revienta», explicó la experta.
Entre la amiga y la madre
A la hora de confesar sus problemas más personales (citas con chicos, primeros amores, desengaños), el 55% de las hijas afirman que la primera persona en la que confían es su mejor amiga («si mi madre se entera de que me he tomado una pastilla del día siguiente le da un infarto», declara una de las encuestadas). En cambio, en los problemas mayores (quedarse embaraza, por ejemplo) a la primera persona a quien se lo cuentan es a su madre.
Una de las «travesuras» más frecuentes de las adolescentes españolas consiste en «provocar a su progenitora», dijo Mena. «Hacen estrategias para que se les queme la comida, para que se tropiecen con los muebles y ese tipo de gracias».
A medida que van creciendo (17/18 años) ambas se hacen cada vez más cómplices. «Crece la confianza, se respetan la intimidad, se ayudan más y se invierten los papeles: la hija comienza a ser punto de referencia para la madre en cuanto a la ropa, el corte de pelo, las nuevas tendencias estéticas y tecnologías, pues son las hijas las que enseñan a las madres a navegar por Internet, etcétera».
Hasta los 13-14 años, es una relación fluida y sin mucho conflicto, mientras que entre los 14 y los 16 años, las madres saben que sus hijas les ocultan cosas (84%) y que éstas les provocan para reírse de ellas y las hijas consideran que las madres no son «en absoluto» comprensivas.