Después de muchos años de considerar que el consumo de alcohol en embarazadas no era especialmente peligroso para el feto, los científicos ahora están seguros de que puede llegar a ser muy tóxico, incluso más que cualquier otra droga. Nuevas investigaciones con técnicas basadas en imágenes están ayudando a los especialistas a descubrir cuáles son las partes del cerebro en formación que se ven dañadas por la exposición al alcohol.

No sorprende, en realidad, que los investigadores hayan tardado tanto en desmenuzar el vínculo entre la exposición al alcohol y los defectos congénitos. Algunos fetos parecen no verse afectados, aun si sus madres beben bastante, mientras que otros resultan gravemente dañados. Y nadie sabe por qué razón.

«Esto no es como la talidomida, cuando toda mujer que la tomaba tenía un niño afectado», afirmó Sandra W. Jacobson, profesora de la Wayne State School of Medicine de Detroit, en alusión al medicamento para las náuseas que fue vinculado con la aparición de defectos congénitos hacia fines de los años 50. «En el caso del alcohol hay un amplio campo de acción. Se puede llegar a ver el síndrome completo en 4 de cada 100 bebedores fuertes», señaló Jacobson.

Hay también muchos bebés que se ven afectados pero no con la gravedad suficiente como para que se diagnostique un síndrome específico. Algo que complica aún más la situación es la cuestión de qué cantidad exacta de alcohol es la que causa daño.

En estos últimos años, estudios sucesivos mostraron efectos con niveles cada vez más bajos. Uno de ellos, por ejemplo, descubrió un pequeño pero significativo efecto, a nivel promedio, en los hijos de mujeres que tomaban nada más que una copa y media por semana. «Esto nos sorprendió», admitió la principal autora de la investigación, Nancy Day, profesora de psiquiatría en el Western Psychiatric Institute de Pittsburgh.

«Los chicos estaban dentro de la gama normal de crecimiento pero si los comparábamos con los hijos de madres que no beben veíamos que pesaban menos, eran más bajitos y tenían cabezas de menor tamaño», agregó.

Otro factor que dificulta la tarea de medición del impacto del alcohol son sus efectos generalizados sobre el organismo y cerebro en desarrollo. «El alcohol es una droga sucia» , aseguró James West, titular del Departamento de Anatomía y Neurobiología en la Texas A&M Medical School. «El alcohol afecta a varios neurotransmisores distintos y todas las células pueden absorberlo», agregó. La cocaína, en cambio, es asimilada por un solo neurotransmisor.

También resulta difícil identificar los efectos del alcohol ya que los hábitos de bebida de cada mujer parecen marcar una diferencia. Los especialistas dicen que todo depende de cuándo bebe una mujer embarazada, con qué frecuencia lo hace y si toma pequeñas cantidades todos los días o lo hace en un sólo día y en grandes cantidades.

El hecho de beber en el primer trimestre de embarazo puede conducir a malformaciones faciales, mientras que en el segundo puede interrumpir la formación de los nervios en el cerebro. En el tercero puede matar neuronas existentes e interferir con el desarrollo del sistema nervioso.