Sabido es que un problema no puede solucionarse si antes no se reconoce como tal. Por ello, quienes deciden autoprohibirse la entrada en locales destinados a los juegos de azar, como bingos y casinos, dan un paso muy importante para superar una enfermedad más común de lo que a simple vista podría parecer: la ludopatía. Quienes se toman la decisión de vetarse la entrada pasan a incorporarse al Registro de Prohibidos, que gestiona la Consejería de Interior y Justicia de la Junta de Castilla y León.
El pasado año, una veintena de personas dio el gran paso de impedirse el acceso a bingos y casinos y 15 más lo hicieron solamente en los primeros. El alta es un trámite administrativo, que hace que el nombre de la persona se inserte en una base de datos, la misma que consultan los porteros de estas salas de juego cuando se les entrega el DNI, trámite imprescindible para poder acceder. Inmediatamente, si el nombre de la persona figura en el Registro, el acceso no le será permitido. En cuanto a las bajas, que debe solicitar el propio interesado, se detectaron 11, 4 en bingos y casinos y 7 más sólo en los primeros. Hasta hace unos meses, era la familia del ludópata quien debía firmar la baja del Registro, pero de un tiempo a esta parte se decidió cambiar la normativa.
Según los datos de la Asociación Salmantina de Jugadores de Azar en Rehabilitación (Asaljar), actualmente existen en la provincia más de 6.300 jugadores. De ellos, 2.800 serían patológicos y 3.500 problemáticos o excesivos. Sin embargo, los afectados son más, si se tienen en cuenta a los familiares. Contándoles a ellos, la ludopatía afectaría en Salamanca a cerca de 25.000 personas.
Aunque el diagnóstico de la ludopatía es relativamente sencillo, la rehabilitación es muy complicada, ya que el juego está “socialmente tolerado, incluso incentivado”, según comentan desde Asaljar. “En cada bar encontramos una tragaperras y la lotería se vende ya hasta en los comercios”, explican. Estas situaciones hacen que el problema del juego, como otros muchos, permanezca soterrado y, en ocasiones, hasta despreciado. Quizá por ello, es tan importante la labor que llevan a cabo organizaciones como Asaljar, que ofrecen a los ludópatas terapias de rehabilitación, desglosadas según el tipo de problemática. Además de los programas de intervención, llevan a cabo labores de investigación, prevención, información y divulgación.