La edad de inicio del consumo de alcohol en el país es de 13 años y medio, lo que según datos del Consejo Nacional de Control de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas (Consep) constituye una alarma, debido a que en 1998 la edad de inicio era de 15 años.
La psicóloga clínica Andrea Arízaga opina que la incidencia del consumo de alcohol a temprana edad se debe a que los adolescentes crecen en soledad cada vez más. “Tienen mayor acceso a dinero y, por lo tanto, pueden comprar bebidas sin ninguna traba”.
Para Arízaga, la recuperación de un alcohólico es una tarea “complicada”, ya que no solo depende del que consume, sino de todo su entorno familiar y de la capacidad de acceder a centros de ayuda y a profesionales.
La especialista de tratamientos del Consep, Vilma Escobar, afirma que esa visión es correcta y precisa que “la dificultad más grave es reconocer que se tiene un problema”.
Aunque uno de los obstáculos con los que se enfrentan los afectados por el alcoholismo –dice Escobar- es la falta de mayor incidencia del Estado en el tema.
Ella se refiere a que, actualmente, a nivel nacional, solo existen siete centros de atención ambulatoria que brindan atención gratuita y uno, que es regentado por el hospital Julio Endara, que permite el internamiento del paciente.
Según la funcionaria, en los centros de terapia ambulatoria, llamadas “casas de prevención”, a veces resulta complicado atender a los pacientes, debido a que “estamos sujetos a que ellos regresen a sus terapias una y otra vez”, dice.
Cuando quieren internarse o necesitan hacerlo -añade- deben acceder a clínicas o instituciones privadas porque “en el Julio Endara hay una lista de espera demasiado larga”.
Los datos del Consep precisan que en el país existen, aproximadamente, 110 centros privados que brindan atención a las personas con problemas de drogas y alcohol.
Los precios por la asistencia en esos lugares oscilan entre 170 y 1.200 dólares. “No son muchos los sitios”, dice Escobar, “pero las personas pueden creer que son más debido a la proliferación de centros clandestinos”, concluye.
Los citados costos inducen a que pacientes, que los consideran altos, busquen ayuda, incluso, en países vecinos.
La citada decisión la tomó Jorge T., de 28 años de edad. Él señala: “viajé hasta Colombia porque en Ecuador estas clínicas eran demasiado caras y mi familia no podía afrontar las mensualidades”.
Jorge recuerda que estuvo internado por seis meses, pero tuvo que salir porque sus padres, después de vender el auto, ya no tenían más dinero para pagar su rehabilitación.
Actualmente se considera afortunado porque acude al grupo de apoyo Alcohólicos Anónimos (AA), en donde no tiene que cancelar nada por la ayuda que recibe.
Él acude semanalmente al sitio ubicado en la ciudad de Quito. Lleva 17 meses sobrio, pero afirma que a veces le cuesta mucho permanecer así porque las presiones sociales y sus amistades le incitan a que consuma nuevamente.
Pero Arturo Z., gerente de la Oficina de Servicios Generales de Alcohólicos Anónimos en Guayaquil, explica que esta organización se encarga de la recuperación de los alcohólicos, no de la prevención.
Por eso enfatiza que el Estado requiere promover planes sistemáticos y sostenidos de prevención.
Además, considera que es una necesidad la creación de clínicas estatales y gratuitas, en las que los drogo y alcohol-dependientes puedan recibir tratamientos psicológicos y de rehabilitación.
Centros de recuperación privados, como uno ubicado en los alrededores de Quito, cobran 450 dólares mensuales a sus pacientes para su mantenimiento.
Felipe Buitriago, quien lo administra, indica que el precio no es mucho si considera que incluye alimentación, alojamiento y terapias psicológicas. “Con las mensualidades pagamos el mantenimiento del paciente y a los profesionales que los atienden”, detalla.
Aunque el rubro no cubre enseres de uso personal como papel higiénico, pasta dental, shampoo, cierto tipo de medicinas y golosinas.
Carla, pseudónimo de una vocera de información del Grupo de Familia Al Anon y Al Ateen (GFA), una organización de AA para las familias de los alcohólicos, aclara que la cobertura de muchos de esos centros no es suficiente porque “solo atienden al alcohólico y no a las familias que se encuentran desmembradas, enfermas o destruidas”.
Ella enfatiza que cualquier grupo o centro de recuperación de alcohólicos debería preocuparse por curar a las familias de los bebedores debido a que “son ellas quienes son la parte fundamental en el proceso de recuperación”.
Por su parte, la funcionaria del Consep señala que el tema de prevención y tratamiento de la drogadicción y alcoholismo debe formar parte de una política de Estado. “Deberían existir más instituciones públicas de atención y el fortalecimiento de las ya existentes, para que podamos atender a más personas y que puedan salir del problema”.