Un estudio realizado por la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad) revela que la iniciación en las drogas permitidas – alcohol y cigarrillos- se manifiesta a los 12 y 13 años respectivamente. Luego se da el paso hacia las no permitidas. El 6 por ciento de los 30 mil alumnos del departamento Central encuestados confesaron haber tenido un contacto experimental con la marihuana. De ese porcentaje, la mitad son mujeres.
Lo alarmante del escenario juvenil es que en los últimos tiempos hay una poderosa ofensiva de los vendedores de cocaína para conquistar espacios dentro de instituciones de enseñanza. A través de diversas formas de mimetización, los estudiantes reclutados para la comercialización entre sus compañeros hacen una labor que va minando la resistencia de los destinatarios de su tarea de captación de nuevos consumidores.
Un factor que opera a favor de la expansión del segmento de consumidores de marihuana, cocaína y otros estupefacientes es que el control ejercido por los padres y educadores es cada vez más débil o inexistente. Los jóvenes se encuentran solos y, a veces, por el afán de explorar el misterio, caen en las garras de una adicción de perniciosas consecuencias para las familias y la sociedad.
El acompañamiento de los hijos en las casas es cada vez más escaso. Los progenitores, exigidos por la necesidad de supervivencia, por lo general, realizan labores fuera del hogar y ya no ejercen la beneficiosa labor de diálogo y acercamiento a los que se enfrentan con las dificultades de la vida sin herramientas muy consolidadas para defenderse por su cuenta.
En general, los colegios priorizan su obligación de transmitir conocimientos, dejando de lado otros aspectos imprescindibles en el crecimiento de los estudiantes. Las instituciones de enseñanza que se niegan a realizar controles para encontrar evidencias por el temor de deteriorar su imagen actúan de manera irresponsable y antipedagógica: siempre será mejor extirpar el quiste antes de que este se expanda y dañe a su entorno.
La complementación entre el control de la casa y el colegio – como estrategia de lucha- es esencial para cerrar las puertas al avance de las drogas. La tarea de prevención, educación y represión de la Senad siempre va a ser insuficiente si los padres y los educadores no se suben al carro de un activo compromiso social.
Las medidas deben ser tomadas ahora, con coraje e inteligencia. Los jóvenes tienen que ser protegidos de aquellos que buscan su destrucción. Padres, educadores, estudiantes, sociedad civil y autoridades están obligados a formar un solo frente para custodiar el futuro de todos.